José María, ¡ayúdame con la traducción al mandarín!

Joaquín Romero es un barcelonés que, desde hace dos décadas, va en silla de ruedas debido a una esclerosis múltiple. Es autor de "El invitado imprevisto", sobre cómo se puede ser feliz en el dolor.

"Cuando llegó Dongmei con su familia, justo un año después de rezar a diario por esta intención, no acababa de creérmelo".Foto: blog "El invitado imprevisto"

Todas las mañanas le pido a D. José María Hernández Garnica por los frutos apostólicos de El invitado imprevisto en los cinco continentes.

Como nuestro Padre le pidió extender la Obra por todo el mundo, pensé que a mí también me podría ayudar con la traducción al mandarín de El invitado imprevisto. Le dije para mis adentros que, en definitiva, este libro enseña que la enfermedad también es una ocasión para tratar al Señor.

También busqué apoyo en mi amigo Johnny.

Johnny quedó tetrapléjico a causa de una agresión sufrida cuando estaba trabajando como policía (este era su trabajo). A raíz de su lesión lo pude conocer y ahora somos amigos. Sé que es persona de fe y le pedí que encomendara y apoyara todo lo referente a la traducción y difusión de mi libro al mandarín.

Queda claro cómo estaba repartido el trabajo: Chiqui, desde el Cielo, a nivel mundial y Johnny, desde aquí, a nivel de China (nivel nada desdeñable teniendo en cuenta que hay 1.300 millones de chinos).

El día 22 de junio recibí un correo de Jordi P. que me decía: “¡Me parece que ya he dado con el contacto adecuado!”

Se trataba de Dongmei, que es doctora por el IESE, escuela de negocios para la que trabaja en Shangai. Esta señora se convirtió al catolicismo en Barcelona, mientras hacía el doctorado.

El 23 de junio escribí un e-mail a mi amigo Mathias y su mujer Betty, que viven en Alemania, pidiéndoles que me tradujeran una carta que quería enviar a Dongmei, en la que me presentaba y le pedía ayuda con la traducción al mandarín de El invitado imprevisto.

El día 24 Mathias me contesta que con mucho gusto se encargarían de la traducción de la carta y, para mi sorpresa, añade que Dongmei es colega de su esposa —Betty también hizo su doctorado en IESE— y que los dos fueron los padrinos cuando Dongmei se bautizó hace 5 años en la Iglesia de Santa María Reina”.

Primera casualidad.

Poco después, a través de Rafa C. conozco a Pedro, persona que conocí en una visita a mi casa. El viene un rato conmigo todas. En nuestra primera conversación le hablo del libro y de su traducción al mandarín por parte de Dongmei. Al momento me interrumpe y me dice: “me parece que hay una amiga de mi mujer que se llama así”. Después de unos días me lo confirma.

Increíble: la mujer de mi amigo Pedro, que trabaja en el IESE y es escocesa, conoce a la persona que me va a traducir el libro al mandarín.

Segunda casualidad.

Chiqui y Johnny están cumpliendo su parte del trato. Y más que eso, porque las cosas se están acelerando.

Cuando estaba hablando de todo esto con mi madre y ella me manifestaba su preocupación por la financiación del proyecto (ella, desde luego, no podría ayudarme en eso) me llega un mail de Dongmei. En inglés. Pedro lo lee y me dice que Dognmei ha empezado ya con la traducción.

¡Adelante! Ya pensaremos en la financiación en otro momento. Tenemos la ventaja de que Dongmei va despacio, pues no quiere que una mala traducción altere el sentido de las frases.