No es Forrest Gump

Kyle Lang ha estado un mes y medio corriendo. De costa a costa por el Este de Estados Unidos. Salida: Washington. Meta: Nueva York. Objetivo: ayudar a tres ONG con los beneficios de la gesta. Y en medio del páramo y la soledad del corredor de fondo, un descubrimiento: la posibilidad de santificar cada zancada para cambiar el mundo de verdad.

Kyle Lang ha estado un mes y medio corriendo. De costa a costa por el Este de Estados Unidos. Foto: Kyle Lang.

No es Forrest Gump.

Cada zancada tiene un sentido. Y desde Washington a Nueva York, corriendo, son unas cuantas…

Se llama Kyle Lang y es estudiante de Princeton. Le gustan los retos. Un día, así, abriendo horizontes, pensó la epopeya: correr de costa a costa de Estados Unidos aunando la pasión por el deporte con su ilusión por ayudar a tres organizaciones sin ánimo de lucro.

Polvo. Charcos. Cientos de buenas personas a los lados del camino. Saludos. Compañía. Ánimos. Portland. Oregón. Mineápolis.

Con 23.000 dólares recaudados en la mochila, se puso las zapatillas sin mirar atrás. Un mes y medio de kilómetros traspasando estados, desde las Montañas Rocosas a las estériles planicies de Montana y Dakota. Desde los campos de maíz de Indiana y Ohio, hasta las colinas de Pensilvania.

Polvo. Charcos. Cientos de buenas personas a los lados del camino. Saludos. Compañía. Ánimos. Portland. Oregón. Mineápolis.

Lang no es Forrest Gump. Mientras corre mirando al frente es consciente de que muchas personas están unidas a su causa, “rezando o alentándome” para que llegara a su meta atlántica. Familia y extraños, generosamente, se vuelcan con la aventura.

Milla a milla

¿Y ganas de tirar la toalla? Unas cuantas. Por supuesto. No siempre fue fácil. Días a 40 grados. Seis jornadas enteras de lluvias intensas. 12 horas corriendo y alguna pájara de agotamiento. Pero la meta estaba clara, y su propósito era conquistarla costara lo que costara. Milla a milla. Paso a paso.

Lang estudia Psicología y sabe. Allí, en su facultad, conoció el Opus Dei a través de un amigo runner. Le llamó la atención la posibilidad que refresca el espíritu de la Obra de ser santo en medio del mundo. Ahora, ahí, entre carreteras, trochas intransitables, veredas perdidas, paisajes de ensueño. Fe y deporte con las mismas zapatillas, gastadas, cada día más, por el esfuerzo.

Dice Lang: “Las palabras de san Josemaría sobre la vida ordinaria me hablaron. Ser capaz de encontrar significado a correr más allá de correr es algo a lo que quise aferrarme durante toda esa peripecia”.

Kyle Lang quiso poner también una intención para cada milla ofreciendo a Dios cada pedazo del trayecto por personas y causas concretas. Aquellas intenciones le tiraban para arriba. Vamos, campeón. Tú puedes.

Cuando arrecia el cansancio, zancadas por una persona que lucha contra el cáncer. Cuando no se puede más, zancadas por aquel amigo que lidia contra la soledad...

Paradojas de la vida. Paradojas del deporte. Esfuerzo, superación, sacrificio, ilusión, metas, satisfacción. Cuando arrecia el cansancio, zancadas por una persona que lucha contra el cáncer. Cuando no se puede más, zancadas por aquel amigo que lidia contra la soledad. La paz en Oriente Medio. El sacrificio del deportista se une a la Cruz. En pantalones cortos, camiseta y dorsal, deporte y oración recorren, a veces, de la mano, un peculiar maratón de maratones.

El océano Pacífico queda ya muy atrás. Hoy, Nueva Jersey, río Hudson, puente George Washington. La madre de Lang se une a las últimas 24 horas de la epopeya. Campus de Columbia, Times Square, Chinatown, Broadway, Puente de Manhattan y, por fin, Coney Island. Brooklyn. Aplausos. Reto conseguido.

Lang con sus padres.

Según Lang, 500 personas han logrado esta muesca en su fusil. De costa a costa a pie. La mayoría han ido andando, sin prisas. Unas 20 personas han completado el circuito corriendo. Él, con las cosas que lleva en su cabeza y en su corazón, está en ese twenty top.

Ahora tiene otra locura en marcha. De momento es un deseo: recorrer el perímetro de Estados Unidos, bajando por la costa oeste, cruzando la frontera sur hasta la costa este y de regreso por el norte. Toda América, de norte a sur. 28.000 millas. Como quien se plantea una carrerita popular…

Deporte y fe

Kyle Lang no es famoso. De momento. Tampoco es un revolucionario al unir deporte y fe. Lo hemos visto en directo, por ejemplo, en 2016, durante los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

Lang estudia Psicología y sabe. Allí, en su facultad, conoció el Opus Dei a través de un amigo runner.

Allí, sobre los podios, conocimos las historias de Katie Ledecky, nadadora de oro en 200 y 400 metros estilo libre y su “la fe católica es muy importante para mí. Me ayuda a poner las cosas en perspectiva”.

La mítica gimnasta Simone Biles fue, quizás, la más mediática de todas las naturalidades. Con tres campeonatos mundiales consecutivos sobre sus hombros y una dura vida de retos superados, la deportista reina de las lonas artísticas convirtió el Rosario en icono de sus logros.

En Brasil conocimos también a Katharine Holmes y sus entrenamientos de esgrima en “conversación continua con Dios pidiendo consuelo y fuera para lograr la clasificación y seguir adelante”. Y a Thea LaFond, atleta, y su “todo lo que he estado haciendo es darle gracias a Dios, porque no podría haberlo hecho sin Él”. Y a la remera Amanda Folk, y a la atleta Sydney McLaughlin y su sonriente binomio entre fe cristiana y estímulo para la alta competición. Y Joe Maloy, maestro del triatlón, y su pasión por combinar fe e ideales “para hacer el mundo un poco mejor”. Y Steven López, y sus éxitos en taekwondo asentados “en el componente clave de mi fe”.

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Reportaje original en Aleteia: Real-life “Forrest Gump” jogs from coast to coast to raise money for charity