“Soñad y os quedaréis cortos” en Uruguay

El próximo 5 de agosto el padre Gonzalo Bueno cumple 50 años de sacerdote. Fue, junto con el padre Agustín Falceto, quien inició la labor del Opus Dei en Uruguay en 1956. Reproducimos sus recuerdos sobre esos comienzos, recogidos en el libro "San Josemaría y los uruguayos". El padre Gonzalo es actualmente el Rector del Santuario del Señor Resucitado (Tres Cruces).

Me tocó en suerte vivir junto a san Josemaría lo que podríamos llamar la prehistoria del trabajo del Opus Dei en Uruguay.

Mientras hacía los estudios eclesiásticos en el Colegio Romano de la Santa Cruz, en aquel entonces en los mismos edificios donde residía el fundador del Opus Dei, teníamos frecuentes encuentros de familia con él, en los que a la vez que nos hacía sentir su profundo cariño por los 153 alumnos de aquellos años, nos transmitía -no podía ser menos- el espíritu que Dios le hiciera ver el 2 de octubre de 1928, llenándonos de deseos de ser muy fieles al llamado divino y de llevar al mundo entero ese mensaje de alegría y de paz.

Corría el año 1955 cuando un día nos dijo con gran alegría que el vicario del Opus Dei en Argentina había podido, por fin, viajar a Montevideo -eran momentos de dificultades políticas entre las dos naciones hermanas- para preparar la ida de los primeros a trabajar por la Iglesia en ese país.

He sido el encargado de la correspondencia vinculada con San Josemaría y son miles las cartas recibidas de devotos del Santo en todos los rincones del país

Durante los meses sucesivos nos insistía en que rezáramos y ofreciéramos pequeñas mortificaciones por los frutos de la futura labor en Uruguay.

Como en tantas otras ocasiones, esta vez se volvió a repetir el modo lleno de confianza en Dios y audacia con que san Josemaría emprendía todas las cosas: enviar a pocos y jóvenes hijos suyos, ya que en esos momentos no había más remedio.

En Julio de 1956, nos comunicó a Agustín Falceto, ingeniero químico de 25 años, ordenado sacerdote el año anterior, y a mí, médico de 28 años que me disponía a recibir las Sagradas Órdenes en esos momentos, que había pensado enviarnos a Uruguay. Ambos habíamos permanecido junto a él durante los tres cursos de estudios, haciendo la licenciatura y doctorado en Derecho Canónico.

Una vez conocida nuestra disposición positiva, hizo avisar al Padre Ricardo Vallespín, vicario en Argentina y el modo de hacerlo indica el estilo familiar de la Obra. En una octavilla se lee: “Querido Ricardo: sólo unas letras para comunicarte, de parte de Mariano (nombre con que a veces denominaban sus hijos a san Josemaría), una buena noticia: escribe a Madrid, para preparar la marcha de D. Agustín Falceto y de D. Gonzalo Bueno a esas tierras. Así podrán haber dos sacerdotes en el Uruguay. Un fortísimo abrazo de Severino”

De inmediato nos pusimos a gestionar nuestro viaje y vimos que el modo más rápido de obtener la visa era como turistas, así que como tales nos embarcamos en el vapor Cabo de Hornos.

"Vais a fundiros en el propio país, no a enquistaros". Así es como el Opus Dei se implanta siempre

La llegada a Montevideo nos deparó dos sorpresas: la visa de turistas y el hecho de tener el pasaporte con la fotografía aún de laicos motivó que en migraciones nos retiraran los pasaportes para investigar a tan extraños viajeros.

La otra sorpresa nos ubicó en lo que es este querido país, al que veníamos con la idea entonces imperante de su laicismo anticlerical: el funcionario que tenía que entregarnos los pasaportes nos preguntó de entrada “¿pero vienen de turistas o a quedarse?” Y ante nuestra respuesta nos indicó “presenten un certificado de la Curia e inicien el trámite de permanencia”. Así que pocos años después pudimos obtener la ciudadanía, haciendo realidad lo que habíamos escuchado tantas veces a san Josemaría: “Vais a fundiros en el propio país no a enquistaros”. Así es como el Opus Dei se implanta siempre: con el menor número de personas de fuera y haciéndose uno de cabeza y corazón del nuevo país.

El P. Gonzalo Bueno y el P. Agustín Falceto frente a la residencia Iará, en 1966

Hemos sabido después de su fallecimiento cómo el Padre leía con especial atención las cartas que, en la Obra como en toda familia, le escribíamos periódicamente y cómo rezaba y hacía rezar por Uruguay y Suiza, países en los que se comenzó en ese año 56, como fruto –así me dijo Mons. Viola, años después- de la insistencia de dicho Obispo de Salto, cada vez que en Roma veía a Mons. Álvaro de Portillo, colaborador íntimo y después sucesor de san Josemaría al frente del Opus Dei.

La acogida amablemente paternal por parte del entonces Arzobispo Mons. Barbieri, así como del clero que fuimos conociendo (algunos fueron después elevados al episcopado) como Mons. Balaguer, Mons. Baccino, Mons. Nutti, Mons. Scarrone, Mons. Cáceres, y otros que no: P. Ponce de León, P. Pavanetti, P. Richard, P. Ramírez... nos hizo sentir muy en casa desde la llegada.

Los Hermanos de la Sagrada Familia y los Hermanos Maristas nos abrieron las puertas de sus colegios para ir a confesar, y el Señor Obispo nos confió varias capellanías universitarias.

En cuanto fue posible y para que quedara patente no sólo el carácter secular sino también laical del Opus Dei, llegó un químico, Jesús P. Arellano y algo después otro laico más joven que se recibiría de abogado en la Universidad de la República, Juan Pablo Bueno. Ambos dejaron el país cuando comenzaron a madurar los primeros numerarios y supernumerarios uruguayos y ya no era necesaria su presencia para la labor ni para la... despensa, pues en el Opus Dei los sacerdotes no cobramos estipendios.

Hemos sabido después de su fallecimiento cómo San Josemaría (...) rezaba y hacía rezar por Uruguay

Hoy veo hecho realidad lo que tantas veces nos decía nuestro Fundador: “Soñad y os quedaréis cortos”: hay fieles uruguayos de la Prelatura haciendo el Opus Dei en Puerto Rico, Canadá, Taiwán, Hong Kong, Suecia, Paraguay, Argentina, Chile, Kenia, EEUU. Unos han ido a comenzar, otros llevados por su trabajo profesional, pero todos tratando de ser con su trabajo sembradores de paz y alegría, de visión universal y de espíritu de servicio allí donde se encuentran.

Soy el encargado de recoger la correspondencia relacionada con san Josemaría y son miles las cartas recibidas de devotos del Santo en todos los rincones del país, una muestra más de cómo quiere al pueblo uruguayo y lo ayuda desde el Cielo.

Es lógico por eso que sus hijos espirituales tengamos gran alegría por su canonización y un leal deseo de darlo a conocer, pues “es de bien nacido ser agradecido”

Gonzalo Bueno, sacerdote // Libro "San Josemaría y los uruguayos", año 2002