Madre de seis hijos

“La herencia de Mons. Escrivá de Balaguer”, escrito por Luis Ignacio Seco.

Me suelo levantar a las siete –dice Ketty, mujer de un ingeniero naval y madre de seis hijos–, generalmente muy cansada. Es el momento de organizar a la familia para que lleguen a tiempo a los autobuses y al colegio. Después suelo ir a Misa de diez. Y a continuación me dedico a organizar la casa... Es un trabajo maravilloso, porque supone entregarte continuamente a los demás. Pero esto tampoco te exige estar siempre encerrada, sin abrirte a un horizonte más amplio. Cuando nos casamos, mi marido y yo estábamos muy enamorados, como es normal... No necesitábamos de nada ni de nadie para ser felices, pero esto no quiere decir que nos encerráramos el uno en el otro y nada más... Y aunque todavía procuramos reservar momentos de serenidad para tratar los asuntos más personales y delicados, esto a veces resulta difícil. Cuando los niños se van haciendo mayores, toman parte en todas las conversaciones con los padres. Durante año y medio no hemos tenido apenas tiempo de hablar... Entonces lo que hacíamos era comer rápidamente y yo le acompañaba al trabajo: tomábamos café en una cafetería y así podíamos estar unos minutos a solas. Todo es cuestión de buena voluntad, de ordenarte. Mi trabajo profesional es la casa. A mis hijos y a mi marido les hace una ilusión enorme quesea yo la que arregle la casa y cuide de todo. Además es la única forma de poder ir educando y enseñando a los niños... De nada sirve predicarles si se dan cuenta de que tú no vives eso que mandas. Me preocupa que ahora a los niños se les educa con un excesivo bienestar material. ¡Pero qué cariño es ése! Pienso que a mí me ha venido tan bien pasar una infancia con privaciones... el mayor manjar que ha existido para mí durante años era el pan con tocino. Por eso creo que el educar a los niños con un exceso de comodidades y de caprichos es uno de los mayores daños que se les puede hacer...

Trabajo también –sigue Ketty– en el Departamento de Orientación Familiar de un colegio. Nos preocupa la formación, tanto humana como espiritual de los niños. Pero esta formación debe continuar en la familia. El mayor problema es la falta de confianza. Tiene que haber un diálogo entre los hijos y los padres.