6. LA LLAMADA

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

Entró Enrique en el Seminario diocesano de Barcelona y Montse continuó sus clases en l'Escola. Las buenas calificaciones del curso anterior evidenciaban la formación que había ido recibiendo en Llar sobre la santificación del trabajo. A medida que crecía en vida interior, iba intensificando su espíritu de trabajo y esto tuvo un reflejo claro en las notas de fin de curso: obtuvo una mayoría de notables y sobresalientes. Seguía acudiendo a Llar con frecuencia. "En noviembre del 57 -cuenta Rosa- la invité de nuevo a ir un Curso de retiro. Esa vez me amparé en mi polio. Le dije que no sabía yo si podría ir a esos Ejercicios...

-¿Por qué?, me preguntó.

-Porque iba a venir una amiga mía para ayudarme y al final no va a poder. Y, la verdad, si no va alguien que me ayude, no me animo a ir. No me gusta que todo el mundo tenga que estar siempre pendiente de mí...

-Ah, muy bien -me dijo enseguida-, entonces iré yo y te ayudaré.

Ese era un gesto muy suyo: ayudarte en todo lo que pudiera. Y lo hacía además con una gran elegancia humana: no se hacía notar. Sabía hacer y desaparecer, sin dejar por eso de estar pendiente de ti: de repente, te dabas la vuelta y te la encontrabas detrás, por si necesitabas algo...

Esta actitud puede resulta natural en una persona mayor, pero en una chica tan joven como ella, me sorprendía. Estaba pendiente de las cosas grandes y de las pequeñas. Por ejemplo, si en una habitación no había sillas para todos, se marchaba, las traía, las ponía y se sentaba. Y si yo me daba cuenta, me guiñaba un ojo, sonriendo, como diciéndome: 'ya está'.

Al final, por otras razones, yo no fui a esos ejercicios. Me quedé en Barcelona y recé mucho por ella... porque yo estaba convencida de que tenía vocación. Veía que Montse tenía un espíritu desprendido, generoso, con capacidad de entrega. Y el corazón libre para querer a Dios...

Un día se lo dije claramente:

-Mira, Montse, Dios te ha dado una serie de cualidades por las que estoy convencida de que, si te entregas a Dios, serás muy feliz. ¿Por qué no le preguntas al Señor si tienes vocación?

Yo estoy segura que ella también veía todo esto, pero... no le gustaba que yo se lo dijera: me dijo que la vocación era algo muy importante, muy personal, y que lo tenía que decidir con plena libertad.

Y yo la dejé, naturalmente, en plena libertad. Pero seguí rezando por su vocación..."