Marta Jolón

"No me podía ni imaginar que aquello eran los comienzos de la labor con mujeres del Opus Dei en Guatemala; que les faltaba de todo, porque estaban empezando. Yo no sabía nada del Opus Dei. Y además..."

San Juan Alotenango

Yo nací en San Juan Alatenango, que es un pueblo muy bonito, y no es porque sea mi pueblo. Alatenango quiere decir abundancia de elotes. Mi papá se

llamaba Juan Pablo y mi mamá Berta Yacht. Yo me llamo María, aunque me conocen por Marta. Soy indígena cakchiquel, de una raza que descendemos de los mayas.

En mi casa vivíamos según la costumbre cakchiquel y mi pueblo era muy bonito pero muy pobre. Todas las señoras tejían a mano. En esa época había poca escuela para las mujeres, porque los hombres pensaban que no tenían que ir a la escuela, y sólo iban los hombres. Gracias a Dios, mi papá prestó el servicio militar, y allí se dio cuenta de la importancia que tenía saber.

Nosotros fuimos doce de familia, yo soy la cuarta. Pero mis hermanos mayores murieron, así que me convertí en la mayor y me tuve que encargar de todos los hermanos. Mi mamá tenía idea que cuando yo terminara cuarto grado, que es la primaria, ya no iba a seguir estudiando, para ayudarla. Mi papá en cambio decía que, si yo tenía capacidad, debería seguir estudiando. Entonces el sacerdote que atendía el pueblo, nos dijo que en la capital había una casa donde vivían personas de fe, y que allí había unas señoritas que estaban entregadas a Dios y que las patojas que tuvieran deseos de aprender más y quisieran ir a la capital, esas señoritas les podrían enseñar los trabajos de la casa y muchas cosas buenas. Dijo que iban a estar bien cuidadas. Dijo que allí nos enseñarían a tratar a Dios, y que había Padres que iban a confesar y que había Misa todos los días.oco de letras, y dijo que si él se casaba nos pondría a todos en la escuela.

Le pregunté a mi papá si yo podría irme, y me dijo: "si Dios quiere sí". Vinimos a la Capital en camioneta. Sólo había dos en el pueblo. Yo iba con el corte, que es como llamamos al traje cakchiquel. Era un corte muy bonito, de colores muy alegres, porque mi mamá me dijo que como yo soy morena, que mejor buscara colores vivos.

-¡Si no -me decía riendo- te vas a ver como los sanates!

Manolita Ortiz

Llegué alrededor de las diez de la mañana, y salió la directora, que se llamaba Manolita Ortiz. La recuerdo perfecto. Iba con una falda roja y una blusa blanca. Nos saludó muy contenta y nos dijo: "Qué alegría, qué alegría, ¿de dónde son ustedes? Y nos trató muy bien. Aquella señorita española no hacía diferencias, ni nos trataba de otro modo por ser indígenas.

Luego me enseñaron el oratorio, que era muy pequeño. Es como si lo estuviera viendo: entraba uno y a mano derecha había un cortinaje, y unas vidrieras, y en el fondo estaba un cuadro, sin marco, de la Virgen del Carmen, con la cabeza inclinada sobre el Niño Jesús.

Sentí entonces que alguien estaba cantando el himno nacional y pensé: ¡qué bueno! ¡Por allá están las niñas, a ver a qué hora las conozco! Pero fui y la que cantaba era una que pasaba por la calle. Allí todo era muy pequeñito: había una cocina y después de la cocina, el cuarto nuestro, muy pequeño también, de dos literas nada más. Había una empleada para las labores de la casa, y otra muchacha que había venido igual que nosotras, para aprender, de San Martín Gilotepec. ¡Y yo , que me esperaba una gran escuela!

No me podía ni imaginar que aquello eran los comienzos de la labor con mujeres del Opus Dei en Guatemala; que les faltaba de todo, porque estaban empezando. Yo no sabía nada del Opus Dei. Y además, aquello era tan pequeñito, que no parecían los comienzos de nada. Y cuando preguntaba por las otras muchachas, me decían:

-No se preocupe, Marta, que pronto las va a ver. Ya verá como, si Dios quiere, pronto las va a ver...

Mi vocación

Me sorprendió. Se las veía tan contentas, con tanta fe... Y un día, por fin, vi... a tres muchachas del Opus Dei, que habían venido de México. Me invitaron un domingo a salir de paseo. Me gustaron mucho aquellas tres muchachas. Tenían la misma alegría que las señoritas. Y además eran muy abiertas, y muy preocupadas por mí, porque la pasara bien, y por saber cosas de mi pueblo. Durante el paseo me explicaron que eran del Opus Dei; es decir mujeres totalmente entregadas a Dios en su profesión, que son los trabajos del hogar, y que cuidan de su casa, como tantas mujeres del mundo; su casa son las casas de la Obra. Fue muy divertido: estuvimos jugando un partido figurando el basquetbol, porque no teníamos canasta. Con una de ellas, Amalia Riola, fue con la que más me entendí. Era de la cocina.

Me habló de Dios y de hacer el trabajo bien, con mucha perfección, con sentido profesional, con afán de servicio a los demás y me dijo la necesidad de ofrecérselo a Dios. A mí, la verdad, la cocina nunca me ha llamado la atención, pero la forma de ser de ella, y lo que me contó de la Obra, me gustó mucho.

Aquello me gustó: encontrar a Dios en el trabajo. Pero en un trabajo bien hecho, porque fui fijándome del modo en que trabajaban, y se veía que lo procuraban hacer bien, y es que lo hacían por amor a Dios.

Amalia era la que me contaba más cosas. Me hablaba sobre todo de la santificación del trabajo: ¿Pero tú sabes lo que es ser santo? Es tratar a Dios en lo de todos los días, es quererle con locura, pero haciendo lo que tienes que hacer lo mejor hecho que puedas, sirviendo a los demás, como esa lámpara que hay en el Sagrario, no es otra cosa. ¿Tú cómo te has imaginado? - Pues no sé. Yo pensaba que los santos eran como los de la iglesia de mi pueblo, que están cada uno quietecitos en su hornacina -. Pero por dentro no pensaba así. Cada vez que iba al oratorio contemplaba la lámpara del Sagrario, consumiéndose poco a poco... y me fui planteando ser del Opus Dei, y entregarme a Dios por entero. Pero aquello me asustaba, porque... ¡eran tan pocas! y ¡quedaba tanto por hacer!

Un día lo vi claro. Y me decidí y lo dije: "A mí me gustaría también ser hija del Padre que está en Roma". Entonces en el año 57 me comprometí con el Opus Dei. Yo no pensaba que iba a ser la primera vocación de Guatemala... pero, meses más tarde, cuando hice la Oblación, me dijeron: "Usted es la primera en hacerlo".