Se celebró la fiesta de san Josemaría en la iglesia de María Auxiliadora

Mons. Carlos María Collazzi, Presidente de la Conferencia Episcopal Uruguaya y vicepresidente de CELAM, fue el oficiante principal.

Agradecimientos, cálidas anécdotas y cariñosos recuerdos iniciaron la homilía de Mons. Carlos María Collazzi en la Fiesta de San Josemaría, celebrada en la Iglesia de María Auxiliadora (Talleres), con asistencia de unas 600 personas.

Refirió como en su juventud, siguiendo una indicación de su párroco en Rosario, su ciudad natal, al venir a Montevideo a estudiar Ciencias Económicas, quiso ingresar en la residencia de estudiantes Iará, obra de apostolado corporativo del Opus Dei. Ello no le fue posible por falta de lugar, pero sí pudo integrarse a las labores formativas de la Obra.

Recordó con particular estima al P. Gonzalo Bueno, uno de los dos sacerdotes del Opus Dei que iniciaron la labor estable en Uruguay, y cómo luego, orientado por el Padre Gonzalo, se integró a la Parroquia de María Auxiliadora, precisamente en dónde ahora estaba celebrando la Misa de San Josemaría, en la que descubrió su vocación sacerdotal.

También mencionó sus numerosos y cariñosos encuentros con Mons. Javier Echeverría, segundo sucesor de San Josemaría, fallecido en diciembre pasado, por quien rezaría la Misa.

Subrayó luego los contenidos de las lecturas de la fiesta sobre la vocación a la santidad y al apostolado.

Refiriéndose a que no somos dueños de la creación sino meros trabajadores en la obra de Dios a la que tenemos que entregarnos de lleno, citó a San Josemaría: “Habitar bajo la protección de Dios, vivir con Dios: ésta es la arriesgada seguridad del cristiano. Hay que estar persuadidos de que Dios nos oye, de que está pendiente de nosotros, así se llenará de paz nuestro corazón. Pero vivir con Dios es indudablemente correr “un riesgo”, porque el Señor no se contenta compartiendo: lo quiere todo. Y acercarse un poco más a Él quiere decir estar dispuestos a una nueva conversión…” (Es Cristo que pasa, n. 58)

Destacó luego que trabajar bien implica un criterio fuerte de santidad que pasa por la sinceridad, la honestidad, el respeto, hasta llegar a algo tan profundo como hacer culto a la dignidad humana, que es hacer culto al Creador que hizo al hombre a su imagen y semejanza,y que lleva a transmitir la alegría de trabajar por Él con Él y en Él.

Más adelante volvió a citar a San Josemaría:“Un secreto a voces, estas crisis mundiales, son crisis de santos.” (Camino, n. 301). Santidad que debe ser pedida al Espíritu Santo, porque nadie se hace santo, sino que es Dios quien hace santos.

También se refirió al apostolado, entendido como un testimonio de vida sencillo y coherente que todos los cristianos están llamados a vivir. Dejando a Dios hacer su obra en la vida de cada uno mediante la oración constante de súplica, de gratitud, de alabanza, y también oración que pide perdón, porque el obrar de Dios hace fuerte la debilidad.