Cuenta François Gondrand en su biografía de Mons. Escrivá de Balaguer, titulada Al paso de Dios, que ya en 1936, y posteriormente en 1940, el Fundador del Opus Dei preguntaba a los primeros miembros que estaban junto a él:
«Si yo me muero, ¿continuarás con la Obra?.
–Sí, Padre, continuaré haciendo la Obra, le respondían».
Años más tarde, continuaba pensando que en el Opus Dei no hay nadie indispensable: «Ni siquiera yo, que soy el Fundador», agregaba a veces.
Estas anécdotas, que revelan el profundo desprendimiento de sí mismo y la humildad de Mons. Escrivá de Balaguer, tuvieron siempre un fiel reflejo en su tarea de gobierno en el Opus Dei, desarrollada durante cuarenta y sietc años:
«La labor de dirección en el Opus Dei es siempre colegial, no personal –decía en 1966 a Tad Szulc–. Detcstamos la tiranía, que es contraria a la dignidad humana».
De acuerdo con este espíritu, no puede parecer extraño que la organización del Opus Dei resulte sencilla y mínima, ya