Los obligados a salir de su tierra

Las bombas y la muerte de la guerra les han forzado a dejar su país. Y también la represión y persecución política. Nueve refugiados, de los 70 que viven en Navarra, cuentan su historia. Lo hacen junto a un grupo de voluntarios de la Universidad de Navarra.

La familia Baghirova viene de Azerbaiyán. La madre, Saadat Baghirova, junto a su marido, Kanan Baghirova y su hijos Rena y Gurban. Foto: Jesús Caso / Diario de Navarra

Y si fueras tú con tu familia? ¿Te imaginas que hubieras tenido que abandonar tu tierra por la guerra o la represión? No son las preguntas del folleto de ninguna ONG ni de un documental de apoyo a los refugiados. Las formula un profesor universitario de Historia y lo hace en un parque de Pamplona. El profesor es Santiago Martínez Sánchez e imparte clases de Historia Contemporánea en la Universidad de Navarra. Y quienes escuchan, algunos voluntarios vinculados al centro académico.

Refugiados y voluntarios. Agachados (de izda a dcha): Ignacio Reina, Rena Baghirova, Santiago Martínez Sánchez, Gurban Baghirov y Eduardo Herrera. De pie; Abdulrazak Idris, Jacques Johnny Moutapam, Rafael García, Teresa Reina, Verónica Viteri (debajo), Saadat Baghirova, Kanan Gabhirov, Abdulrazak al-Yusuf, Keita Amadou, Mohammed Alzawbaye, Juan Pavía, Chris Valenzuela (debajo), Isabel Fernández Acín y Abdulkader Idris, en el parque de La Taconera de Pamplona. Foto: Jesús Caso / Diario de Navarra

Todos observan cómo el fotógrafo toma imágenes de la familia Baghirova para este reportaje. La madre, Saadat; el padre, Kanan; y sus dos hijos, Rena y Gurban, de 10 y 6 años sonríen a la cámara. Y lo hacen como cualquier familia que sale a pasear por La Taconera en una mañana soleada del último sábado de octubre. Cualquier paseante que presenciara la escena no pensaría que han tenido que abandonar su país, Azerbaiyán, una exrepública soviética, porque la madre, pediatra y oftalmóloga, militaba en un partido contrario a su Gobierno. Y que ahora viven en una residencia para refugiados pero que ya han conseguido alquilar un piso en la Chantrea.

Los obligados a salir de su tierra from Opus Dei

Estas cuatro personas forman parte de un grupo de doce refugiados que salen a pasear con los voluntarios de la Agrupación Universitaria para Oriente Medio (AUNOM*), impulsada hace un año por Santiago Martínez. “Les enseñamos Pamplona, vamos al museo, a tomar algo... Agradecen mucho la compañía, que alguien se preocupe por ellos”. Actualmente son unos 70 los refugiados de Oriente Medio (Siria, Irak, Azerbaiyán...), África (Camerún, Malí...) y América Latina (Venezuela...) que residen en toda Navarra.

‘La vida sigue’

“Aunque hayan vivido tragedias y perdido familiares, la vida sigue. Y si ven que hay personas que altruistamente quieren ayudarles, lo agradecen”. Como Saadat Baghirova. “Se han convertido en muy buenos amigos”, explica esta refugiada política en un castellano muy correcto aprendido solo en cinco meses. “Tuvimos que marcharnos porque vinieron a nuestra casa golpeando todo”, cuenta esta mujer de 35 años. Hoy relatará su historia a todos los que quieran escucharla. Será en el salón de actos del edificio de Ciencias de la Universidad de Navarra a las 19,15 horas, en un coloquio sobre Los refugiados de Oriente Medio, en el que intervendrán alumnos y profesores.

“Les enseñamos Pamplona, vamos al museo, a tomar algo... Agradecen mucho la compañía, que alguien se preocupe por ellos”. Actualmente son unos 70 los refugiados de Oriente Medio (Siria, Irak, Azerbaiyán...), África (Camerún, Malí...) y América Latina (Venezuela...) que residen en toda Navarra

Saadat, de religión musulmana, aspira a ejercer pronto su profesión y mientras tanto se afana por estudiar español. “Yo no he tenido problemas para alquilar el piso porque hablo el idioma, soy médico y vengo con mi familia. Pero otras personas sí lo tienen”. De hecho, muchas inmobiliarias y propietarios no quieren alquilar su piso a los refugiados. No se fían de que vayan a pagar el alquilar o piensan que no van a cuidar la vivienda. Un grupo de voluntarias acompañan a las familias a buscar alojamiento. Isabel Fernández Acín, madrileña y estudiante de 5º de Derecho y ADE en la UN, es una de ellas. “Algunas inmobiliarias se han involucrado pero otras, no”. El Gobierno central concede 700 euros al mes a una familia (matrimonio con tres hijos) para alquiler y gastos (agua y luz) mientras no tengan trabajo. Además, les da otra cantidad (según el número de personas) para su manutención.

* La Agrupación Universitaria para Oriente Medio (AUNOM) está integrada por cincuenta voluntarios (alumnos, profesores y empleados de la Universidad de Navarra, médicos del Complejo Hospitalario de Navarra, grupos de scout... ) Además de acompañar a los refugiados, les enseñan español, les ayudan a encontrar piso en alquiler y organizan partidos de fútbol una vez por semana (refugiados contra seminaristas de varios países).

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“Vivía perseguido, como un ratón”

El camerunés Jacques Johnny Moutapam, en La Taconera. Foto: Jesús Caso / Diario de Navarra

Jacques Johnny Moutapam se emociona al soplar los dos ‘treses’ de un bizcocho en la terraza de un bar de La Taconera. Aún resuena el ‘cumpleaños feliz’, cuando sopla y pide un deseo. “Es la primera vez que celebro mi cumpleaños así. Muchas gracias a todos. Sois como mi familia”, dice el homenajeado, que el miércoles 26 de octubre, cumplió la edad de Cristo. De sus 33 años de vida, lleva cuatro como refugiado en España. Primero en Madrid y desde hace seis meses, en Pamplona. Camerunés de Édea, una ciudad de la región del litoral junto al río Sanaga, tuvo que salir de su país por un “problema político”. Ahora vive en la residencia que Cruz Roja gestiona junto al colegio Luis Amigó (Mutilva) pero aspira a alquilar pronto una habitación en un piso compartido de Pamplona. Junto con el grupo de voluntarios de la Universidad de Navarra, disfruta de la mañana de celebración de su cumpleaños paseando por Pamplona y agradece el bizcocho, las velas y, sobre todo, la compañía de sus nuevos amigos.

Finalmente, el 12 de mayo de 2012 consiguió salir de Camerún. Y lo hizo andando a través de su país, de Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos en un duro viaje de casi tres años

El camerunés se afana en explicar su historia cuando se le pregunta por qué tuvo que salir de su país. “No pongas solo que fue por motivos políticos. Quiero contar lo que me pasó”. Y rememora una historia de su juventud Corría el año 2000, tenía 17 años y por error estuvo encarcelado. Fue el único testigo de la muerte de un vecino de su barrio a quien habían confundido con otro. “Yo vi quién era y se lo dije a su familia”. Desde entonces, recuerda, vivió “como un ratón”. “Entraba en mi casa cuando era de noche y salía de madrugada”. En 2008, continúa, ‘por fin’ encontró trabajo como operario en una empresa de aluminio. “Yo iba siempre con la ropa de trabajo por la calle para que la gente viera que trabajaba ahí”. Pero los problemas siguieron y debido a una relación homosexual (prohibida en su país), recibió una paliza de la policía. “Casi me matan”, dice señalando unas cicatrices profundas en la cabeza. Finalmente, el 12 de mayo de 2012 consiguió salir de Camerún. Y lo hizo andando a través de su país, de Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos en un duro viaje de casi tres años. Cruzó el Estrecho de Gibraltar, entre Tánger y Tarifa, en patera. De allí llegó a Madrid, donde ha vivido un año y tres meses.

A finales de abril llegó a Pamplona, concluye su historia en un español bastante fluido con acento francés, el idioma de su país. Hasta ahora ha trabajado en una granja escuela y en labores forestales y aspira a seguir trabajando y a poder vivir ‘tranquilo’. “En la residencia estoy bien pero prefiero vivir por mi cuenta. Con otras personas”, cuenta mientras se despide con un apretón de manos de esa ‘familia’ que ha celebrado su cumpleaños.

Una pediatra y oculista disidente con su Gobierno

Familia Baghirova. Vienen de Azerbaiyán, antigua república soviética

La pediatra y oftalmóloga Saadat Baghirova, de 35 años, abandonó Azerbaiyán por motivos políticos. En la imagen, con su marido, Kanan Baghirova, de 38, y sus dos hijos, Rena, de 10, y Gurban, de 6. Foto: Jesús Caso / Diario de Navarra

Hasta finales del pasado abril, Saadat Baghirova diagnosticaba bronquitis, neumonías y apendicitis a los niños que acudían al hospital en el que trabajaba. En Bakú, la capital de Azerbaiyán, una de las antiguas repúblicas soviéticas, fronteriza con Rusia, Georgia y el Mar Caspio. Pero su militancia en un partido político contrario al del Gobierno, le hizo plantearse dejar el país. “Todos mis compañeros estaban afiliados al partido del Gobierno y mi jefe me preguntó por qué yo no. A mis hijos no les dejaban ir al colegio. Así no se podía vivir”, recuerda una soleada mañana de otoño paseando por el parque de La Taconera, en Pamplona. Esta pediatra y oftalmóloga de 35 años; y su marido, Kanan, de 38, economista, máster en marketing y gerente de una empresa familiar, dejaron a su familia, su casa, sus muebles y todos sus recuerdos. Y se embarcaron con sus dos hijos; Rena, de 10 años; y Gurban, de 6, en un viaje, en principio, sin retorno.

“Es duro dejar tu país pero nos adaptamos. Mis hijos van al colegio y nosotros buscamos trabajo”. Saadat Baghirova, refugiada azerbaiyana

Salieron por Georgia, pasaron a Turquía y, desde allí, volaron a Bilbao. Tras unas semanas en Bilbao y San Sebastián, recalaron en Pamplona “porque había más alojamiento para familias”. Cruz Roja Navarra les alojó en la residencia para refugiados junto al colegio Luis Amigó (Mutilva). “Ahí vivimos con otras familias de Siria, Palestina, Venezuela e Irak. Pero la convivencia es difícil. No estamos acostumbrados”, cuenta Saadat, que ha aprendido un español bastante correcto en los últimos cinco meses. “Recibimos clases de español dos horas al día, de lunes al viernes, pero es poco. Quiero ir a la universidad para aprender más”, insiste. La próxima semana, añade, ‘por fin’ se van a vivir ellos solos, a un piso de alquiler en la Chantrea. “No hemos tenido problemas para encontrar alojamiento”, asegura.

Durante dieciocho meses, están en un programa de Cruz Roja, en el que reciben dinero para el alojamiento y la manutención. Después ya tienen que vivir por su cuenta. “Es duro dejar tu país pero nos estamos adaptando. Mis hijos van al colegio (San Pedro de Mutilva) y nosotros buscamos trabajo. Quiero volver a ejercer. No sirvo para estar en casa”. Aunque su título está homologado, debe ahora estudiar para aprobar el MIR. “Tenemos buenos amigos de la Universidad de Navarra y de Cruz Roja”. Ella y su hijo pequeño hablan un español fluido pero a su hija y su marido les cuesta más trabajo. “Quieren usar una gramática perfecta”.

Huida del horror de las bombas, solos o con la familia

Sirios e iraquíes huyen de sus países por la guerra

De izda a dcha: el iraquí Mohammed Alzawbaye; y los sirios Abdulrazak Isdrin, Abdulrazak al-Yusuf y Abdulkader, sentados en la fuente-monumento a Gayarre en La Taconera. Foto: Jesús Caso / Diario de Navarra

Abdulrazak Isdrin tiene 27 años y una prótesis en su pie derecho. Hace unos meses, andando por la calle en Homs, la tercera ciudad más poblada de Siria (después de Alepo y Damasco), le explotó una bomba y lo perdió. “Pero puedo andar bastante bien”, lo cuenta mientras apura un café con leche en una terraza de La Taconera en Pamplona. A su lado, su hermano Abdulkaden, de 26 años, intenta aportar más datos a la historia en un incipiente castellano. Los dos llegaron a Pamplona hace cuatro meses. Y lo hicieron con sus padres, de 60 y 51 años, y sus otros dos hermanos: Mahmoud, de 23 años y con una discapacidad intelectual, y Eva, de 16. “En Siria era imposible vivir por la guerra. Había mucha muerte. Muchos problemas”, añaden. Toda la familia, de religión musulmana, vive desde junio en la residencia de Cruz Roja, junto al colegio Luis Amigó (Mutilva) y reciben clases de castellano. Cuando aprendan el idioma aspiran a encontrar trabajo de camionero (el padre) o de carpintero (los hijos mayores).

“He pasado ocho meses en campos de refugiados de Grecia y Turquía. Es muy duro vivir allí”. Mohammed Alzawbaye, cocinero iraquí

A su lado, toma un café solo su compatriota Abdulrazak al-Yusuf, con el mismo nombre que uno de los hermanos, y que se esfuerza en hacer de intérprete. “Voy a cobrar”, bromea. Vecino de Alepo (la ciudad más poblada de Siria, después de Damasco, la capital), y de 34 años, trabajó en una empresa de logística y tuvo una fábrica de ropa, que cerró hace tres años. Elegantemente vestido y con gafas de marca, cuenta que le ha resultado ‘muy difícil’ salir de su país y compartir piso con otras cinco personas en Orvina. “No tenemos apenas sitio. El Gobierno no se interesa por nosotros”, lamenta y dice que no estará tranquilo hasta que su familia salga de Siria. También sin sus padres y hermanos ha viajado hasta Pamplona Mohammed Alzawbay, de 24 años y vecino de Bagdad, la capital de Irak. De allí salió hace ocho meses y ha vivido en campos de refugiados de Turquía y Grecia, antes de llegar a España. “Es duro vivir allí. Hay poca comida y poca higiene”, relata este iraquí que trabajó como cocinero.

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Otros reportajes de AUNOM

La fuerza de una madre (Saadat Baghirova, musulmana, era oftalmóloga en Bakú, Azerbaiyán)

El precio de decir ‘no’ (El bagdadí Youssef Alrubaie se vio obligado a salir de Irak por la presión de grupos terroristas).

Buscando un hogar (Hadel y Jalal son un matrimonio palestino).

Cómo gestiona Europa la crisis humanitaria.