Trabajo imposible

En 1997 renuncié a la empresa donde trabajaba para ir a otra en la que, supuestamente, iba a progresar en varios aspectos. Resultó lo contrario y a los dos meses tuve que dejar el nuevo trabajo porque no me pagaban.

  Al poco tiempo me llamaron de la empresa a la que había renunciado para ver si podía ayudarles. ¿Cuál era el trabajo? Cobrar cuentas atrasadas en dólares del año 1997 que estaban pendientes en Brasil, con la dificultad de que Brasil había devaluado su moneda 100%. Era un trabajo muy difícil, prácticamente un imposible. Me concentré, comencé a pedir asistencia a mis dos "ayudantes" incondicionales y permanentes, Josemaría Escrivá y Álvaro del Portillo, y en dos viajes sucesivos, que fueron muy duros, logré cobrar el 90 % de las deudas, además de renovar un 70 % de los contratos para el año 2000. Una hazaña, o mejor dicho, casi un milagro.

Hay una cantidad de situaciones en las que la presencia de Josemaría y de Álvaro está latente en mi vida diaria. Simplemente quise relatar este favor, para dejar constancia de mi más profundo agradecimiento a ambos.

A.L.N. // Libro "San Josemaría y los uruguayos", año 2002