«Lo que se dice allí, se vive»

“La herencia de Mons. Escrivá de Balaguer”, escrito por Luis Ignacio Seco.

Doy clases de gimnasia –dice Lázaro, el entrenador– en el Puente de Vallecas gratuitamente, aparte de preparar físicamente a más de mil cada año y entrenar a un centenar de atletas. Ese gimnasio tiene trescientos socios. Les doy charlas, primero de virtudes humanas para que puedan entender las virtudes cristianas, y después de doctrina cristiana. Cuando están formados se les explica quién es Dios y qué quiere Dios de ellos, y se les enseña a vivir la libertad y la responsabilidad. Asisten los que quieren, y suelen ser más del ochenta por ciento. Todos son obreros. Tienen deseos de saber y de conocer a Dios. En el gimnasio hablo también con los padres de los chicos. La mayoría, por el sitio en que están, son gente trabajadora, y lo que se hace es una labor social seria, humana y profesional. En las clases doctrinales a los chicos se les abre un mundo nuevo, empiezan a comprender el sentido positivo de la vida cristiana. Chicos que no han pisado la iglesia, porque no se les ha ocurrido hacerlo, o por dificultades de la vida, llegan a plantearse las cosas seriamente y son ejemplos de vida cristiana. Un día pregunté: «¿Cuál es el sexto mandamiento?» No lo sabían. Entonces viene el explicarles. Esta gente piensa que Dios está muy lejos, que no es cosa para ellos, y cuando ven que es para ellos, reaccionan muy bien, lo toman en serio y en un par de meses trabajan de cara a Dios y son de comunión frecuente. Se enfrentan sin doblez con la vida, de un modo llano, sencillo, lleno de sinceridad y de lealtad; montan sus obligaciones sobre la idea del servicio a los demás. Claro que hay algunos que no entienden estas cosas, pero, con constancia, acaban entendiéndolas: de entrada dicen que son ateos a comunistas... Tienen una deformación tan grande a veces que no saben lo que son. Y se dan cuenta de que no son nada. Y se les da formación para que ellos puedan distinguir y elegir lo que les conviene.

–¿Y cómo sirve usted a la Iglesia?

–Se lo acabo de decir. Si no sirves así a la Iglesia, dedicando a la gente dos o tres horas todos los días, usted me dirá cómo hay que servirla. Lo que se hace en el gimnasio es darles ejemplo en todo. Lo que se dice allí, se vive. Y pasa lo que me pasó a mí. Hay alegría, compañerismo, nos ayudamos. Entendámonos: hablo de ayuda moral, espiritual; en lo profesional cada uno se saca las castañas del fuego. A la gente no se les va a dar un plato de lentejas. Se les dan los medios de formación para que nunca tengan necesidad de pedir un plato de lentejas.