General Franceschi: una historia con Post Data

Mis amigos me decían que seguro mi casa era como una especie de cuartel. Pero yo les decía que no, porque cuando llegaba, colgaba el uniforme: allí yo era sobre todo padre de familia.

El general Franceschi

 El general Franceschi, como muchos le conocen, tiene 84 años y es padre de 11 hijos, dos de ellos adoptados. Su esposa y siete de sus hijos, son de la Obra, tres de ellos, sacerdotes. 

General, ¿y usted no es del Opus Dei?

El general Franceschi

Yo soy un gran amigo de la Obra, como tía Carmen. Creo que todo es cuestión de vocación y cada uno tiene su tiempo… -dice el general con una sonrisa-. Lo que sí es cierto es que si tuviera más hijos, más le entregaría al Opus Dei, claro que sí, ¿cómo no? Sin embargo, yo colaboro con la Obra como si yo fuera del Opus Dei…

No es común tener tres hijos sacerdotes…

Me acuerdo que cuando me dijeron que Héctor iba a ser sacerdote, yo no sabía ni dónde pararme de la alegría, yo estaba muy emocionado. Al año siguiente ordenaron a Noel, y más tarde a Miguel. Y no es que yo esté queriendo que el otro Numerario, que vive en África, sea sacerdote, pero tengo como un cierto pálpito de que vendrá otro sacerdote. 

Pero,  ¿qué es el Opus Dei para usted?

Para mi, el Opus Dei es una cosa muy grande. Es una Institución que está realizando una importante labor en el mundo. Que forma a todas las personas, especialmente a los jóvenes y a sus familias.

Yo sé que hay gente que puede tener temor a que sus hijos se acerquen a la Obra. Yo les digo, miren, cuando quieran saber del Opus Dei, busquen a una persona que sepa, porque si no, no los puede orientar, no los puede ayudar, por más que quieran.

San Josemaría… Don Álvaro…el actual Prelado

Yo conocí a San Josemaría en agosto del 74, cuando venía tan enfermo de Ecuador. Le hice una pregunta en una tertulia general. Esa fue una oportunidad formidable. En ese primer encuentro con él, nos habló de los hijos y de cómo criarlos bien. Me dedicó más de 10 minutos en la respuesta! Después, al año siguiente, junto con otras familias, nos recibió: era febrero del 75. Me acuerdo que me había puesto el uniforme. Cuando entró el salón, vino directamente a donde estaba yo y se me cuadró, luego me dio un abrazo y me jaló las orejas… el sabía por qué lo hacía. 

También conocí a Don Álvaro, y me senté junto al Padre actual cuando vino a Venezuela. 

¿Y su esposa?

Elia y yo nos casamos el 9 de marzo de 1957. Hace dos años cumplimos 50 años. Celebraron la Misa nuestros tres hijos sacerdotes.

Con su esposa y sus tres hijos sacerdotes

¿Cómo definiría a Elia? Como brillante, no como buena, sino como una mujer brillante, porque es un tesoro.

Juntos hemos estado de acuerdo en todo para la crianza de los hijos. Por ejemplo, me acuerdo que todos los 14 por la noche, nos reuníamos para ver cómo terminaba la quincena económicamente. Yo era buen administrador y ella es economista de profesión. Entonces llevábamos muy bien las cuentas. Es que aprendíamos juntos, y ella siempre confió en lo que yo hacía. 

Mi esposa es Supernumeraria desde 1967. Conoció el Opus Dei cuando se hizo el primer Curso de retiro en este país. Siempre ha vivido su vocación callada, en lo corriente, nunca ha descuidado su casa. Y yo siempre la he respaldado; no soy de esos que se ponen bravos porque tiene que asistir a sus medios de formación, al contrario, siempre la he respaldado.

 General, ¿cómo fue la crianza de los hijos?

El señor Héctor Franceschi es General de Brigada y cuenta que sus amigos le decían que seguramente su casa era como una especie de cuartel. “Pero yo les decía que no, porque cuando llegaba, colgaba el uniforme: allí yo era sobre todo padre de familia. 

Claro que había normas. Ninguno podía dormir hasta tarde; cada uno tenía sus encargos; si alguno rayaba una pared, la tenía que limpiar.

Por supuesto que les exigía. Cuando me llegaban con notas menores a 15, no les firmaba la boleta. Esas no eran buenas notas! También les imponía una sanción. En mi casa, salíamos de paseo los sábados y los domingos, pero si alguno tenía una nota baja, sólo tenía permiso de salir el sábado, porque los mejores paseos eran los domingos. Así ellos se esmeraban en salir bien. 

También se trataba de descubrir cuál era la sanción más adecuada. A Héctor, por ejemplo, le costaba más dejar de comer carne que dejar de salir el domingo, entonces, cuando hacía alguna travesura, su sanción era no comer carne.

Durante la Misa por los 50 años de matrimonio

Siempre les enseñamos a ahorrar. De vez en cuando íbamos a un restaurante, pero no comíamos postre: nos poníamos de acuerdo para que cuando el mesonero nos preguntara si queríamos postre, todos contestáramos que no. Y salíamos a comprar helados en el carrito de la calle. Poco a poco les fuimos enseñando esas cosas de ahorrar. 

Siempre les decíamos que había que cuidar a las demás personas, por ejemplo, quienes primero comían en mi casa, eran la señora de servicio y el chofer. 

Hoy todos mis hijos son profesionales. Los últimos que llegaron a la familia fueron Gustavo y Joanna, que eran los más chiquitos de una familia numerosa en la que murió la mamá y luego el papa. Al principio Elia se asustó, porque ya habían pasado bastantes años desde que el más pequeño de los nuestros se había graduado. Pero la animé para que nos hiciéramos cargo de los dos niños. 

P.D: unos días después de la entrevista, el General Franceschi pidió la admisión como Supernumerario del Opus Dei. Como el mismo general decía cuando concedió la entrevista: “todo es cuestión de vocación y cada uno tiene su tiempo…”

Estoy muy orgulloso de cómo esos muchachos fueron avanzando. Hoy ambos son unos profesionales magníficos. Esas son cosas que a uno lo hacen feliz.

¿Por qué usted inculcó el espíritu cristiano a su familia?

Mis papás eran católicos practicantes. Con mi esposa procuré inculcar a mis hijos la práctica de la vida cristiana desde pequeños. 

En realidad, antes de casarme con Elia, me había descuidado un poco en eso de ir a Misa, de rezar, etc. y fue ella la que me devolvió al buen camino. Fuimos enseñando a nuestros hijos a asistir a la Misa dominical desde muy pequeños y también a cuidar la confesión frecuente. Todo esto procurábamos hacerlo con naturalidad en la casa. Algunos domingos antes de salir, leíamos el Evangelio de la Misa para que luego estuvieran más atentos en la homilía.

La santificación del trabajo: 

Lo que San Josemaría enseñó de la santificación del trabajo iba de acuerdo con lo que yo había aprendido y tratado de practicar. Desde muy pequeño aprendí a hacer el trabajo bien, no sólo por el dinero… sino porque es para Dios.

Devoción a Isidoro Zorzano

Una foto familiar

Yo le pido muchos favores a mi gran amigo Isidoro Zorzano Ledesma (primer miembro Numerario del Opus Dei). Él hace muchos favores. Como era ingeniero yo le pido todas las cosas mecánicas. Me acuerdo que una vez había una señora varada en la carretera. Varias personas se había detenido a ayudarla, pero nadie había dado con lo que era. Yo le dije, mire, yo no sé nada de mecánica, pero tengo un amigo que sí. Le hablé de Isidoro y le rezamos. Al momento se resolvió el problema.

Hay un amigo que vende periódicos cerca de donde yo voy a Misa y que sabe de los favores de Isidoro, cuando me ve y ha habido alguien accidentado, me dice, General, por aquí hizo falta su amigo Isidoro.

 

P.D: unos días después de la entrevista, el General Franceschi pidió la admisión como Supernumerario del Opus Dei. Como el mismo general decía cuando concedió la entrevista: “todo es cuestión de vocación y cada uno tiene su tiempo…”