Una vida ‘de sorpresa en sorpresa’

La vida de María Palomar ha sido una aventura. La Providencia la ha llevado desde Montefalco hasta Albarosa, incluyendo la oportunidad de conocer a san Josemaría

Sus primeras visitas a Montefalco fueron con el club de niñas del Colegio Santa Margarita de Escocia, al que empezó a asistir desde 4º grado de primaria. Le tocó visitar un Montefalco completamente distinto al que se ha ido construyendo con mucho esfuerzo a lo largo del tiempo. En aquellos años, únicamente estaba disponible el Pabellón, la Iglesia y una parte pequeña de la Administración. Los arcos y Casa Grande apenas empezaban a construirse. Recuerda María que ni siquiera tenían luz, pero eso no impedía que hicieran divertidas excursiones y hasta tomaran cursos de artesanías. Las charlas y clases de catecismo se daban sobre lo que ahora es la capilla de la Virgen, y a la hora de dormir se tendían catres uno tras otro en los dos cuartos del Pabellón. Lo importante era siempre divertirse.

Años más tarde, regresó a Montefalco de 1968 a 1971 y tuvo la oportunidad de recibir a san Josemaría. En su visita, cuenta María, una de las cosas más bonitas fue cuando afirmó que Montefalco se había logrado gracias a la fe, pues don Pedro Casciaro recibió los escombros de una vieja casa, y ver la gran casa de retiros en la que se convirtió solo se puede explicar desde la confianza en Cristo. “Esto no se podía habitar ni de chiste, ¡eran ruinas!” insiste María.

Este no sería su único encuentro con san Josemaría. En 1973 viajó a Roma y se hospedó en un Albarosa que empezaba a echarse adelante. El proyecto del Colegio Romano, cuenta María, emocionaba de manera evidente a san Josemaría, quien decía que no iba a abusar de la sombra de todos los árboles que se habían plantado ahí, sino que estaban pensados para su sucesor. Durante su estancia en Roma, cada día llegaba lleno de fascinación para ella, y aún más en el tiempo en el que san Josemaría estuvo en Cavabianca. “Ahí vivimos de sorpresa en sorpresa los meses que estuvo por acá”, cuenta María, y recuerda como desde Albarosa trabajaron en tener todo listo para la consagración de los altares de Cavabianca, que fueron consagrados por San Josemaría el 31 de diciembre de 1974.

Los papás de María también tuvieron la oportunidad de conocer a san Josemaría, quienes, dicho sea de paso, en el año 1956 se convirtieron en el primer matrimonio de supernumerarios en México. Su padre fue amigo de don Pedro y su madre mantenía contacto fraternal con Guadalupe Ortiz de Landázuri durante su estancia en tierras mexicanas. A su vez, la bisabuela de María se convirtió en la primera cooperadora de América Latina al regalarle a don Pedro algunos muebles que tenía guardados.

Aunque muy particulares, las vivencias que María Palomar y su familia han acrecentado, son un ejemplo del como depositar la fe en Cristo puede llevarnos a vivir una vida de la que nos sorprendamos cada día.