Historia de una curación milagrosa

Hellen Katty Flores Gallo tenía once años, era una niña deportista, entusiasta y saludable, cuando de pronto se sintió mal; los médicos le diagnosticaron una enfermedad grave en la sangre. Elena, su madre, rezó intensamente la oración del beato Josemaría Escrivá y la niña teniendo ya algunos días de gravedad, se sanó en un solo día. La ciencia no se explica su curación. 4 de junio de 2000

Hellen Katty

Hellen Katty es la mayor de cuatro hermanos, su madre, Elena Gallo de Flores, es empleada en la empresa de servicios de alcantarillado de Piura (EPS ? Grau), y su padre, Enrique Flores, es suboficial de la Fuerza Aérea M Perú (FAP), trabaja en el Grupo Aéreo N° 7 de Piura y, además, es contador y especialista en informática.

La familia que vive, desde hace años, en una casa de la Villa FAP es sencilla, unida y luchadora. La madre, Elena, se destaca por su espíritu de servicio, su preocupación para que cada uno se los miembros de su familia salga adelante y su confianza en Dios.

En 1994, Hellen Katty, asistía a la Escuela Primaria del Centro Educativo de la Villa de suboficiales FAP de Piura, donde vive hasta ahora. Como toda niña de su edad, era inquieta y juguetona. Activa y entusiasta, compartía sus estudios con el deporte.

Sus padres la apoyaban continuamente, no sólo para que se destaque como buena alumna, sino también, como deportista.

Un día, Elena, siempre atenta en el cuidado de sus hijos, observó que la niña tenía una picazón persistente en la pierna. Se acercó para apreciarla mejor y se dio cuenta que tenía unos puntitos rojos sin importancia, pensó que se trataba de una alergia común y que, por tanto, le desaparecería pronto.

Sin embargo, como es su costumbre, se lo comunicó a su esposo. Enrique se interesó también por la niña, le examinó la pierna y encontró que el número de puntitos había aumentado. Le recomendó entonces a su esposa que siguiera observándola y le comunicara si mejoraba, de lo contrario, la llevaría al médico.

La niña se fue a dormir, pero Elena, que había quedado preocupada, se levantó por la noche a vigilarla, entonces descubrió que la almohada de Hellen estaba manchada de sangre. Sin despertarla, para que no se asuste, se fijó que la sangre le salía de la boca y de la cabeza.

Al siguiente día, su esposo la llevó a la Sanidad de la FAP y el doctor García Saavedra, le dijo que se trataba de fragilidad capilar y le recomendó análisis de sangre inmediatamente. El resultado de los exámenes no fue satisfactorio, la niña tenía las plaquetas bajas, en consecuencia, su sangre no coagulaba con normalidad.

Enrique regresó preocupado, conversó son su esposa y decidieron que él hablaría con su jefe, para trasladarla al hospital de la FAP en Lima. El coronel les ayudó y el 18 setiembre, Elena, pidió permiso en su trabajo y pudo viajar con Hellen Katty a Lima.

Durante el viaje, la niña se sintió mal, su madre no hacía más que rezar, sin darse cuenta que cada vez lo hacía con la voz más alta, entonces, todas las personas que iban en el avión carguero de la FAP, también lo hicieron.

La gravedad

Hellen Katty y su madre llegaron al aeropuerto de Lima, pero la ambulancia del hospital, no las había ido a recoger, felizmente, con ellas viajó el capellán de la FAP en Piura, el padre Vera, quien las acompaño al hospital.

Al llegar, las esperaba la doctora Consuelo Astete en emergencia. Examinó a la niña y, por la gravedad del caso, ordenó su internamiento.

Desde el primer momento, Elena encontró apoyo en la Dra. Astete. Ella la consoló, le dio mucho ánimo, le dijo que no llorara y que rezara, le aseguró que su hija sería bien atendida.

El doctor Jorge Vargas se hizo cargo de Hellen Katty, ordenó nuevos análisis y comprueba la baja continua de las plaquetas a menos de 50 mil x mc, cuando los normal es de 150 mil x mc. Por las características del caso, el Dr. Vargas encarga su seguimiento a los hematólogos.

El 20 de setiembre, el médico solicita a la madre su autorización para hacerle una biopsia de médula ósea. El examen permitiría descubrir la enfermedad de la niña, pero el Dr. Vargas estaba tan desesperanzado que, según recuerda Elena, le advirtió que, si bien el examen no salvaría a su hija, al menos valdría para obtener más conocimientos sobre la enfermedad y, de ese modo, poder tratar a otras personas, Elena aceptó.

Con el examen en la mano, los especialistas dejaron constancia de que se trataba de una "púrpura florida de piel y mucosa". El doctor Vargas le informa a Elena de la gravedad de la niña y le pidió que llame a su esposo a Piura y le pida que viaje.

Esa noche, Elena la pasó en vela. El médico le había pedido que observara a Hellen, porque se debilitaba cada vez más.

Delante de su hija, Elena siempre se mostró tranquila, dándole mucho valor. Pero de vez en cuando, salía del cuarto para llorar; sin embargo, Hellen la notó en un momento agitada, así que su madre le explicó que, como era provinciana, no estaba acostumbrada al ascensor y había subido por las escaleras, por eso se había cansado. A la niña le causó mucha gracia.

Elena rezaba continuamente Padre Nuestros y Ave Marías. Entonces se percató que su hijita no había hecho la Primera Comunión. Llamó a la abuela de Hellen y le encargó un vestido blanco para la ocasión, aunque pensó también que el vestido, le serviría a la niña de mortaja.

Hellen estaba muy contenta con su Primera Comunión, ignoraba su gravedad, así que se preparaba con mucha alegría e ilusión para recibir a Jesús por primera vez.

El miércoles 21, Elena le comunicó al capellán del hospital de la gravedad de la niña y de su deseo de que hiciera su Primera Comunión. El sacerdote aceptó y le dijo que sería al día siguiente por la tarde, para dar tiempo a que su papá estuviera presente. Sin embargo, el sacerdote, llegó el jueves 22 muy temprano, la confesó y le dio la comunión.

Los nuevos exámenes que le hicieron ese día a Hellen, volvieron a alarmar al médico. Hacia las 11 de la mañana, fue a revisar a la niña, entonces se volvió a su madre y le entregó una estampa del beato Josemaría Escrivá que la doctora Consuelo Astete le había enviado hace dos días y él había olvidado entregar a Elena.

La curación

Desde que Elena recibió la estampa para la devoción privada del Beato Josemaría Escrivá, rezó la oración insistentemente y con mucho fervor. De vez en cuando, colocaba la estampa debajo de la almohada de Hellen.

Aunque no conocía al Beato Josemaría, al mirarlo, despertó su fe; además la Dra. Astete, le pareció una buena profesional y una buena persona, por eso confió más en la estampa, se aferró a ella, y recitaba la oración constantemente pidiéndole por la vida de su hija. Según recuerda Elena, la niña estaba preparada y esperaban que falleciera ese día. De todas maneras le tomaron otro examen y, a las 3 de la tarde de ese mismo día, jueves 22 de septiembre, apareció el doctor Vargas con los resultados, tenía buenas noticias.

Al ver a Elena, le dijo: "Señora, su fe ha salvado a su hija, las plaquetas han subido a 140. Dígale a la doctora Astete que el rezo de la estampa le ha hecho el milagro..." No se trataba de un simple aumento de plaquetas, sino de su curación súbita y total.

La niña mostró una recuperación súbita, pero a la vez, permanente y estable. No necesito de ningún tratamiento posterior, porque estaba completamente sana.

Elena, su madre, asegura desde ese momento, que la curación se debe a la intercesión del Beato Josemaría Escrivá. Nunca lo ha dudado, más bien, demostró siempre su agradecimiento dando testimonio de lo sucedido. Antes de volver a Piura, llevó a su hija a misa, para agradecerle a Dios y escribió a la Vicepostulación del Opus Dei en el Perú, a la dirección que venía en la estampa. Ella quisiera que se extienda la devoción a la estampa, porque muchas vidas podrían salvarse.

Hoy

Hellen Katty tiene ahora 17 años, la Dra. Cannata le practica análisis de sangre periódicos, pero sus plaquetas tienen un nivel normal. Ella, actualmente, se prepara para ingresar a la Universidad Nacional de Piura, quiere estudiar Informática. Desde que salió del Hospítal lleva consigo la estampa que ella llama "la estampa del milagro" La estampa original siempre la coloca en su mochila, la lleva adonde vaya y le cuenta a sus amigos la historia. Le pide que le ayude en sus exámenes y muchas otras cosas.

Elena asegura que ahora vive con la gran alegría de haber recibido este favor. Ella está feliz, aunque pasa por necesidades económicas, porque ha comprendido la importancia de otro tipo de valores que no son los puramente materiales.

Está contenta y feliz por el gran regalo que ha recibido de Dios por la intercesión del Beato Josemaría Escrivá. Asegura que su hija ha vuelto a nacer. "Ninguna madre está preparada para perder un hijo, sino más bien para darle la vída", comenta Elena. "No sé qué habría sido de mí sin la ayuda de Dios". Ella siempre ofrece este testimonio de esta curación para que muchas personas, se encomienden también al Beato Josemaría. Ella integra grupos de oración y da testimonio.

A través de este milagro, Elena asegura que ha sentido la misericordia de Dios. Por eso trata de inculcarle la fe y el agradecimiento a Dios a sus hijos y esposo.

Algunas personas que trabajan con ella, en la EPS – Grau, tienen la estampa del Beato Josemaría Escrivá en su escritorio, a todas ellas les ha dado testimonio de la curación de su hija.

Fabiola Morales Castillo // Semana (Perú)