Recibir de los más necesitados

Desde hace algunos años, sobre todo para algunas personas, Semana Santa es sinónimo de una sola cosa: playa. Sin embargo, para un grupo de estudiantes universitarios, esta última Semana Santa fue sinónimo de otra cosa…

En las afueras de San Juan de Colón, en el estado Táchira, se puede ver todavía el antiguo Camino Real: la famosa calzada que usaron los españoles en tiempos de la Colonia, y que conectaba buena parte de lo que hoy conocemos como Venezuela.

Hoy, en esa misma zona, se encuentran los caseríos “Fabricio Ojeda”, “Che Guevara” y “El Milagro”. En esos sitios, un grupo de 50 universitarios venidos desde Valencia, Maracaibo, Mérida, San Cristóbal, Caracas, Maracay, Puerto La Cruz, y otras ciudades del país, decidieron volver para ayudar.

Como todos los años desde 1986, varios centros culturales del país, promovidos por personas del Opus Dei, se organizan para llevar a cabo el Campamento de Trabajo Social Campoflorido.

“El fin de esta actividad es doble: fomentar la solidaridad entre los jóvenes universitarios, desde una perspectiva cristiana, y ayudar en todo lo que se pueda a las personas más necesitadas”, explica Juan Miguel Matheus, uno de los organizadores del campamento.

“Campoflorido lleva ya 21 años de existencia –continúa Matheus- y la experiencia es la misma siempre: cada año al menos 50 universitarios salen enriquecidos con el servicio que han prestado. Se quitan una venda de los ojos y descubren la realidad del país y la realidad del sufrimiento humano. Se descubren así mismos como razón de esperanza para otras personas. Este año, recuerdo particularmente a dos de los universitarios: se identificaron tanto con las personas a las que estaban ayudando a construir su casa que, al momento de la despedida, me decían «¡Quedémonos una semana más!, ¡una semana más!», para ayudar a esas personas.

Javier García-Muller, el director del Campamento, comentó: “como todos los años, el centro de operaciones del campamento fue CEFAR, una escuela agraria para muchachos de escasos recursos, promovida por fieles del Opus Dei. Este año, el trabajo consistió en construir, desde sus bases, 8 casas para 8 familias de la zona. En esta ocasión, para conseguir los materiales, se contó con el apoyo de la Alcaldía y de una fundación local que se encarga de la promoción social de la gente de la zona”. 

“Cuando estábamos en pleno trabajo, los muchachos se enteraron de que una de las señoras que estaba ayudando en la construcción de las casas de las 8 familias había sido abandonada por su esposo; era madre de 6 niñitas ¡y tampoco tenía casa! Entonces los chamos recolectaron entre ellos una cantidad considerable de dinero y se lo dieron a la señora. Con eso pudo comprar todos los bloques y parte del cemento para su casa”.

“Al final del campamento, el papá de una de las familias beneficiadas quiso preparar una comida en agradecimiento al grupo de muchachos que había trabajado en la construcción de su casa. Intentamos negarnos, pero no hubo forma. Esto es lo que yo llamo recibir de los más necesitados”, comenta Matheus.

Paralelo al trabajo de construcción, un grupo de estudiantes de medicina y enfermería de varias universidades del país comenzaron a recorrer los caseríos para ayudar médicamente a las personas del lugar. “Fueron alrededor de 50 casas con familias de entre 4 y 6 personas”, cuenta David Maciñeiras, encargado del grupo médico. “Atendimos 1 ó 2 pacientes por casa. En todas las viviendas, hicimos una revisión médica general a las personas. Diagnosticamos y referimos muchos casos de asma, problemas mecánicos de la columna y bastantes enfermedades infecciosas como dengue, leishmaniasis y escabiosis; también algo de desnutrición y anemia, aunque menos de lo que esperábamos. 

"Las condiciones de salud en las viviendas -sigue explicando Maciñeiras- eran malas, pero había manera de mejorarlas con cosas sencillas. Por tanto, dimos muchas recomendaciones para mejorar la higiene del hogar. En todas las casas entregamos medicamentos para tratar la escabiosis y otras medicinas genéricas como anti-inflamatorios y analgésicos”.

Miguel Mercks, uno de los asistentes caraqueños, comentó: “no es la primera vez que voy; pero igual me pareció una excelente experiencia. Invito a otras personas a que vayan. Se aprende muchísimo del contacto con esa gente. Mi hermano y yo, y todos los que estaban en mi grupo, quedamos muy motivados. Todos los días queríamos quedarnos más tiempo trabajando. Se te olvida el hambre, se te olvida el cansancio, se te olvida todo”.

“Me pareció buenísimo”, comenta Rafael Vivas, de Barquisimeto, “me parece demasiado bien que nosotros en vez de ir de vacaciones ayudemos a esas personas que de verdad lo necesitan. La gente se muestra muy agradecida. Nos atienden demasiado bien. Se molestan porque no les recibimos comida… Bueno, demasiado bien en las noches… el compartir con la gente de otros estados, las charlas... Se hacen lazos de amistad grandes. Uno agarra los e-mails para las fotos… ¡es demasiado bien!”