Fucsia y negro: en el mundo de la moda venezolana

“Diseñar es una gran labor. De alguna manera es conocer a las personas, acercarse a ellas. A través del diseño es posible adaptarse a la personalidad de cada quien, porque de eso se trata, de descubrirlas, de destacar lo propio de cada una” (Inés Tejada).

La casa de modas de Inés Tejada se puede describir como un lugar lleno de color: se trata de un pequeño estudio de diseño ubicado en Valencia, estado Carabobo, desde el que se “cocina” la moda. Hay que decir que Inés Tejada es, antes que diseñadora, pintora, de hecho, algunos de sus cuadros decoran las instalaciones del atelier.

¿Por qué la decisión de incursionar en el mundo de la moda?

En el año 2000, monseñor Javier Echevarría, (actual Prelado del Opus Dei) nos descubrió a sus hijas e hijos el reto de darle un vuelco a la moda. Hasta ese momento yo me sentía cómoda con lo que estaba haciendo, pero ante ese nuevo panorama pensé que debía hacer más. Al principio me dio miedo, porque había que invertir mucho tiempo y dinero, pero luego, en un proyecto con dos amigas más, nos lanzamos.

Recuerdo que empecé con poquitas cosas, porque quería tantear el terreno. Además, pensaba ir poco a poco porque no quería descuidar a mi familia. Antes de iniciarme en este negocio no tenía horario, pero claro, tuve que hacerme uno para que pudieran ir saliendo todas las cosas. Ahora mi familia está muy contenta. Hay cosas que siempre se respetan, por ejemplo, no trabajar los fines de semana, ni los días de fiesta.

¿Cómo es su equipo de trabajo?

Cuento con un equipo maravilloso: somos siete personas: Antonio Barón; Rosa Orozco y Rosa Queral, que son columna vertebral en la parte de costura; Chirli Pérez, que es modelista y Lila García, que es como mi mano derecha. Cada uno de ellos desempeña una labor extraordinaria. También me apoya mi hija María Inés en el diseño. Cada uno de ellos es muy profesional y procura dar el cien por ciento en lo que hace.

Inés tiene cuatro hijos: María Inés, Fernando José, Alejandro y Rafael. Por esas venas corre sangre de artistas porque el esposo de Inés, Fernando de Tovar, es restaurador de obras de arte. Muchas de las empresas de restauración han sido a cuatro manos; por ejemplo, la restauración de la venerada imagen de la Virgen de La Chiquinquirá, llamada familiarmente “La Chinita”. 

¿Cómo se inicia su día?

Temprano en la mañana procuro ir a la Santa Misa y hacer un rato de oración. Dejo a los muchachos en clase. Luego llego temprano a mi trabajo y planifico. Hago todos los cortes porque es lo más difícil. A las nueve llegan los trabajadores y les doy las instrucciones.

A medida que Inés nos relata su jornada, vamos recorriendo las diversas partes del atelier. Todos están con su uniforme, diseñado por Inés: blusa fucsia y pantalón negro. Unos cosen, otros cortan.

Nos cuenta que este equipo de trabajo es como una familia y que incluso la ayudan a vivir la presencia de Dios en el día a día. “Muchas veces, cuando llega el mediodía, me dicen, señora Inés, es la hora del “Ángelus”, y me acompañan a rezarlo. 

¿Cómo se siente en el mundo de la moda? 

Diseñar es una gran labor, de alguna manera es conocer a las personas, acercarse a ellas. Yo me intento adaptar a la personalidad, porque de eso se trata, de descubrirlas, de destacar lo propio de cada una. Es cierto que a veces, las personas te sugieren modelos que no son dignos, pero se los digo, con cariño. Está claro que Inés Tejada no puede ir en contra de Inés Tejada. También es cierto que a veces es difícil diseñar porque muchas mujeres han perdido el sentido del pudor y del señorío. Sin embargo, la gente busca las cosas buenas y es allí donde se puede hacer mucho. A mis clientes les gusta mi estilo y están de acuerdo con lo que les diseño. 

Inés nos cuenta que el diseño de modas es un modo muy concreto de establecer vínculos. “Cuando hablo con las personas las voy descubriendo y diseño según su personalidad, su carácter. Cada una espera que acierte con su look. Algunas te dicen: mira, no tengo ni idea de cómo vestirme, vísteme. Y es que el tema de la moda no es una frivolidad porque tienes la responsabilidad de hacer ver bien a las personas, y eso es muy importante”. 

¿Cómo se ha hecho su clientela?

Las mismas personas a las que les has diseñado algo transmiten su experiencia a otras y luego vienen. Una vez hicimos todos los vestidos para la misma fiesta de graduación. ¡Eso fue todo un reto!

Estoy muy contenta porque nuestros vestidos destacan mucho en las fiestas. Me encanta pensar que las personas que llevan nuestros diseños van con señorío. Y más aún, cuando los padres de las muchachas y ellas mismas se ponen en tus manos y te dicen “contigo sí, porque tus vestidos son decentes”.

“Por el atelier pasan hasta 25 clientes al día. Entre vestido y vestido conversamos mucho y esto da pie para que me hagan partícipe de sus cosas. Me doy cuenta de que este trabajo no es un juego”.

¿Cuál es el “arma” para diseñar bien?

Yo me encomiendo todos los días a la Virgen y encomiendo a la gente que entra a la tienda. Yo estoy muy clara en que estoy haciendo moda, y moda buena. Además, este es un trabajo en el que debe haber mucha alegría. San Josemaría decía que los hogares debían ser luminosos y alegres. Yo le pido que este trabajo sea luminoso y alegre. Por eso me encanta cuando los empleados usan la palabra alegría en el trabajo.