800 personas, 1.600 manos, 3.200 cuerdas vocales

El cine Callao de Madrid acogió ayer la original proyección de El Rey León, con karaoke y animación. Los beneficios de esta iniciativa serán destinados, a través de Harambee, a la construcción de un centro materno infantil en Enugu (Nigeria), un centro impulsado por Don Álvaro del Portillo. En memoria de su corazón africano, este acto familiar ha sido el pistoletazo de salida a los actos previos previstos para su inminente beatificación.

Cine. Música. Bailes. Interpretación. Alegría. Karaoke. Rugidos. Estampidas. Doblajes improvisados. Niños. Muchos niños. Quizás, para muchos, el broche de oro de un verano en familia. Cerca de 800 madrileños participaron ayer en una original proyección de El Rey León, un clásico de Disney que cumple 20 años.

Original, porque sus míticas canciones estaban abiertas al público, que dirigidos por la batuta de expertos, cantaron, bailaron e interpretaron los mejores momentos de la mágica historia de Simba. Y original, también, porque los beneficios recaudados por esta iniciativa irán destinados a la construcción de un pabellón materno infantil en el Niger Foundation Hospital, en Enugu (Nigeria) a través de Harambee. Niños de aquí, para niños de allá.

El clásico más africano de Disney representaba bien el espíritu de Harambee, la ONG puesta en marcha en 2002 con motivo de la canonización de San Josemaría. Y además, era el primer homenaje al corazón africano de Álvaro del Portillo a sólo 24 días de su beatificación en su ciudad natal.

A las 19.00 se abrió el telón de Callao. Expectación previa en la céntrica plaza madrileña. Colas en el acceso y en la taquilla. Muchos niños, y muchos padres entregados a la causa. Ilusión. Sencilla ilusión. Los viandantes de la zona comentaban entre sí: "¿Pero qué pasa hoy aquí?". "Debe haber algún gran estreno". "¡Aquí hay ambiente ya de Navidad!".

Llenazo en la sala. Los "monitores" del ritmo de Sing Along, una empresa joven especializada en el cine con karaoke y animación, empiezan a instruir al respetable. Recordamos las canciones, las letras, algún diálogo especial... Ensayamos los primeros bailes y movimientos, los gestos del cine salidos de la pantalla... Y, mientras tanto, el mix de la magia de África y de Disney se iban colando entre el público hasta diseñar en el patio de butacas la selva más animada de Madrid.

Imagina cantar a pleno pulmón en un cine entre gente que no conoces. Imagina contagiar una estampida zapateando el parqué. Imagina imitar la entronización de Simba elevando a lo más alto el cubilete de palomitas. Imagina una lluvia de estrellas con luces de móvil. Y todo eso, multiplicado por 800 personas, 1.600 manos, y 3.200 cuerdas vocales.

Sesión de cine intensa en cinco dimensiones: imagen, sonido, interpretación, danza y solidaridad. La alegría de África encarnada en pantalla gigante. La solidaridad con África -sus madres, sus niños, su salud-, encarnada en un público lleno de niños, pero también gigante.