Un reencuentro con Dios

Internamos a mi padre de urgencia pues no se sentía muy bien. Le diagnosticaron leucemia grado 4 y cáncer de hígado, y le dieron pocas esperanzas de vida.

A la semana de estar internado le propuse hablar con un sacerdote, pues hacía muchos años que no se acercaba a los sacramentos. De hecho, yo nunca lo había visto recibir la Comunión. Como era de esperar, se negó rotundamente. 

En ese momento, una amiga me dio una estampa con una reliquia de Josemaría Escrivá y rezamos juntas una novena. Luego de insistirle infinidad de veces, mi padre aceptó hablar con un sacerdote pero aún no quería recibir los sacramentos, porque -según decía- "primero tenemos que hacernos amigos".

Mi padre disfrutaba mucho las largas charlas con el sacerdote y no aceptaba interrupciones ni para recibir medicamentos. Comenzó a rezar la estampa de Josemaría Escrivá y a tenerle mucha devoción, y le pedía ayuda cada vez que le faltaban las fuerzas.

Poco tiempo después se confesó y comulgó luego de por lo menos 35 años. También recibió la Unción de los enfermos y tuvo una gran mejoría, la cual le permitió regresar a casa.

Un mes después debimos reingresarlo en el área restringida del sanatorio, volvió a recibir los sacramentos y una semana después falleció.

Quiero agradecerle al Beato Josemaría este cambio en mi padre que le permitió morir muy cerca de Dios. Él estuvo consciente hasta el último momento, con una paz que hasta hoy me impresiona.

L.L.R.