Cuando pisotees de veras tu propio yo y vivas para los demás, entonces serás instrumento apto en las manos de Dios.
Él ha llamado –llama– a sus discípulos, y les manda: «ut eatis!» –id a buscar a todos. (Forja, 915) «In modico fidelis!» –fiel en lo poco... –Tu labor, hijo mío, no es sólo salvar almas, sino santificarlas, día a día, dando a cada instante –aun a los aparentemente vulgares– vibración de eternidad. (Forja, 917)
Así como la inmensa maquinaria de docenas de fábricas se para, se queda sin fuerza, cuando la corriente eléctrica se interrumpe, también el apostolado deja de ser fecundo sin la oración y la mortificación, que mueven el Corazón Sacratísimo de Cristo. (Forja, 919)