Una decisión arriesgada

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

"Era una decisión muy arriesgada -cuenta Manuel Grases- pero... después de encomendarme a Dios, me decidí. Pintaluba me comentó que había posibilidades de pasarse en mayo. 'Pero esto -me advirtió- te costará bastante'.

Me dijo la cantidad. Aquello era realmente mucho dinero para mí. No tuve más remedio que desmontar un reloj de oro que había heredado de mis abuelos y cambiarle la caja por otra de acero; y con eso, y con la venta de la alianza que me había dado Manolita, junto con una esclava de oro que le había regalado su madre, pude pagarle; y un día de mayo de 1937 me metí en un coche con él y con otro individuo que nos acompañaba, y que iba con un fusil asomando por la ventanilla; y así, junto con otros dos coches, fuimos pasando sucesivos controles. Y llegamos a Novés del Segre, donde nos dejaron a cargo de un guía que nos escondió en el bosque y vino a buscarnos al anochecer.

Al principio éramos ocho personas en aquella expedición. A los pocos días quedamos sólo seis, porque un señor mayor que venía al principio con nosotros, y había estado hasta entonces escondido, sin moverse, en la buhardilla de su casa, no pudo seguir y lo dejaron con un sobrino suyo, que también venía con nosotros y no quiso abandonarlo. Era un sistema brutal: al que desfallecía en el camino, lo dejaban, para que no atrapasen a todo el grupo. Atravesamos a pie parte del Pirineo, de noche, a escondidas, a lo largo de unas jornadas agotadoras.

Nos refugiábamos en lugares insospechados: en una cueva, en una choza, en un pajar de una casa de payeses. Y no se me olvidará nunca aquella madrugada...

Habíamos caminado durante toda la noche, y estábamos muy cerca de Andorra. El guía nos había dejado ya, diciéndonos: 'me voy; aquel pueblo que veis es Sant Julià'. Llegamos, y después de pasar el control de la gendarmería francesa, nos dio comida y ropa la familia Ribas, hacendados andorranos, que se dedicaban por entero a atender a cuantos lograban pasarse.

De Sant Julià pasamos a Les Escaldes donde, al cabo de un par de días, encontramos un camión que, por motivo de la nieve, sólo pudo llevarnos hasta el 'Pas de la Casa' y el resto, hasta Francia, había que hacerlo a pie.

Nos pusimos a andar. Parecía que se habían terminado todos los peligros... Seguimos caminando... y entonces se nos vino encima una gran tormenta de nieve, que nos cegó por completo...

No sabíamos qué hacer. Empezamos a dar vueltas y vueltas sin encontrar el rumbo. Pasaba el tiempo y no lográbamos orientarnos. Vueltas y más vueltas. Después de tantos sufrimientos -pensé-, ¿íbamos a morirnos así, congelados de frío, perdidos en mitad de la montaña?

Lo pasamos mal, muy mal... La tormenta no cedía y el frío era cada vez más intenso. Teníamos las piernas y los brazos completamente entumecidos...

Entonces me encomendé a mi madre, porque estaba seguro de que, desde el Cielo, me tenía que guardar. Y en aquel preciso instante apareció un gendarme francés que llevaba correo a Andorra. Y pudimos llegar sanos y salvos a L'Hospitalet... en Francia.

Sin embargo, en aquel mes de mayo del 37 esta travesía resultaba, a pesar de todo, relativamente fácil. La frontera no estaba tan vigilada como tiempo más tarde, cuando las autoridades se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo allí.

Más tarde, en el mes de noviembre, cuando se pasó el Fundador del Opus Dei, 'pasarse al otro lado' presentaba mucho más riesgo y constituía una auténtica aventura..."