¡Una televisión!

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

"Su familia le ayudo muchísimo. Especialmente, sus padres... -cuenta Rosa- ¡qué sacrificios hicieron para darle todo lo que le podía hacer ilusión...!"

Muchos domingos su hermano Enrique traía la máquina de cine que utilizaba en la catequesis y así conseguía que se distrajera un poco. Pero hubo un domingo en el que no pudo venir. "¡Qué lástima -dijo Montse, cuando se enteró-, con lo que me gustaría ver cine!"

En el mismo momento en que acabó de pronunciar estas palabras llamaron a la puerta. Era Paisa Zóbel, una amiga de su madre, que le traía una sorpresa: ¡un aparato de televisión!

En aquellas fechas la televisión era todavía algo inusual en los hogares españoles; aunque se popularizó muy pocos años después, seguía siendo un "invento americano" del que disfrutaban fundamentalmente los extranjeros. Sólo unos cuantos privilegiados podían ver, dentro del país, las retransmisiones de la única cadena nacional. Y todavía por las calles, cuando algún establecimiento exponía uno de aquellos aparatos, voluminosos, se formaban pequeños corrillos de televidentes improvisados en la acera, frente al escaparate, que comentaban con admiración:

-"¡Esto va a ser el fin del cine!"

¡Una televisión! En realidad lo que le trajeron era un artefacto curioso, compuesto con urgencia en la fábrica del Sr. Zóbel, para darle esa alegría a Montse. Pero al fin y al cabo, funcionaba, y se veían, después de mover muchos botones y batallar para que desaparecieran mil rayas misteriosas, películas americanas y corridas de toros...

"De todas formas -comenta su madre-, ella vio pocos programas. Ya estaba muy mal..."

"Recuerdo -sigue contando Rosa- que un día su padre consiguió que le prestaran un coche porque tenía la ilusión de que Montse viese las calles de Barcelona iluminada con las luces de la Navidad.

Ya estaba preparada para salir. Pero en el momento de bajar al coche le sobrevino un ataque de dolor y no pudo ir.

Y entonces... todos reaccionaron como si no hubiese pasado nada. Ella disimuló el dolor como pudo, mientras que sus padres le decían: 'no te preocupes, no pasa nada, Montse, ¡qué más da! Ahora mismo despedimos el coche; tú no te preocupes por eso...'. Había siempre aquel ambiente de cordialidad y de alegría..."