Isidoro Zorzano y la “vuelta al cole”

Septiembre, mes nacional de la vuelta al trabajo. Se cierra el telón de las vacaciones, pero también con la ilusión de emprender nuevos retos en cada temporada laboral. Los testimonios de los colegas que trabajaron con Isidoro Zorzano pueden ser un estímulo para crecer humana y profesionalmente en este curso.

El 13 de septiembre, Isidoro Zorzano cumple 114 años, 73 de los cuales los ha pasado en el Cielo. Lo confirman los progresos de su Causa de canonización, y los testimonios recogidos desde que el 15 de julio de 1943 falleciera en Madrid con fama de santidad.

Gran parte de los testimonios que se aglutinan en los escritos de la Causa tienen que ver con su forma de ser –alegre, comprensivo, amable, humilde, cariñoso-, con su intensa vida de piedad, y con la calidad de su trabajo.

En este mes de septiembre, en el que no sólo los niños vuelven al cole, algunos testimonios de los compañeros de trabajo de Isidoro sirven de ejemplo para empezar el nuevo curso laboral con ilusión y con ganas de ser mejores profesionales y mejores compañeros.

Isidoro Zorzano (centro de la imagen, con gafas), junto con sus compañeros de trabajo.

Ejemplo, capacidad, cariño y comprensión

Isidoro Zorzano estudió en la Escuela de Ingenieros Industriales de Madrid, donde obtuvo el título en 1927. Su vida profesional transcurrió primero en Málaga, en la Dirección de los talleres de los Ferrocarriles Andaluces y como profesor de la Escuela Industrial de aquella ciudad. Después volvió a Madrid, donde continuó trabajando en empresas ferroviarias hasta el momento de su muerte.

De esos años entre ingenieros, vías, ferrocarriles, técnicos, obreros, jefes, colegas, trabajo, tuercas, locomotoras, grasa, planos, máquinas, ruidos, avances y tecnologías, quedan estos testimonios de sus compañeros de faena:

Federico Escario. Trabajó con Isidoro en Málaga y en Madrid: "Si es cierto que era constante y perfecto en la observancia de sus obligaciones, dando ejemplo en todas partes, hay que hacer observar también su caridad para con el prójimo, especialmente con sus compañeros y subordinados: prudencia en el obrar, respeto a los derechos de los demás. Alegre y optimista, laborioso, paciente, austero, no modesto sino modestísimo en su vida y, en fin, un compendio de todas las virtudes".

Raimundo Renta, ingeniero industrial: "Era la época en que los obreros hacían desprecio y burla pública de los jefes y patronos. Pues bien, me fijé en algo que tenía valor de síntoma: en el tranvía, a Zorzano, todos los obreros le saludaban quitándose la gorra con la mayor amabilidad. Por eso hube de preguntarle a uno de ellos: "¿Qué tal se porta con vosotros el señor Zorzano?" Y me contestó: "Don Isidoro es un camarada más, no tiene una mala palabra para nadie, y por eso le queremos y se le sigue de cabeza; lástima que sea un poco cavernícola".

Isidoro Zorzano (centro de la imagen, con gafas).

José Poy Segas, discípulo de Isidoro en sus años de profesor de Matemáticas y Electrotecnia en la Escuela Industrial de Málaga: "Logró al poco tiempo el respeto, la estimación y el cariño de todos sus alumnos por sus grandes conocimientos de las materias que explicaba, por su trato exquisito a los de arriba y a los de abajo (no hacía distinciones) y por sus bondades y persistencia en la enseñanza".

Romero Santana, profesor de la Escuela Industrial de Málaga: "Por su carácter e inmejorables condiciones de jefe, de caballero y de amigo, supo siempre mantenerse en su puesto, en todos los tiempos, haciéndose respetar y querer de todos".

Testimonios de profesionales que trabajaron como obreros en los talleres de Málaga con Isidoro: "En talleres no tenía más que amigos. Nadie puede hablar mal de él. Ningún obrero puede tener queja alguna". "Se puede asegurar que no habrá nadie que haya tratado con él y haya quedado disgustado. Su mayor satisfacción era agradar".

Isidoro Zorzano almorzando con varios amigos.

Testimonios de agentes ferroviarios que prestaban servicio a sus órdenes en Madrid: "Nos perdonaba las faltas cometidas y nos ofrecía con toda la confianza y desinteresadamente su enseñanza y su ayuda en todo cuanto estudiábamos. Nos favorecía a todos en cuanto podía y para él no existían diferencias de categoría social. A todos nos atendía con cariño".

Testimonio de uno de sus jefes en Ferrocarriles: "Cuando hablaba con él experimentaba una sensación de descanso en medio de mi actividad, preocupaciones y trabajo".