26 de junio de 1975

Breve biografía sobre el Fundador del Opus Dei escrita por José Miguel Cejas

Durante su estancia en México se reunió con un grupo numeroso de sacerdotes diocesanos de Guadalajara, con los que sostuvo un encuentro largo y animado. Pero el calor era agobiante y acabó extenuado.

Se retiró para descansar. Observó entonces que frente a su cama había un cuadro de la Virgen de Guadalupe. Representaba a la Señora ofreciendo una rosa al indio santo, Juan Diego. La contempló con detenimiento.

—Así quisiera morir, musitó: mirando a la Santísima Virgen, y que Ella me dé una flor...

“El 26 de junio de 1975 —escribía un periodista, de la Real Academia Española— el cielo estaba azul y yo estaba en mi casa del Pincio, viendo desde el balcón, en la lejanía, la cúpula de San Pedro sobre el Monte Vaticano, el Monte de los Vaticinios. Sonó el teléfono. Me dieron la noticia escuetamente: ´Ha muerto Mons. Escrivá de Balaguer´. Ni una sílaba más, porque ante lo decisivo sólo el silencio es grande; el resto, debilidad.

Pero salí a preguntarle a sus amigos. No se encontraba enfermo. En cualquier caso no le había comunicado a nadie inquietudes acerca de su salud. El 26 de junio había madrugado, como siempre. La del alba sería cuando salió a tener una plática con unas hijas suyas en Castelgandolfo. Como Santa Teresa de Jesús, este hombre de virtudes heroicas podía decir: `Hijas, cosas son éstas para entretener la espera´ ”.

En contra de lo que suponía el académico, había pasado ya la hora del alba cuando Josemaría Escrivá se reunió con un grupo de mujeres del Opus Dei. Aquella mañana había celebrado, en Roma, a las ocho, la Misa votiva de la Virgen. A las nueve y media de la mañana salió hacia Castelgandolfo y durante el camino rezó los misterios gozosos del Rosario. Al entrar en la sala de estar de la casa vio, en uno de los muros, una imagen de la Virgen que le resultaba particularmente entrañable: esa imagen había recogido la última mirada de su madre antes de morir.

Vosotras, por ser cristianas —dijo—, tenéis alma sacerdotal, os diré como siempre que vengo aquí. Podéis y debéis ayudar con ese alma sacerdotal, y con la gracia de Dios, al ministerio sacerdotal de nosotros, los sacerdotes. Entre todos haremos una labor eficaz. Sacad motivo de todo para tratar a Dios y a su Madre Bendita, Nuestra Madre, y a San José, nuestro Padre y Señor, y a nuestros Ángeles Custodios, para ayudar a esta Iglesia Santa, nuestra Madre, que está tan necesitada, que lo está pasando tan mal en el mundo en estos momentos. Hemos de amar mucho a la Iglesia y al Papa. Pedid al Señor que sea eficaz nuestro servicio a su Iglesia y al Santo Padre.

Se sintió indispuesto y se retiró. Regresó a Roma, y poco después, hacia las doce de la mañana, falleció de un paro cardíaco en la habitación donde solía trabajar.

En aquel cuarto estaba una imagen de la Virgen de Guadalupe a la que saludaba con la mirada siempre que entraba en la habitación. Ella se llevó su último saludo de amor. Dios le concedió morir como había pedido: mirando una imagen de la Señora.

El día siguiente, 27 de junio, fue sepultado en la Cripta del entonces oratorio de Santa María de la Paz. En la losa de mármol se colocó, bajo el sello de la Obra, esta inscripción, que era su biografía en dos palabras:

EL PADRE

y abajo, las fechas de su nacimiento: 9.I.1902, y de su muerte: 26.VI.1975.

* * *

El cuerpo de Josemaría Escrivá reposa en la actualidad en la iglesia prelaticia de Santa María de la Paz, en la Sede Central de la Prelatura del Opus Dei, en Roma, continuamente acompañado por miles de peregrinos que acuden a rezar junto a su tumba. Allí continúa intercediendo ante Dios, y prosigue, desde el Cielo, su siembra de paz.

Tras su fallecimiento la fama de santidad del Fundador del Opus Dei era patente: y las alrededor de 6.000 cartas postulatorias que enviaron a la Santa Sede personas de más de 100 países del mundo demostraban el interés con el que aguardaban amplios sectores de la sociedad eclesial y civil la apertura de la Causa.

Se dirigieron en este mismo sentido al Santo Padre, 69 cardenales, 241 arzobispos, 987 obispos (más de un tercio del episcopado mundial) y 41 superiores de órdenes y congregaciones religiosas.

En 1981 se introdujo su Causa de Canonización y el 9 de abril de 1990 se promulgó el Decreto sobre el ejercicio heroico de las virtudes del Siervo de Dios

Un año después, el 7 de julio de 1991, la Santa Sede dio lectura al decreto de un milagro realizado por intercesión del Venerable Josemaría Escrivá.

Se trató de la curación repentina de Sor Concepción Boullón Rubio, una carmelita de la Caridad de 70 años que residía en el Convento del Escorial, cerca de Madrid. Cuando se encontraba al borde de la muerte como consecuencia de las diversas enfermedades que padecía, una noche de junio de 1976 quedó completamente curada.

El 17 de mayo de 1992 Juan Pablo II beatificó a Josemaría Escrivá en la Plaza de San Pedro, en Roma, ante miles de peregrinos. Diez años más tarde, después de aprobar el 20 de diciembre de 2001 un decreto de la Congregación para las Causas de los Santos sobre un nuevo milagro atribuido a su intercesión y de oír a los Cardenales, Arzobispos y Obispos reunidos en el Consistorio el 26 de febrero de 2002, el Santo Padre Juan Pablo II decidió que el Beato Josemaría fuera canonizado el 6 de octubre de 2002, en el año del centenario de su nacimiento.

A partir de ese día, este sacerdote que sólo buscó cumplir con la misión que Dios le había encomendado —difundir el mensaje de la santidad en medio del mundo, mediante la santificación del trabajo, sembrar la paz entre los hombres—, será venerado en la Iglesia como San Josemaría.