3) El sentido de una canonización

¿De qué manera se enriquece la Iglesia con una canonización? ¿Cómo ayuda a los fieles cristianos? ¿Qué relevancia posee este acto para la vida de la Iglesia? En definitiva ¿qué sentido tiene?

La razón más profunda de toda canonización, "las muchas que han tenido lugar en tiempos y años pasados, y la que tendrá lugar próximamente, nos sitúan ante una realidad fáctica, ante un hecho o, mejor dicho, ante una persona –en este caso, Josemaría Escrivá- de quien se afirma que objetiva y realmente ha sido fiel al ideal cristiano, encarnándolo en su vida. A la vez nos colocan ante el reconocimiento de ese hecho, y un reconocimiento solemne, realizado por la comunidad cristiana a través de quienes la representan", afirma el teólogo José Luis Illanes.

Las canonizaciones "no son un acto privado, sino un acto de la Iglesia como tal. De ordinario suelen estar precedidas de un período en el que la persona o personas a las que se refieren han suscitado admiración e incluso han sido objeto de devoción popular, más o menos extendida según los casos, pero cuando tiene lugar la beatificación –y más aún esa segunda declaración solemne que es la canonización- se da, para la conciencia creyente, un salto de calidad: no se está ante la mera convicción privada que algunos –pocos o muchos- pueden tener respecto a la ejemplaridad cristiana de una determinada persona y su comunión con Dios más allá de la muerte, sino ante un juicio de la Iglesia, es decir, de la comunidad cristiana en cuanto tal, y un juicio de dimensiones trascendentes".

Las beatificaciones y canonizaciones implican "no sólo una valorización positiva de la vida de una persona, de la que se reconoce que ha plasmado en hechos de vida el mensaje del Evangelio, y a la que se propone, por tanto, como inspiración, modelo o impulso para los demás cristianos, sino además la autorización, o la recomendación –según los casos- del culto, de la veneración pública, del recurso a su intercesión. La Iglesia católica se considera capacitada no sólo para reconocer la calidad cristiana de una vida, sino para asomarse de algún modo más allá de la muerte, hasta vislumbrar que un hombre o una mujer concretos han entrado en la plena intimidad con Dios y puede, por tanto, acudirse a su valimiento. De ahí la audacia que implican las beatificaciones y canonizaciones y el choque o el escándalo que pueden representar para el no creyente."

Las beatificaciones y canonizaciones están relacionadas con una verdad decisiva en orden a determinar la comprensión de la historia que ofrece el cristianismo: la comunión de los santos, es decir, la conciencia que la Iglesia tiene de estar en comunión también con las generaciones que nos han precedido. La historia es un proceso, mejor, una aventura; y de esa aventura somos protagonistas no sólo los hombres que hoy poblamos la tierra, sino la totalidad de los que han vivido. El destino de cada persona no termina con su muerte, sino que se prolonga en el más allá, ya que la muerte interrumpe ciertamente un modo de existir, pero no el existir en cuanto tal. Más aún, quienes mueren no entran en un cielo empíreo, alejado de los avatares del vivir terrestre, sino que continúan interesados en nuestra historia y vinculados a ella".