Otra caricia de la Virgen

Breve biografía sobre el Fundador del Opus Dei escrita por José Miguel Cejas

Seguía padeciendo la fuerte diabetes que le habían diagnosticado en El Escorial. Desde un punto de vista meramente humano, se iba enfrentando, en cada época de su vida, con dificultades fuera de lógica : cuando quiso empezar en otras ciudades de España, estalló la guerra civil. Cuando se dispuso a expandir el Opus Dei por el mundo, comenzó la guerra mundial. Y ahora, que impulsaba la labor apostólica en tantos países desde Roma, sufría una enfermedad le provocaba cada jornada una molestia distinta: un día estaba desfallecido; otro, le dolía la cabeza; al siguiente, le fallaba el ojo derecho. Tuvo una infección que le produjo un giro violento en las raíces dentales, y que llegó a tal punto que el dentista tuvo que hacerle una extracción con los dedos, para evitar una hemorragia, fatal en aquellos momentos.

Todo ilógico humanamente, respondía a la misteriosa lógica de Dios , que en un determinado momento le dio la enfermedad; y en otro determinado momento... se la quitó.

Era consciente de la gravedad de su mal. Había hecho colocar un timbre junto a su cama para pedir los sacramentos, por si le llegaba su última hora de forma repentina. Pero no vivía aquella situación de forma dramática: cada noche, antes de acostarse, rezaba confiado: Señor, no sé si me levantaré mañana; te doy gracia por la vida que me des y estoy contento de morir en tus brazos. Espero en tu misericordia.

A comienzos de 1954 el resultado de los análisis semanales era cada vez más negativo. Hasta que el 27 de abril, fiesta de la Virgen de Montserrat, cuando estaba sentado en la mesa, hacia la una de la tarde, sufrió un shock anafiláctico: se dio cuenta que se moría y le dijo a Álvaro del Portillo, que le acompañaba, como de costumbre:

Álvaro, dame la absolución.

—Padre, ¿qué dice? —le preguntó éste, desconcertado.

¡La absolución!

Comenzó a indicarle la fórmula —ego te absolvo...— y se desvaneció sin sentido.

Tras absolverle, del Portillo intentó que tomara azúcar y avisó rápidamente al médico. Este llegó a los pocos minutos, cuando don Josemaría empezaba a recobrarse, aunque se había quedado ciego.

El médico se quedó extrañado por aquella sorprendente evolución. Al cabo de varias horas, don Josemaría se repuso del todo y recobró la vista. Y desde aquel día quedó curado de la diabetes que sufría desde hacía diez años. Fue una nueva caricia de la Virgen en su vida.

Personalmente estaba muy tranquilo —comentaba—, aunque me daba pena irme de vosotros. Pero por todo lo que habéis pedido por mí al Señor, Él os ha oído.