Vidas ejemplares

Artículo publicado en Diario Jaén.

En estos tiempos donde las actitudes y los comportamientos de algunas personas presentan conductas poco edificantes, resulta aleccionador comprobar que también hay otras vidas muy ejemplares. Así lo demuestra el libro “Carlos Martínez, pescadero”.

Carlos nació en Oviedo en 1920 y fue el último de ocho hijos. Su padre, de profesión, zapatero remendón y su madre, vendedora de frutas en el mercado. A los diez años se alistó en la célula comunista de su barrio. Fue educado en el ateísmo práctico. Y “se sentía de izquierdas porque era pobre”. A los nueve años empezó a trabajar, por la mañana en una pescadería y por la tarde como vendedor de periódicos. Su propia vida le hizo comprender mejor “que los pobres maduran antes que los ricos”.

Por su actividad revolucionaria fue condenado a 18 años de prisión, de los que solo cumplió cuatro. Estaba dotado de un apreciable don para la escritura, por esto quiso ganarse la vida como escritor y asistía los sábados a la tertulia literaria del Café Pombo; allí conoció y se hizo amigo de Camilo José Cela, Julio Trenas y Manuel Rueda Cela. Sin embargo, no le gustó la vida bohemia y volvió a la pescadería.

En la madurez empezó a a percibir las limitaciones de una vida sin Dios. Cuando tenía 34 años decidió entregar su vida a Dios en el Opus Dei. Fue un hombre profundamente solidario y compasivo, atento a la ayuda que necesitan los demás: gitanos, presos de la cárcel, mineros y enfermos de los hospitales. Su vida es parecida al refrán que dice: “De santos, poetas y locos todos tenemos un poco”. Pienso que no hay que irse muy lejos para conocer a personas que han estado muy cerca de nosotros y han sido “grandes”, llevando una vida muy normal.

Plácido Cabrera Ibáñez

Diario Jaén