En los Hospitales de Madrid. María Ignacia García Escobar

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

"La fortaleza humana de la Obra -explicaba el Fundador- han sido los enfermos de los hospitales de Madrid: los más miserables; los que vivían en sus casas, perdida hasta la última esperanza humana; los más ignorantes de aquellas barriadas extremas".

Uno de los hospitales a los que acudía don Josemaría, el Hospital del Rey, había cambiado su nombre, en aquellos años de exaltación republicana, por el de Hospital Nacional. Su capellán era un sacerdote joven de 28 años, don José María Somoano, vinculado estrechamente con el Fundador del Opus Dei.

El hospital estaba enclavado al norte de la Ventilla, cerca de Tetuán de las Victorias, a siete kilómetros del centro de Madrid, y contaba con especialistas de prestigio, como el doctor Tapia, al que había venido a ver, desde Barcelona, Enrique García, padre de Manolita, como hemos visto anteriormente.

En aquel lugar se encontraba hospitalizada una mujer cordobesa de 34 años, María Ignacia García Escobar, que había ingresado en 1930 con una tuberculosis avanzada e incurable. Esta fotografía data de aquella época.

Pero no hay que imaginarse a María Ignacia siempre tal y como aparece en esta fotografía, con el gesto serio y con su vestido de fiesta, bordeado, al gusto de la época, de pequeñas perlas blancas. Era una joven sencilla, como sencilla había sido su vida hasta entonces, aunque, como comentaba su antigua maestra, "tuvo que sufrir mucho moral y físicamente. Moralmente a causa de su hermana Braulia, enferma tuberculosa y también porque a la muerte del padre se arruinaron".

Aquella ruina -causada por la quiebra de una empresa en la que los hermanos habían invertido el dinero procedente de una venta familiar- los había dejado en una difícil situación económica. Sólo gracias al famoso torero "Bombita", que era amigo de la familia, pudieron hacer por ella lo único que se podía hacer entonces, como ya hemos visto, por un tuberculoso: ingresarla para una "cura de aire" en el Sanatorio del Guadarrama, aunque sólo fuera por un año. Desde Guadarrama pasó a Madrid, al Hospital del Rey.

Urgido por el Fundador, don José María Somoano le decía con frecuencia a María Ignacia: "hay que pedir mucho por una intención, que es para bien de todos. -Esta petición, no es de días; es un bien universal que necesita oraciones y sacrificios, ahora, mañana, y siempre. Pida sin descanso...

"María Ignacia ofrecía todos sus dolores por aquella intención: "De noche -escribía en su cuaderno de notas-, cuando los dolores no me dejan dormir, me entretengo en recordarle su intención repetidas veces a Nuestro Señor".

"Sonreiré estos días -escribe también en coloquio con el Señor el 7 de febrero- en medio de cuantas sequedades y tribulaciones quieras enviarme. Todo lo podré contigo".

Su hermana Braulia escribe que don Josemaría "era el alma de todo el apostolado que se hacía en aquel hospital madrileño". Y recuerda, además de don José María Somoano, a otros sacerdotes amigos del Fundador que le ayudaban en aquella tarea apostólica, como don Lino Vea-Murguía, un sacerdote joven de una familia acomodada de Madrid.