c) Complementariedad entre testimonio y palabra

“La santificación del trabajo. El trabajo en la historia de la espiritualidad”. Libro escrito por el teólogo José Luis Illanes. Décima Edición revisada y actualizada.

Entre palabra y testimonio hay, en efecto, nexos profundos: son, en verdad, dos realidades inseparables, siempre y con acentos singulares en el apostolado secular.

Si toda palabra que plantea a los demás horizontes que comprometen a fondo la existencia -y tal es el caso del anuncio evangélico- resulta avalorada por el testimonio, por el compromiso personal de aquel que la pronuncia, ello tiene especial relevancia en el caso del cristiano corriente, que actúa -ya lo hemos dicho- sin mandatos ni representaciones oficiales, sin más autoridad, por así decir, que la que pueda prestarle su propio vivir. En él, la palabra no solo connota el testimonio, sino que lo presupone de una forma que cabe calificar incluso de constitutiva.

El Beato Josemaría lo recordó con frecuencia, retrotrayéndose, para buscar el fundamento de esa realidad, al actuar del mismo Cristo. Así lo hacía, por ejemplo, en 1968, al responder a un periodista. La caridad, explicaba, impulsa al cristiano a vivir todas las virtudes -la justicia, la solidaridad, la alegría, la amistad, etc.-, ya que sin ellas es imposible amar con obras; „se ve enseguida -continuaba- que la práctica de estas virtudes lleva al apostolado. Es más: es ya apostolado. Porque, al procurar vivir así en medio del trabajo diario, la conducta cristiana se hace buen ejemplo, testimonio, ayuda concreta y eficaz; se aprende a seguir las huellas de Cristo que coepit facere et docere (Hch 1,1), que empezó a hacer y a enseñar, uniendo al ejemplo la palabra“ (184). Primero hacer, luego enseñar. Así actuó Cristo, que antes de hablarnos de amor, nos amó con obras, haciéndose hombre, trabajando largos años en Nazaret, entregándose con una disponibilidad absoluta. Y así debe obrar el cristiano, viviendo de amor y manifestando ese amor en sus acciones: solo entonces, refrendada por el ejemplo, su palabra será plenamente fecunda.

Pero si la palabra, para ser eficaz, presupone el testimonio, este, a su vez, se ordena a la palabra, ya que la raíz de la vida del cristiano trasciende al cristiano mismo y a lo que sus obras pueden dar a conocer. Esa raíz no es, en efecto, otra cosa que el amor de Dios, y la verdad infinita de Dios y de su amor son realidades insondables, que solo la palabra cristiana -en cuanto eco de la palabra pronunciada por Cristo mismo- puede de algún modo desvelar. Por eso el Beato Josemaría, subrayando la centralidad del ejemplo en el apostolado cristiano, y singularmente en el del seglar o cristiano corriente, insiste a la vez en que el testimonio no puede ser mudo: debe abrirse a la palabra, ordenarse a ella. „Llenar de luz el mundo, ser sal y luz (cfr. Mt 5,13-14): así ha descrito el Señor la misión de sus discípulos. Llevar hasta los últimos confines de la tierra la buena nueva del amor de Dios. A eso debemos dedicar nuestras vidas, de una manera o de otra, todos los cristianos (...). Cada uno de vosotros ha de ser no solo apóstol, sino apóstol de apóstoles, que arrastre a otros, que mueva a los demás para que también ellos den a conocer a Jesucristo“ (185).

„Si admitieras la tentación de preguntarte, ¿quién me manda a mí meterme en esto?, habría de contestarte: te lo manda -te lo pide- el mismo Cristo. ‘La mies es mucha, y los obreros son pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe operarios a su mies’ (Mt 9,37-38). No concluyas cómodamente: yo para esto no sirvo, para esto ya hay otros; esas tareas me resultan extrañas. No, para esto, no hay otros; si tú pudieras decir eso, todos podrían decir lo mismo. El ruego de Cristo se dirige a todos y a cada uno de los cristianos (...). O producimos frutos de apostolado, o nuestra fe será estéril“. „Además -prosigue, llegando al punto que aquí más interesa-, ¿quién ha dispuesto que para hablar de Cristo, para difundir su doctrina, sea preciso hacer cosas raras, extrañas? Vive tu vida ordinaria, trabaja donde estás, procurando cumplir los deberes de tu estado, acabar bien la labor de tu profesión o de tu oficio, creciéndote, mejorando cada jornada. Sé leal, comprensivo con los demás y exigente contigo mismo. Sé mortificado y alegre. Ese será tu apostolado. Y, sin que tú encuentres motivos, por tu pobre miseria, los que te rodean vendrán a ti, y con una conversación natural, sencilla -a la salida del trabajo, en una reunión de familia, en el autobús, en un paseo, en cualquier parte-, charlaréis de inquietudes que están en el alma de todos, aunque a veces algunos no quieran darse cuenta: las irán entendiendo más, cuando comiencen a buscar de verdad a Dios“ (186).

Con la coherencia de su vida y con palabras naturales y sencillas, partiendo de su trabajo y en medio de él, el cristiano -todo cristiano- podrá y deberá ser levadura que hace fermentar la masa (187); brasa encendida que caldea los caminos de la tierra con el fuego divino que lleva en el corazón (188); piedra caída en el lago, que da origen a un círculo, y este a otro y a otro, llevando así hasta los confines de la tierra el nombre de Cristo (189). Y eso no como resultado de actitudes sobreañadidas, sino como consecuencia de un desarrollo de la fe, de la esperanza y de la caridad que informa el existir diario. „Para el cristiano, el apostolado resulta connatural: no es algo añadido, yuxtapuesto, externo a su actividad a su ocupación profesional. ¡Lo he dicho sin cesar, desde que el Señor dispuso que surgiera el Opus Dei! Se trata de santificar el trabajo ordinario, de santificarse en esa tarea y de santificar a los demás con el ejercicio de la propia profesión, cada uno en su propio estado“ (190).

En conformidad con ese planteamiento, el Fundador de la Obra no hablaba tanto de hacer apostolado , cuanto de ser apóstoles . Porque, y es importante insistir en ello, de lo que se trata no es de dedicar unas horas al apostolado como si este fuera una tarea sectorial, ni de desempeñar una actividad apostólica con la mentalidad de quien cumple un horario, sino de algo radicalmente diverso: de vivir la profesión, y el conjunto del existir, con conciencia de la propia y personal misión cristiana. Para el cristiano, el apostolado -la entrega a los demás, la preocupación por darles a conocer a Cristo y atraerlo hacia Él- no es una mera función, sino más bien una intención, una orientación permanente del alma, de la que brotará una también permanente dedicación personal, que no tiene por qué tener manifestaciones externas singulares o llamativas, pero que impregnará de hecho toda la vida. Si la caridad, en la vertiente que lleva hacia Dios, hace del trabajo vida contemplativa; en la vertiente que lleva hacia los hombres, hace de ese mismo trabajo entrega, amor, servicio y, en consecuencia, vida apostólica.

Quiza por eso nada mejor para cerrar este apartado que un párrafo, paralelo a otros ya citados, en el que el Beato Josemaría pone de relieve ese punto central de su mensaje que es la unidad de vida, subrayando precisamente la interpenetración de las tres dimensiones que acabamos de mencionar: contemplación, apostolado, secularidad. „El doble aspecto de nuestro fin -ascético y apostólico- está tan intrínseca y armonicamente unido y compenetrado con el carácter secular del Opus Dei, que da origen a una unidad de vida sencilla y fuerte -unidad de vida ascética, apostólica y profesional-, y hace que nuestra existencia entera sea oración, sacrificio y servicio, con un trato filial con la Trinidad Beatísima: con el Padre, con el Espíritu Santo, con Jesucristo, perfectus Deus, perfectus homo “ (191).

Notas

184 Conversaciones , n. 62; otras referencias al „empezar a hacer y a enseñar“ de Cristo en Camino , n. 342; Es Cri-sto que pasa, nn. 21 y 182; de Dios, nn. 115 y 163.

185 Es Cristo que pasa , n. 147; sobre la importancia básica del testimonio y su conexión con la palabra que descubre horizontes sobrenaturales, ver también Estatutos , nn. 113-114.

186 Amigos de Dios , nn. 272-273.

187 Cfr. Amigos de Dios , nn. 257-258.

188 Cfr. Camino , n. 1 ( Consideraciones espirituales , p. 5).

189 Camino , n. 831 ( Consideraciones espirituales , p. 78).

190 Es Cristo que pasa , n. 122.

191 Carta 14-II-19-50, n. 5; ver también los densos párrafos que se dedican a la unidad de vida en Estatutos , nn. 79, & 1 y 80, & 2. Un comentario teológico en I. DE CELAYA, Unidad de vida y plenitud cristiana , en F. OCÁRIZ e I. DE CELAYA, Vivir como hijos de Dios. Estudios sobre el Beato Josemaría Escrivá , Pamplona 1993, pp. 93-128

Jose Luis Illanes