México es mucho México

“Madre nuestra de Guadalupe, haz que seamos fieles. Métenos en tu Corazón Dulcísimo, para que amemos a Jesús como Tú le amas... Ya ves que somos muy poca cosa. Ya ves que sin tu ayuda, no damos la talla. Pero somos tus hijos, elegidos por tu Divino Hijo para llevar la luz de Dios por todas partes...” Beato Álvaro del Portillo, México: 1983

Entre los rasgos más característicos del beato Álvaro del Portillo sin lugar a dudas se encuentra su devoción por la Virgen María. Para los que lo conocieron fue siempre notorio el cariño y la devoción que don Álvaro sentía por la Virgen y cómo esto se traducía en su vida en acciones que daban testimonio de la cercanía que tenía con ella. No solo como cristiano en particular sino también como padre de la Obra. Durante su tiempo al frente del Opus Dei, don Álvaro declaró seis años marianos. Siempre les recordaba a los fieles de la Obra meter a la Virgen en todo y para todo.

En concreto, el beato Álvaro sentía especial cariño por la Virgen de Guadalupe a la que visitó en tres ocasiones en México. La primera de ellas fue en 1970 acompañando a san Josemaría, fundador de la Obra; por segunda vez la visitó en 1983, ocasión en la que estuvo en varios lugares de México. Por último, don Álvaro vino a nuestro país en 1988.

“Cuando vuelvas, ve a la Villa y dile a la Virgen que la quiero mucho”.

Algunos de los recuerdos más entrañables de sus visitas son los de Mons. Rafael Fiol, quien era el vicario regional del Opus Dei en México cuando don Álvaro visitó México y quien escribió en un artículo publicado en Reforma el 2 de abril de 1994:

“Tuve la suerte de acompañarlo las dos veces que viajó a nuestra patria con el principal propósito de pasar tardes enteras en intensa oración en la Villa de Guadalupe, con frecuencia en voz alta para que le acompañáramos en sus peticiones. Así rezaba en mayo de 1983: «Madre nuestra de Guadalupe, haz que seamos fieles. Métenos en tu Corazón Dulcísimo, para que amemos a Jesús como Tú le amas... Ya ves que somos muy poca cosa. Ya ves que sin tu ayuda, no damos la talla. Pero somos tus hijos, elegidos por tu Divino Hijo para llevar la luz de Dios por todas partes...». Siempre que alguien de México pasaba por Roma recibía este encargado suyo: “Cuando vuelvas, ve a la Villa y dile a la Virgen que la quiero mucho”.

El cariño que don Álvaro sentía por la Virgen de Guadalupe era además cariño por todo México. Definitivamente era un español con alma de mexicano. No sólo por sus raíces (Clementina Diez de Sollano, mamá de don Álvaro, nació en Cuernavaca el 16 de abril de 1885), sino también por la profunda alegría que le inspiraba llegar a este país. Mons. Rafael Fiol afirma que don Álvaro “amaba con corazón universal a todas las naciones, aunque puedo asegurar que México tenía un lugar muy especial en su corazón”. Nos cuenta, en el mismo artículo publicado en el periódico Reforma:

“Me vienen a la memoria unas de sus primeras palabras en 1983 al pisar por segunda vez tierra mexicana: «Estoy muy contento de estar con tantos hijos, que tienen un corazón tan grande, como lo tenemos todos los mexicanos. Yo también me siento mexicano: aunque ahora hable así, ‘tableado’; de pequeño hablaba ‘dulcemente’ como ustedes». También durante esos días le oía repetir muchas veces esta frase: «México es mucho México», refiriéndose a la inquebrantable fe de los mexicanos y a nuestras virtudes características.

Don Álvaro del Portillo falleció el 23 de marzo de 1994 y fue beatificado el 27 de septiembre de 2014.