Isidoro Zorzano

Biografía de Isidoro Zorzano. (Ediciones Rialp)

Don Josemaría e Isidoro se conocían desde la adolescencia: habían coincidido en los estudios del Bachillerato en el Instituto de Logroño. La familia de Isidoro, formada por antiguos emigrantes, se había vuelto a España cuando él tenía sólo tres años, con la idea de permanecer una temporada en la Península y volverse de nuevo a América. Pero la muerte de su padre y una quiebra económica hizo que aquella estancia en Logroño se convirtiese en definitiva.

Isidoro había realizado la carrera de Ingeniería en Madrid, y en noviembre de 1928 se fue a trabajar al astillero de la Sociedad española de Construcción Naval de Matagorda, en la Bahía de Cádiz, y más tarde a Málaga, en los Ferrocarriles Andaluces. A partir de aquel momento parecía que los destinos de estos dos hombres iban a distanciarse definitivamente. Pero Dios seguía tejiendo "encuentros casuales" y haciendo coincidir caminos.

El 24 de agosto de 1930, cuando Isidoro se dirigía hacia Logroño para estar con su familia, hizo una breve parada en Madrid con el deseo de visitar a su viejo amigo Josemaría, que le había escrito poco antes en una postal: "cuando vengas por Madrid, no dejes de verme. Tengo que contarte muchas cosas". ¿De qué se trataría? También Isidoro tenía muchas cosas que contarle...

Pero al llegar a la capital, como no lo había avisado previamente, no lo encontró en casa, y se marchó en dirección a la Puerta del Sol.

Don Josemaría estaba en esos momentos visitando a un chico enfermo "cuando de pronto sentí -escribió más tarde- el impulso de tener que salir a la calle. Le dije que me marchaba y, aunque la madre insistió en que me quedara, por la compañía que hacía a su hijo, me despedí. No sabía a dónde iba; ya en la calle, sin saber a dónde me dirigía, me encontré de sopetón con Isidoro, que estaba haciendo tiempo para coger el tren de vuelta y 'casualmente' pasaba también por allí".

Aquel encuentro marcaría definitivamente la vida de Isidoro. "Nada más saludarme -recordaba el Fundador- me dijo a bocajarro: Quiero entregarme a Dios y no sé cómo ni dónde". Ya en casa, Isidoro le contó detalladamente sus inquietudes espirituales, y al oírle, don Josemaría le habló extensamente de lo que Dios le había hecho ver poco tiempo antes.

Isidoro comprendió: "aquello" que su amigo había "visto" el 2 de octubre de 1928 era precisamente lo que estaba buscando desde hacía tiempo. Era un camino de santidad totalmente nuevo para él, donde podría llevar a cabo las inquietudes espirituales que sentía en el fondo del corazón.