Álvaro, un hombre de paz interior

Anécdotas extraídas del libro "Álvaro del Portillo, un hombre fiel", Javier Medina. Ed. Rialp, Madrid 2012

El primer viaje a Roma

Álvaro tuvo que viajar a Roma el 25 de mayo de 1943, con el encargo de presentar a la Santa Sede la petición del nihil obstat para la erección diocesana de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.

Eran tiempos de guerra en Europa. El avión de línea, italiano, se vio envuelto a la altura de Cerdeña en un combate aéreo-naval entre unas escuadrillas de bombarderos ingleses y una flotilla de navíos del Eje. Durante el incidente don Álvaro no perdió la paz, porque se hizo este razonamiento: “Voy a cumplir una misión que Dios quiere y, por lo tanto, no puede ocurrir nada".

Regresó a España el 21 de junio, habiendo alcanzado los objetivos fijados para el viaje.

De tal palo, tal astilla.

25-VI-1944. El día de la ordenación de los tres primeros sacerdotes del Opus Dei, don Leopoldo Eijo y Garay, el obispo de Madrid que les había ordenado, almorzó en el centro de la Obra con san Josemaría, los nuevos sacerdotes y otros invitados. La alegría era enorme.

En la tertulia, hubo un momento en que el señor obispo contó que, cuando más arreciaba la campaña que había sufrido la Obra, había manifestado a Álvaro su temor por que los más jóvenes pudieran reaccionar con rencor ante aquellos ataques injustos. La respuesta de don Álvaro lo tranquilizó: todos sabían que se trataba de una prueba permitida por Dios para que ellos se convirtieran en mejores instrumentos, y que el Señor se estaba sirviendo para esa operación de un bisturí de platino.

«Cuando terminó el relato don Leopoldo, Álvaro, que estaba sentado allí cerca le dijo: “Pero, señor obispo, yo eso se lo dije porque era lo que le había oído comentar al Padre". Y don Leopoldo remató: “De tal palo, tal astilla"»