2. CUANDO TENGAMOS DOCE

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

En la capital catalana el joven matrimonio Grases, después de dejar Benicarló, y tras una corta estancia en Valencia, se enfrentaba también con el problema de encontrar vivienda. "En cuanto me licenciaron -recuerda Manuel Grases- y pude reintegrarme a la vida civil, nos vinimos a Barcelona, y nos pusimos a buscar piso".

Al fin encontraron uno que les convenció: estaba situado en la primera planta de una casa de la calle París, en el famoso "Ensanche" barcelonés, como se denomina a la dilatadísima cuadrícula de edificios que ocupaba en aquel entonces la mitad de la zona urbana de la ciudad. Es una extensa zona residencial, compuesta por calles de trazado rectilíneo, con cruces rigurosamente perpendiculares, casi sin plazas ni jardines que alivien la severidad de trazado. El barrio daba entonces tal impresión de uniformidad y orden geométrico, que algunos llegaban a compararlo con las grandes ciudades americanas, como el novelista Jules Romains que exclamó al llegar a Norteamérica: "New York, cette immense Barcelone!"

El nuevo hogar de los Grases -el primero de carácter estable, tras los avatares de la guerra- era una casa relativamente espaciosa, con la distribución de muchos pisos del Ensanche; con un pequeño recibidor y un largo pasillo, que une las habitaciones que dan a la calle con las que se asoman a los patios interiores: unos patios grandes, cuadrados, con largas galerías a cada lado, en las que se seca bien la ropa, se pueden cultivar las flores y se divisa un buen cacho de cielo. "El piso nos gustó mucho desde el principio -comenta Manuel Grases- porque vimos que, además de estar bien situado, contaba con cinco dormitorios, una sala de estar y un pequeño comedor, y podíamos instalar bien todos los muebles de mi madre, que mis tíos habían guardado celosamente durante años bajo llave en una habitación de la casa de la calle Valencia, para que me los llevara en cuanto me casase.

Sin embargo, la verdad sea dicha, nos pareció un poco pequeño, porque pensábamos tener muchos hijos".

"Es verdad", añade Manolita. "Recuerdo que dijimos: 'por ahora no vamos a discutir sobre el número de hijos. Cuando tengamos doce, ya hablaremos'".