Ir a misa en Ruwais

Belisa y Rafael son un matrimonio venezonalo. Se mudaron recientemente a los Emiratos Árabes por razones de trabajo, y desde entonces han tenido la dicha de poder ir a Misa todas las semanas

Foto de Horizon.

Belisa:

Una de las cosas buenas de pasar un tiempo en el desierto es que la inmensidad y la nada te dan claridad de mente para pensar mejor.

Soy médico, recién casada, y desde hace poco tiempo Rafa y yo vivimos en Ruwais, un pueblito de los Emiratos Árabes que queda a dos horas y media de Abu Dhabi, que es la ciudad más cercana. 

Dejadme ser honesta: Ruwais ni siquiera es un pueblito: es un gran campamento construido alrededor de una refinería de petróleo, donde prácticamente todos los que viven allí son trabajadores de la industria. Desde que llegamos aquí hemos tenido la dicha de poder ir a Misa todas las semanas.

LA LOGISTICA DE LA MISA

La experiencia es de lo más especial. Debido a que este campamento-pueblo es propiedad de una empresa del Estado, que es musulmán, la comunidad católica no tiene permiso para construir una iglesia en donde reunirse. 

Aquí los católicos, conformados principalmente por gente de Filipinas y la India, tienen una logística organizadísima en donde van cambiando de casa cada semana para celebrar la Misa en un lugar diferente. Se trata de no molestar a ningún vecino árabe dos semanas consecutivas.

A cada Misa van al menos 80 personas, incluyendo muchísimos niños, que además asisten a clases semanales de catequesis. De todas las personas que asisten sólo cuatro somos occidentales. 

El sacerdote, que también es de la India, tiene que venir desde Abu Dhabi para dar la Misa a las siete y media de la mañana. Luego sigue a otro campamento-pueblo para celebrar otra Misa, y después regresa hasta su casa, que está a dos horas y media de camino. Los pocos sacerdotes del país hacen eso todos los días en diferentes pueblos.

En esa casa sencilla, sobre un altar modesto presidido por una pequeñísima cruz se realiza el milagro de la transustanciación, y Jesús se hace presente para que cada uno de nosotros podamos compartir el gran banquete del Pan de Vida eterna. En ese momento uno simplemente se da cuenta de lo maravilloso que es pertenecer a la Iglesia Católica.

 

Ruwais es un campamento-pueblo en Los Emiratos Árabes, que queda a dos horas y media de Abu Dhabi, la ciudad más cercana

Eso es la Iglesia, la gran familia que te acoge en cualquier rincón del mundo en donde estés. Sin duda no es nada sencillo. Para que la Misa tenga lugar hace falta el esfuerzo de mucha gente: del sacerdote, del que presta su casa, del diácono organizador, de la gente que acude, de todos. 

Esa señora india que tengo al lado, que en tantos aspectos es tan diferente de mí, en el fondo, somos muy parecidas porque nos une una misma lucha y una misma Fe. Seguro que también ella considera un regalo del Cielo poder tener Misa en Ruwais.

Rafael

Estando aquí me doy cuenta que uno es muy afortunado de haber crecido en un país católico. Aunque pienso que por tenerlo todo tan a mano (a “pata de mingo”, diría mi suegro), no nos damos cuenta de los inmensísimos beneficios. Ahora me arrepiento de todas las oportunidades perdidas en que no caminé unos cuantos pasos más para saludar al sagrario del hospital, o no fui a alguna de las tantas iglesias a oír Misa entre semana, a comulgar. 

En países como Venezuela mucha gente es católica, como una cosa “cultural”: naces y te bautizan (fiesta incluida); llegas a tercer grado, y haces la Primera Comunión con todos los amigos del colegio (fiesta incluida); en cuarto año de bachillerato, haces la Confirmación con los “panas” (fiesta incluida); te casas por la Iglesia (obvio… fiesta incluida). Y muchas veces no paramos a darnos cuenta de lo grandioso que es que seamos católicos. ¡Claro que tiene que incluirse la fiesta porque es algo de muchísima alegría, pero no porque sea algo “cultural” sino por el inmenso significado de fondo que tienen todos esos pasos que uno decide dar a lo largo de la vida para vivir cara a Dios!

Aquí la gente que va a Misa no lo hace porque sea algo “cultural”, sino que están convencidos de que lo que creen es la verdad y que ningún esfuerzo es en vano. Debe ser por eso que el ambiente que allí se siente es simplemente especial.

Ahora entiendo mejor las palabras de san Josemaría, que aseguraba que cuando leemos y hacemos nuestra la vida de Jesucristo los que están alrededor se dan cuenta (cfr. Camino, 2).