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En diálogo con todos

No existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos para servir a Dios. Sólo surgen las malas jornadas cuando el hombre las malogra con su ausencia de fe, con su pereza, con su desidia que le inclina a no trabajar con Dios, por Dios. ¡Alabaré al Señor, en cualquier ocasión!

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Las Bienaventuranzas

Son un ideal realizable, no una utopía; constituyen un apasionante programa de vida que todos podemos llevar a cabo en nuestra existencia, luchando cada día con propósitos concretos de conversión y mejora.

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La parábola del sembrador

Parte cayó en la tierra buena, y una vez nacida dio fruto al ciento por uno. Son los que oyen la palabra con un corazón bueno y generoso, la conservan y dan fruto mediante la paciencia.

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La compasión de Jesús

Si queremos ayudar a los demás, hemos de amarles con un amor que sea comprensión y entrega, afecto y voluntaria humildad. Así entenderemos por qué el Señor decidió resumir toda la Ley en ese doble mandamiento: el amor a Dios y el amor al prójimo, con todo nuestro corazón.

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Hacerse como niños

Si alguno quiere ser el primero, hágase el último de todos y servidor de todos. Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y quien me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió.

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La oración de Jesús

Descubriremos, con El, cómo se puede dar relieve sobrenatural a las actividades aparentemente más pequeñas; aprenderemos a vivir cada instante con vibración de eternidad, y comprenderemos con mayor hondura que la criatura necesita esos tiempos de conversación íntima con Dios.

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La mirada de Cristo

A los cristianos no nos importa el qué dirán. Nos importa la mirada de Cristo. Vídeo grabado en Londres, en 1985, durante un viaje pastoral de Mons. Álvaro del Portillo.

Documentación

Corpus Christi

Es la profundidad del amor del Señor, lo que le ha llevado a quedarse oculto bajo las especies sacramentales.

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La Ascensión del Señor

La fiesta de la Ascensión del Señor nos sugiere también otra realidad; el Cristo que nos anima a esta tarea en el mundo, nos espera en el Cielo. En otras palabras: la vida en la tierra, que amamos, no es lo definitivo.

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La alegría de la Pascua

Se apareció a su Madre Santísima. —Se apareció a María de Magdala, que está loca de amor. —Y a Pedro y a los demás Apóstoles. —Y a ti y a mí, que somos sus discípulos y más locos que la Magdalena: ¡qué cosas le hemos dicho!

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