#Re-encuentro con Dios y los demás

Esta Semana Santa 2022, luego de dos años en pandemia, muchos jóvenes cambiaron unos días de descanso por una salida al encuentro con Dios y con los demás. Oración, servicio y amistad fueron los pilares de las jornadas de trabajo y convivencia que permitieron a estudiantes de bachillerato y universitarios, vivir al máximo la Semana Santa.

Cercanía y trato con Dios


La Convivencia en Altoclaro, Centro de encuentros en San Antonio de los Altos, se realiza desde hace varios años y es una oportunidad muy especial para vivir el sentido de la Semana Santa al máximo. Este año asistieron más de 40 muchachas estudiantes de bachillerato y universitarias. Todas las actividades y celebraciones de la semana giraron en torno a un encuentro personal y cercano con Jesucristo. 

Se realizaron talleres de conocimiento personal que dispusieron a las asistentes a descubrir la grandeza de la relación con Dios y los demás. Así mismo, ayudaron a plantearse metas para vivir una vida más plena, escribiendo la propia historia en plural: fomentando en todos los ámbitos de la vida cotidiana la paz, la solidaridad, la amistad y la alegría de nuestra fe.

Los ratos de oración frente al Sagrario, el Vía Crucis, el rezo del Rosario y la Adoración Eucarística fueron el fuego que ayudó a encender en cada una el amor de Cristo.

“¿Cómo no estar emocionada por apartar unos días de la Semana Santa para ese encuentro con Dios? Fue la oportunidad perfecta para tratarlo y estar muy cerca de Él, al pie de la Cruz. Mi relación con Dios no es perfecta, pero es bonito sentirse amada y escuchada por el Amor de los amores. Esta Semana Santa marca un antes y un después en mi crecimiento espiritual. El ambiente se prestó para hacer ese clic inmediato con Dios. También a darme cuenta que en mi vida de oración hay subidas y bajadas... La Adoración Eucarística del Jueves Santo ¡Me costó mucho! Pero sé que a pesar de eso, me miró con amor y se rió. Y así lo seguirá haciendo. Creo en ti, Dios escondido: una frase que repetí muchas veces”, comentó María José Rodríguez, universitaria que frecuenta el Centro Cultural Pirineos, en San Cristóbal. 

Para servir, servir

Desde hace más de 30 años, durante la Semana Santa, se realiza un campamento de trabajo en la población de San Juan de Colón, en el estado Táchira. Este año, reunió a más de 50 estudiantes de los últimos dos años de colegio y universitarios de diferentes regiones del país: Caracas, Valencia, Maracaibo, Mérida y San Cristóbal.

Durante estos días, se ayudó a construir una pequeña casa para una señora que vive junto a sus dos hijos. Antes, solo tenían un techo de latas y cartón. También, colaboraron en la construcción de una Iglesia para un caserío y de un camino para facilitar el acceso a sus hogares.

"No sólo aprendimos a cargar las carretillas de cemento, palear la arena y trabajar la mezcla de pavimento rígido; trabajando junto al señor Juan, su hijo, sus nietos y sus vecinos descubrimos el valor de una familia trabajadora, que a pesar de las dificultades materiales siempre llevan una sonrisa en el rostro", aseguró Andrés Meza, 20 años, residente de la Residencia Monteávila de Caracas.

Sin embargo, no todo es trabajo. Los asistentes aprovecharon el tiempo para profundizar en la fe, crecer en amistad y reflexionar sobre temas de interés. Recibieron algunas charlas de formación, entre ellas, una sobre las herramientas para vivir un buen noviazgo y el fortalecimiento del carácter a través de las virtudes como requisito para el éxito profesional.

Uno de ellos comentó: "Mi experiencia en Campoflorido ha sido una de las más gratas en todas mis Semanas Santas. He podido ver la realidad de muchas personas y ayudarlas aún siendo desconocidas. Ha generado un impacto que, a pesar de que para mí solo fueron unos días de trabajo, para estas personas representa un avance inmenso, tanto para ellos mismos, como para su comunidad. Me ayudó a formarme más en la fe, a conocer a mucha gente y sobre todo, a saber dar un poco más de mi a los demás. Sin duda volvería en alguna oportunidad". José Urdaneta, 18 años, estudiante que asistió desde La Guaira.

Otro campamento se llevó a cabo en las instalaciones del Liceo Rioclaro, en Barquisimeto, con estudiantes de 1ero a 4to año de bachillerato. “Después de dos años sin haber podido tener una Convivencia a nivel nacional, quisimos retomar la aventura y organizamos el tradicional encuentro de labor social”, dijo un profesor del colegio.

Asistieron alrededor de 50 jóvenes de cuatro ciudades distintas. Fueron cinco días con actividades muy variadas: fútbol nocturno, tertulias musicales, conversaciones distendidas, ratos de oración y reflexión, ping pong, básquet, paseos, piscina, entre muchas otras.

Los muchachos asistieron a ancianatos, en los que compartieron un rato con los abuelitos que viven allí y ayudaron en trabajos de limpieza profunda. También fueron a hogares de cuidado para personas con discapacidad cognitiva y otras dificultades, a un hogar de las Hermanas de la Caridad en un sector popular de Barquisimeto y a las casas de algunas personas de la comunidad. En cada uno de estos lugares, realizaron donaciones en especie e intentaron llevar alegría para hacerles vivir un rato agradable y distinto.

En la última noche, varios de los asistentes contaron algunas anécdotas, y espontáneamente surgió un compartir de experiencias vividas, frente a la que fue difícil permanecer indiferentes. Decía Rodrigo Sarcos, estudiante del Liceo Los Robles, de Maracaibo: “nosotros, que lo tenemos todo, muchas veces nos quejamos y ellos son felices con lo poco que tienen".

Sembradores de paz y alegría

Otro de los encuentros que se llevaron a cabo durante la Semana Santa fue en el Estado Zulia, en un caserío indígena del municipio Mara. La convivencia se vivió de un modo especial, porque esos días están llenos de oportunidades para servir a los demás y crecer en alegría al mismo tiempo. Después de varios años sin poder realizar esta actividad, primero por los apagones de luz y luego por la pandemia, lograron asistir más de 30 muchachas de tres ciudades: Barquisimeto, Mérida y Maracaibo.

Además de participar en los actos litúrgicos propios del Triduo Pascual, tuvieron varios talleres que las ayudaron a profundizar en la fe, en el trato con Dios, en la coherencia de vida y en ese "ser sembradores de paz y de alegría”, como enseñó San Josemaría. Para ponerlo en práctica, se atendió algunas de las necesidades de nuestros hermanos de la etnia Wayúu, que están asentados en el municipio Mara del estado Zulia.

Esta comunidad, ubicada en el sector Palo 1 a los alrededores de la casa de convivencias, participó con las muchachas en el Vía Crucis del Viernes Santo. Al día siguiente, se les organizó un bazar con ropa y enseres, juegos y deporte para los niños, una obra de teatro con la que se transmitieron valores, una charla para las madres y abuelas, y se repartieron más de 200 almuerzos.

“Participaron muchas jóvenes de distintas partes del país y, a pesar de que todas éramos muy distintas y que al principio la gran mayoría no se conocía, me di cuenta que todas estábamos unidas por las mismas ideas y propósitos: alimentar la paz y alegría propia así como la de nuestro entorno”, expresó María Fernanda Mendoza, chica que frecuenta las actividades de formación en el Centro Cultural Albariza, en Maracaibo.

“Durante cada actividad que realizamos en esos inolvidables cinco días, desde labores sociales hasta las horas de recreación, fortalecimos internamente valores como la tolerancia, el respeto, la caridad, la amabilidad, entre muchos otros; sembramos la semilla de la fe y el amor de Dios, lo que se manifestaba en el apoyo mutuo y la amistad que se creó entre nosotras”, concluyó Mafer.

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