“Comprobamos que Dios muchas veces bendice con la cruz"

Madre de familia numerosa, con chicos de todo tipo y carácter, sufrió el golpe de que su hijo número 11, Nico, naciese con el síndrome de Down. La rebeldía inicial, el llanto, dejó paso al sentimiento certero de que todo lo que Dios permite es para bien. Y con Nico se comprueba

Somos una familia numerosa de 12 hijos, cuatro mujeres y ocho varones. Tuvimos la suerte de conocer la Obra con mi marido cuando estábamos de novios y al casarnos nos fuimos de luna de miel a Roma. Allí estuvimos con Don Álvaro del Portillo, el primer sucesor de Mons. Escrivá de Balaguer, y él nos dijo que ojalá Dios nos bendijera con una corona de hijos.

Como se imaginarán, igual que en toda familia grande, hay hijos de los más variados caracteres. Desde madrugadores a dormilones, pasando de los despistados, a los que pueden trabajar o estudiar en cualquier lado. Apasionados, sentimentales o ansiosos. Tenemos desde un padre economista y pescador, a una madre administradora del hogar y orientadora familiar; unos hijos que están estudiando ingeniería y economía, otro que juega al fútbol en forma profesional en la primera de Bella Vista, otros mellizos a los que les gusta mucho el campo, otros que son jugadores de rugby, tenis o hockey.

Lo que nunca nos imaginamos es que Nicolás, nuestro hijo número once, iba a nacer con síndrome de Down. Cuando Nico nació todo fue un revuelo. No entendíamos nada. Vino el médico y nos dijo que teníamos que hacerle un estudio para confirmar si tenía síndrome de Down. Estuvimos así diez días hasta que se confirmó el diagnóstico.

Me acuerdo que una semana antes que naciera Nico le comenté a un sacerdote que Dios había sido muy bueno porque me había dado diez hijos todos sanos; y él me dijo que Dios no iba a dejar de ser bueno por mandarme un chico con problemas.

Cuando se confirmó el diagnóstico hubo mucho llanto pero a la vez mucha seguridad de que no estábamos solos y si Dios nos había mandado a Nico era porque era lo mejor para nuestra familia.

Nos apoyamos mucho en lo que dice San Josemaría en Forja: “Jesús, sabiendo que te quiero y que me quieres lo demás nada me importa, todo va bien"

Al principio hubo rebeldía. ¿Por qué a nosotros que habíamos confiado tanto en Dios? Pero después vino la calma y la confianza. Dios es Padre y todo lo que nos sucede es para bien aunque no lo entendamos. Y empezamos a leer mucho sobre síndrome de Down y a informarnos. Y vimos que estos chicos llegan muy lejos. Sólo hay que creer en ellos y tenerles mucha confianza.

Claro que dan un poco más de trabajo y uno siempre tiene el temor de que no sean queridos y estén desprotegidos. Pero qué satisfacción cuando logró gatear, caminar, comer solo…, cada logro de Nico llena de satisfacción a toda la familia.

También nos ayudó mucho en esos momentos acordarnos de esa seguridad que al Fundador del Opus Dei le daba sentirse hijo de Dios. Nos apoyamos mucho en lo que dice San Josemaría en Forja: “Jesús, sabiendo que te quiero y que me quieres lo demás nada me importa, todo va bien”. Somos sus hijos y Él sabe lo que nos conviene.

Y esa cruz que al momento de nacer se hizo tan grande, después se fue haciendo cada vez más chiquita. Los chicos siempre lo quisieron mucho y hasta rezan la estampa de San Josemaría cuando quieren que Nico logre algo. Y nos sentimos muy felices cuando uno de ellos, mientras trabajaba en la computadora, levantó la cabeza y nos dijo: “¡Cómo unió Nicolás a toda la familia!”.

Cuando se confirmó el diagnóstico hubo mucho llanto pero a la vez mucha seguridad (...), si Dios nos había mandado a Nico era lo mejor

Ahora vemos que en casa tenemos un tesoro que nos acerca mucho a Dios. Y comprobamos que, como decía el nuevo santo, Dios muchas veces bendice con la cruz.

Socorro Ache de Viana, Ama de casa y orientadora familiar // Libro "San Josemaría y los uruguayos", año 2002