La ceremonia fue presidida por el Nuncio Apostólico del Congo-Brazzaville y de Gabón, monseñor Andrés Carrascosa; y concelebrada por monseñor Portella, obispo de Kinkala; monseñor André Minzonzo, obispo de Nkay; y muchos otros sacerdotes de la diócesis de Kinkala, donde se encuentra la nueva iglesia.
El origen de este templo se remonta 4 años atrás, cuando el Papa Juan Pablo II convocó el Año de la Eucaristía.
Para favorecer la devoción eucarística, las alumnas del Colegio Orvalle, una obra corporativa del Opus Dei en Madrid, hicieron una campaña de recogida de fondos.
Cuando el Nuncio les contó las dificultades de esta diócesis de Kinkala, motivadas por la guerra que azotaba esta parte del Congo (destrucción de colegios, infraestructuras, iglesias, etc.) las alumnas decidieron dedicar ese dinero a la construcción de un templo.
Según monseñor Carrascosa, en medio de las dificultades, el pueblo congoleño agradecería más que nada tener una iglesia donde rezar. Lo que al principio parecía un sueño, se ha hecho realidad.
La iglesia, sencilla y bonita, ha sido construida con la colaboración de los habitantes de la zona. El párroco, Bienvenu Manamika, pidió a los parroquianos que le trajeran piedras, tadi; los albañiles se pusieron a trabajar y poco a poco levantaron los muros; algunos seminaristas de Kinkala, durante sus vacaciones, se convirtieron en expertos pintores.
Pocos días antes de la inauguración, terminaron de pintar los muros exteriores. Gracias a la ayuda de otro colegio español -el Grazalema, del Puerto de Santamaría-, se ha podido instalar una estatua a San Josemaría en el interior de la Iglesia.
Muchos fieles han dedicado tres días a limpiar y adecentar los alrededores de la Iglesia antes de la ceremonia de inauguración. Con hojas de palmera, mandalala, cubrieron el lugar bajo el cual los fieles se sentaron en bancos de bambú. Acudieron a la primera misa representantes de la Salvation Army y de la Iglesia Evangélica.
El Nuncio, en su homilía, animó a los fieles, varios centenares, a convertirse en templos vivos donde el Señor pueda sentirse a gusto. “La iglesia de San Josemaria, fruto del trabajo de todos, es el signo de que juntos podemos vivir en paz”.
El vicario del Opus Dei en el Congo añadió algunas palabras y se refirió al amor de San Josemaría Escrivá por el continente africano.
Tras la misa, toda la población celebró la inauguración con cantos tradicionales y un festín preparado por las mujeres del lugar. Cada familia regresó a su casa con una estampa de San Josemaría en lari, la lengua local.