Una noche en oración

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

Al fin, a media noche, tras un viaje azaroso, el barco desembarcó en el puerto de Génova, y al caer la tarde del 23 de junio el Fundador pudo ver en la lejanía el perfil inconfundible de Roma. Y nada más llegar a su apartamento, en la Plaza de la Città Leonina, junto a la Plaza de San Pedro, quiso asomarse a la pequeña terraza para contemplar la Basílica.

Muchas veces, paseando por las calles de Madrid, había soñado recibir la Comunión de manos del Papa. Ahora estaba físicamente muy cerca del Romano Pontífice, en el comienzo de una nueva etapa dentro del camino del Opus Dei.

Pasó toda aquella noche en oración, rezando por el Papa. Aquella noche romana era como el compendio de toda su vida. Era un eco de aquellas noches de Zaragoza, cuando era un joven seminarista y el alba lo encontraba también rezando como ahora, musitando aquel "Domine, ut videam!", "¡Señor, que vea!", en la oscuridad de la iglesia del Seminario de San Carlos...

Días más tarde, el 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen, el Papa le recibió en una audiencia privada que siempre recordó con afecto. "No puedo olvidar -comentaba tiempo más tarde- que fue S.S. Pío XII quien aprobó el Opus Dei, cuando este camino de espiritualidad parecía a más de uno una 'herejía'; como tampoco se me olvida que las primeras palabras de cariño y afecto que recibí en Roma, en 1946, me las dijo el entonces Monseñor Montini".

Decidió entonces que era el momento de cumplir uno de sus más antiguos deseos: que el gobierno central del Opus Dei residiese en Roma, junto a la sede de Pedro. Con ese motivo llamó a varias hijas suyas para que se ocupasen del primer Centro del Opus Dei en la Ciudad Eterna. Y el 27 de diciembre de 1946 llegaron al aeropuerto de Ciampino, cerca de Roma, Encarnita Ortega y otras cuatro más.

Don Josemaría y don Alvaro fueron a esperarlas al aeropuerto. Para la mayoría había sido su primer viaje en avión y habían pasado sus más y sus menos; y alguna se traía, como recuerdo del viaje, un buen susto y un mareíllo. Venían cargadas con un montón de maletas con comida, ropa y los objetos más imprescindibles, porque Italia acababa de salir de la guerra y se encontraba en una situación catastrófica.

"El Padre nos dijo -recuerda Encarnita Ortega- que con doce de nosotras, muy fieles, sería capaz de enfrentarse con toda la labor de Italia, y que al pasar los años, no creeríamos lo que habíamos visto, y nos parecería haber soñado..."