"Recuerdo que cuando iba a las cuestaciones de la Cruz Roja -dice Rosa- era la que colocaba más banderitas. ¿Por qué? Porque si había que ir a las ocho, Montse se presentaba allí desde el primer momento para poner banderitas... Pero no lo hacía por llamar la atención, por destacar, no; porque yo le preguntaba:
-¿Cuánto dinero has recogido, Montse?
Y me contestaba siempre:
-¿Eso qué importa, Rosa? Lo importante es hacerlo...
-Pero mujer -le decía yo, extrañada-: ¿No has mirado, ni siquiera por curiosidad, para ver lo que había dentro?
-No, no he mirado nada. No se pueden hacer las cosas para mirar después...
Su mentalidad era ésa: hacer el bien y no mirar a quién. Era generosa, muy generosa. Tenía muchas virtudes humanas; y se identificó muy bien con el espíritu del Opus Dei y se entusiasmó muy pronto con el ideal de ser santa en medio del mundo, de santificar el trabajo y de ayudar a los demás en el camino hacia la santidad... Recuerdo que hablábamos mucho de apostolado y de acercar a nuestras amigas a los sacramentos. Yo le decía: 'Fíjate: a lo mejor, la única oportunidad que tendrá esta amiga tuya de oír hablar de Dios es... la que tú le brindes. Y venir a escuchar a un sacerdote, y confesarse es muy importante. Tienes que ayudarla...'.
Entonces empezó a traer a Llar a amigas de su clase, de su pandilla de Seva... Ese afán apostólico lo tuvo siempre: mucho antes de tener vocación al Opus Dei.
Se dio cuenta perfectamente de las penurias económicas que pasábamos en Llar, porque un día me dijo:
-Hay gente que dice que en el Opus Dei hay tantas cosas y yo veo que en esta casa se pasan tantas necesidades...
Y concluyó con un comentario que me gustó mucho:
-Cuando quieres saber una cosa lo primero que tienes que hacer es vivirla. Y sólo entonces puedes hacer un juicio..."