"A veces el ruido te aleja de lo importante y no te deja oír"

Mariana Jiménez, psicóloga, cuenta cómo hizo compatible su carrera profesional con su religión, pese a las creencias y tabúes que se encuentran alrededor de la psicología.

¿En dónde trabajas?

Siempre he estado en el ámbito de la educación y ahora trabajo, en gran parte, con adolescentes. Primero me dediqué a hacer diagnósticos y a dar terapias, y ahora estoy trabajando en el Instituto Lomas del Real, que es un colegio para niñas en San Luis Potosí. Aquí coordino el Departamento Psicopedagógico y además soy preceptora, por lo que atiendo directamente a las niñas.

¿Cómo te ha ayudado tu carrera en el trato con Dios? ¿Cómo logras hacer la relación Dios-paciente?

Me ha hecho ver y comprender el amor de Dios en cada persona. Cada quien es un mundo, es una dimensión y es completamente distinto a los demás. La psicología te hace descubrir la grandeza de cada persona y eso me encanta. A veces los pacientes acuden a que les ayudes, pero la verdad es que ellos te ayudan valorar más las cosas, porque la verdad es que también te aportan puntos de vista muy diferentes.

Rezo a Dios por cada paciente que llega, y eso me ayuda mucho más a decir las cosas indicadas en ese momento. Las personas me lo han dicho. Después de un tiempo de haber visto a una persona, me la encontré un día y me dijo: “Tú me dijiste esto y no sabes cómo me ayudó”. Es un don, el comprender a las personas, el meterme en las personas, el tener esta claridad de poder ayudarles, es algo que Dios me ha dado y que tiene que ser usado para bien.

¿Cómo te han ayudado las enseñanzas de san Josemaría y del Opus Dei para este trato con tus pacientes y en tu vida en general?

Me ayuda mucho, sobretodo, el “recomenzar” porque a veces, cuando acude un paciente con angustia, con dolor, con preocupación, el decirle que se puede recomenzar y que se puede volver a luchar, ilumina y da esperanza. Los despierta. Hay una enseñanza que a mí me ha servido muchísimo en la vida y que san Josemaría decía: “recoge”. El ser humano se puede equivocar, cometer errores brutales, pero aquí la clave es que san Josemaría decía que después de un mal momento en la familia, con el hijo, después de que ya le gritaste, lo regañaste de más, había que recoger. Ese recoger es que acudas después y digas: “bueno, me equivoqué, pero vamos a mejorar en esto”. Es esa oportunidad de reconciliar. Esa parte del pensamiento de san Josemaría ha sido, para mí, un punto clave con los pacientes.

En un mundo en el que hay tanto materialismo y relatividad, ¿Qué podrías decir a los demás para que busquen esa esperanza que mencionas?

A veces el ruido te aleja de lo importante y no te deja oír. Cada quien puede escuchar su propia riqueza interior, que siempre está ahí. Nos han quitado la esperanza, y eso al hombre lo deprime, lo tumba, pero justamente la esperanza es lo que nos hace vivir y seguir adelante. Yo les diría que siempre hay esperanza, que siempre hay soluciones y que si hay un amor que no se agota, que no se cansa y que no se acaba es el amor de Dios.