Iroto, un centro de desarrollo para la mujer en Nigeria

El desarrollo humano y social depende en gran parte de la educación. Compaginar el trabajo, que muchas mujeres africanas deben realizar para mantener la familia, y la formación es el sistema elegido por Iroto para fomentar el desarrollo y la esperanza.

La Educational Cooperation Society es una organización nigeriana sin ánimo de lucro que tiene como fin poner en marcha proyectos que promuevan la educación, el bienestar social y la dignidad de la persona en conformidad con los principios cristianos. Uno de sus primeros proyectos, Iroto Rural Development Centre, nació hace más de veinte años, cuando los jefes locales de Iloti y de los pequeños poblados de Iroto y Abidagba, que forman parte del Área Municipal de Itamapalo, acordaron asignarle veinte acres de tierra virgen.

Don Álvaro permaneció en Iroto del 13 al 15 de noviembre de 1989. Durante una reunión al aire libre, a la que acudieron numerables personas de los alrededores, manifestó su deseo de que en Iroto hubiera una escuela a la que pudieran acudir chicas jóvenes del lugar. Se cumplió este deseo suyo con el comienzo de Iroto School of Hotel and Catering.

“Cuando empezamos en 1986”, relata Jane Ohale, una de las pioneras, “nos dimos cuenta de que teníamos por delante una tarea exigente. La mayoría de las mujeres que viven en el ambiente rural se dedican al cultivo de casabe y el procesamiento de gari. El casabe es el tubérculo del que se hace el gari, alimento básico y fuente de ingresos familiares, pero su cultivo y preparación supone un gran esfuerzo y exige mucho tiempo”.

Poblado de Iroto. Elaboración del 'gari', friendo la 'casavva' después de haberla molido.

En efecto, para obtener los resultados esperados, las mujeres deben labrar manualmente la tierra, sembrar y cosechar. Luego viene un largo proceso de pelar, remojar, moler y freír. El calor del clima tropical junto a la humedad, habitualmente del 90%, hacen su cometido aún más difícil. “Se entiende –continúa Jane- que las mujeres recelasen, al principio, de venir a Iroto para recibir clases. Por nuestra parte queríamos introducir otro tipo de cosechas, por ejemplo el cultivo de frutas y verduras, para así mejorar la dieta familiar”.

Las primeras clases, a pesar todo, fueron un éxito. En poco tiempo, en efecto, las alumnas aprendieron manualidades que les permitieron tener más tiempo para cuidar a sus familias y que a la vez la facilitaron la posibilidad de aumentar sus ingresos y de mejorar así su nivel de vida y el de sus familias. Se empezó por impartir lecciones de puericultura y administración del hogar, y más tarde se desarrollaron programas de agricultura y manualidades. Muchas mujeres manifestaron interés por la costura, la fabricación de alfombras, de jabones, de velas, por aprender a tejer cestas y a confeccionar abalorios y variados tipos de adornos. La idea original preveía que las alumnas pudieran realizar estos trabajos en sus casas, para uso propio o para generar ingresos. Para valorar el impacto que tuvo Iroto entre la población, es conveniente conocer la situación socio-económica de esta parte de Nigeria, en la que las mujeres se casan muy jóvenes y los maridos no suelen destacar por un gran sentido de responsabilidad hacia las necesidades familiares: de hecho, por un motivo u otro, las mujeres terminan por hacer todas las tareas del hogar, también las agrícolas o ganaderas.

La Educational Cooperation Society, a través de la organización Women’s Board, se comprometió también a dar cursos de inglés —lengua oficial del país y medio imprescindible para poder comunicarse—, de relaciones humanas, de comportamiento social, etcétera. El contenido de estas clases refleja una visión cristiana de la vida, una concepción del hombre que trasciende la mera satisfacción de las necesidades de subsistencia. En el origen y en la raíz de las actividades educativas que se desarrollan en Iroto están las enseñanzas de san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, sacerdote que predicó la llamada universal a la santidad, a una santidad que se persigue mediante el trabajo y las ocupaciones ordinarias realizadas cara a Dios.

A lo largo de estos veinte años de trabajo en el suroeste de Nigeria, a 100 kilómetros de Lagos, las personas que han trabajado en este proyecto educativo han debido superar no pocas dificultades y barreras. El muro más alto ha sido quizá el de la superstición y la sospecha. No fue fácil que las personas nativas aceptaran ser ayudadas. Paula, que ha estado en Iroto desde 1996, ha experimentado estos recelos: “A pesar de hablar el dialecto Yoruba, los primeros años me costó mucho ganarme la confianza y la amistad de la gente. Pero, ahora ya intercambiamos preocupaciones y alegrías, y puedo decir que soy una de ellos”.

Un pequeño hospital

Entre las necesidades primordiales de la provincia de Itamapako está la salud. Sin ella, otros posibles planes de solidaridad son irrealizables o pierden efectividad. Por eso, en los terrenos del Iroto Rural Development Centre se llevó a cabo la construcción de Abidagba Health Centre, un centro de salud de primeros auxilios y de cura de enfermedades básicas.

Para construir el Abidagba Health Centre hizo falta dinero, que se consiguió gracias a la generosidad de muchas personas. Entre los benefactores de Abidagba, se cuenta la familia German Dominick, que, al oír hablar de este proyecto, realizó una significativa donación. Por este motivo, el hospital fue construido en honor de su hijo Andreas, fallecido en un accidente de coche en Alemania, que siempre había mostrado un interés particular por África y por los proyectos de solidaridad que se podían llevar a cabo en este continente. También Manos Unidas, una organización española que impulsa proyectos similares en todo el mundo, colaboró con Abidagba.

El Abidagba Health Centre fue inaugurado el 6 de diciembre de 1996. Han sido necesarios varios años para que el personal médico contara con la confianza de la población. En estos años, los pacientes de Abidagba se han multiplicado y es indudable que los índices de sanidad en la zona se han elevado notablemente. Wachera, enfermera keniana que trabaja en el centro sanitario desde su inauguración, sostiene que poco a poco la cultura sanitaria ha ido calando en las familias: “En muchas ocasiones, la principal causa de la desnutrición de los niños y de las infecciones de los jóvenes era la ignorancia. Gracias a las clases y consejos sobre cómo llevar una vida sana, ha disminuido el número de enfermedades por familia”.

Es evidente que esta educación médica es urgente en África. “Cuando la malaria rebrota, por ejemplo, la gente es capaz de reconocer los síntomas, y saben entonces que tienen que ir al centro de salud para recibir el tratamiento. La malnutrición, que era una dolencia corriente cuando comenzábamos nuestro proyecto, ha desaparecido prácticamente gracias a que ahora conocemos mejor las necesidades nutricionales. La población es pobre, pero pueden sobrevivir y mantener sanos a sus hijos con los productos de la tierra. La mejora que apreciamos es realmente esperanzadora”, explica Wachera.

Muchas historias

Como señala una de las pioneras de Iroto, “la gente aquí, especialmente las mujeres, tiene una vida muy dura. Intentamos darles formación y los medios necesarios para mejorar la calidad de su trabajo y de su vida familiar”. En Iroto, explica, se tiene muy presente que el desarrollo humano y social del entorno depende en gran parte de la mujer y de su nivel educativo. Es en el hogar donde las personas adquieren los hábitos básicos de conducta y se forjan las virtudes cristianas: se aprende a servir y a trabajar por los demás. En Iroto se conocen muchas historias, de personas y de familias que han encontrado armonía y equilibrio.

Oluwakemi Otesoga, una niña indigente, que estaba parcialmente ciega a causa de una retinopatía congénita. La enfermedad empeoró rápidamente y su madre, sin recursos económicos, estaba desesperanzada. Al tratarse de un caso complicado, una enfermera de Abidagba acudió a una escuela para ciegos, que hay en Lagos, e incluso se procuró los medios para el pago de la matrícula: encontró un benefactor, y gracias a él Oluwakemi pudo estudiar dos años allí y ahora vive en la residencia del colegio para ciegos. “Estoy muy contenta, y enormemente agradecida por lo que han hecho por mí. He aprendido a hacer cestos de caña, bolsos, corbatas y otros complementos. Además, puedo escribir y leer en Braille. He realizado prácticas en el Museo Nacional y es posible que encuentre un trabajo bien remunerado cuando finalice mis estudios en diciembre. Todo este proceso me ha ayudado a madurar como persona, y mi familia también se ha beneficiado”.

Una asociación de mujeres

Otro de los proyectos que han nacido a la sombra de Iroto es una asociación de mujeres. Por el momento, reúne a 25 jóvenes madres. Todas comparten unas circunstancias biográficas difíciles: mantienen económicamente a la familia y han tenido que abandonar la escuela a muy temprana edad. Sienten la necesidad de enseñar a sus hijos algo distinto del cultivo de un trozo de tierra. “Estoy aprendiendo a escribir y a leer”, dice Agnes, “por mí y sobre todo por lo que podré enseñar a mis hijos”. Esta asociación de mujeres organiza cursos muy variados, en los que las asociadas se forman una cultura mínima. Al comienzo aprenden conceptos básicos de higiene, sanidad y cuidado de los bebés; después participan en clases de cocina, confección y costura.

Iroto ha cedido una parte de sus terrenos a esta asociación para que las mujeres que lo deseen puedan también cultivar vegetales, principalmente okro, ugwu y tomates. En esta hacienda en ciernes se han distribuido tareas y cometidos para la buena marcha de la granja. Por los trabajos bien realizados se dan incentivos, y también se premia la puntualidad en las clases y en la realización de los encargos. Juliet, que primero trabajó en la clínica sanitaria de Iroto, y ahora dedica gran parte de su tiempo al desarrollo de la granja, comenta: “Trabajar bien, con diligencia y responsabilidad, pensando en el porvenir de la familia, ha sido para mí una fortuna inmensa. ¡Qué hubiera sido de mí si no hubiera conocido Iroto!”.

También han manifestado su agradecimiento varias personalidades civiles de la región que valoran positivamente el impacto social de Iroto. Una de ellas es el “Kabiyesi” de Oko Ako, gobernador de 33 poblaciones, que ha declarado: “Estamos muy agradecidos al ‘Women’s Board’ por haber escogido nuestra tierra para poner en marcha el Centro de Desarrollo Rural Iroto. Los resultados están siendo óptimos”. Sir J. F. Adelaja, destacada celebridad en Itamapako, añade: “Iroto ha jugado un papel importante en el desarrollo de esta sociedad rural. Nuestra comunidad ha recibido paz, seguridad, bienestar y más vida cristiana”.

Si desea recibir más información o colaborar con el proyecto, póngase en contacto con:

Miss Paula Adjamah
Iroto Rural Development Centre
PO Box 4240
Surulere PO
Surulere, Lagos
E-mail: wb@hyperia.com