Viaje del Venerable Álvaro del Portillo a Tierra Santa

Comunicación presentada por Mons. Joaquín Alonso, con el título "Viaje del Venerable Álvaro del Portillo a Tierra Santa (marzo 1994). Los últimos días de su vida", en el Congreso con motivo del Centenario de Álvaro del Portillo, en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (12-14 de marzo de 2014).

Mons. Joaquín Alonso

En el viaje del Siervo de Dios a Tierra Santa, del 14 al 22 de marzo de 1994, tuve la gracia de Dios de acompañarle, junto con Mons. Javier Echevarría y el Dr. José María Araquistain, que atendía médicamente a Mons. del Portillo en Roma.

El viaje comenzó tres días después de su 80 cumpleaños. El Siervo de Dios no había estado nunca en Tierra Santa y agradeció mucho al Señor tener esta ocasión de visitar los Santos Lugares y de acompañar a sus hijas e hijos que habían comenzado el trabajo en la tierra de Jesús. En Jerusalén había ya dos centros del Opus Dei.

El viaje comenzó el lunes 14 de marzo de 1994 a las 15,45. Salimos del aeropuerto de Ciampino (Roma) en un avión que un cooperador del Opus Dei había puesto a disposición para este vuelo del Siervo de Dios. Hay que reconocer que el viaje, en un avión tan pequeño, se alargó mucho y resultó algo incómodo, pero don Álvaro no dijo nada. Durante el trayecto hasta Tel Aviv, rezaba y conversaba con el copiloto y con nosotros, expresando la gran alegría que le daba esta ocasión de visitar los Santos Lugares y de estar con sus hijas e hijos que habían ido a trabajar a aquella tierra en circunstancias no fáciles.

Llegamos al aeropuerto de Tel Aviv a las 20,30 hora local. Estaban esperando a Don Álvaro el Vicario de la Prelatura en Tierra Santa, don Alberto Steinvort, y otras personas del Opus Dei, entre ellas un matrimonio uruguayo, Aníbal Díaz y Laura. Él era Embajador de Uruguay en Israel. Estaban felices de tener con ellos esos días a don Álvaro. Esa noche nos alojamos en el Hotel Moriah Plaza.

A la mañana siguiente, martes 15 de marzo, don Álvaro, Mons. Echevarría, el Dr. Araquistain, Don Alberto y yo salimos en un coche, conducido por don Alberto, hacia Haifa. Visitamos el Monte Carmelo y rezamos en el Santuario “Stella Maris” y en la gruta de San Elías. Seguimos hacia Nazareth adonde llegamos alas 13. Nos alojamos en el Hotel San Gabriel.

Por la tarde visitamos la iglesia y la gruta de San José, la “fuente de la Virgen” y la Basílica de la Anunciación, donde hicimos un rato de oración y concelebramos la Misa en elaltar de la gruta. Don Álvaro hizo la homilía, conmovido,recordando el “Hic Verbum caro factum est”. Asistían a la Misa un grupo de personas del Opus Dei entre los que estaba el matrimonio Laura y Aníbal. Aníbal estaba ya gravemente enfermo y la mujer estaba serena y profundamente emocionada. El Dr. Araquistain hizo algunas tomas con una pequeña máquina de televisión.

Desde que comenzó este viaje por Tierra Santa, don Álvaro quiso que leyéramos en voz alta los textos del Evangelio relacionados con los diversos Santos Lugares y así hicimos. Todas estas visitas fueron precedidas o acompañadas de esta lectura y meditación del Santo Evangelio.

El día siguiente, miércoles 16 de marzo, visitamos el lugar de la multiplicación de los panes y los peces junto al lago Tiberíades. Rezó allí el Siervo de Dios y quiso colocar su cruz pectoral y el rosario sobre la piedra que está debajo del altar de la iglesia. Se detuvo a contemplar aquellos campos y el lago. Seguimos hasta Tabgha, rememorando la pesca milagrosa, el encuentro de los discípulos con Cristo Resucitado, el “Simón, ¿me amas?...”. En estas ocasiones, don Álvaro siempre solía recordar los comentarios que había oído a San Josemaría a lo largo de tantos años a su lado. Entramos en la iglesia, después de habernos santiguado con agua del lago. Quiso besar la piedra que sirvió de mesa a Jesucristo y a los discípulos. También sobre esta piedra el Siervo de Dios quiso colocar cruces y rosario. Un franciscano e la Custodia de aquel Santo Lugar trajo a don Álvaro una estola empleada por el Papa Pablo VI en su visita a aquella iglesia y le pidió que se la pusiera y bendijera a los peregrinos que allí estaban. Don Álvaro lo hizo enseguida. Quiso que recitáramos allí un Credo y rezáramos por el Papa.

Después fuimos a la Basílica de las Bienaventuranzas. Allí hicimos un rato de oración y celebramos la Santa Misa en el altar mayor. Al salir, don Álvaro se quedaba admirando desde allí, con gran recogimiento, el lago y los campos por los que Jesucristo había pasado. Fuimos a Cafarnaun, donde vio la casa de Pedro y la sinagoga. Quiso que allí, después de leer textos del Evangelio relativos a aquel lugar, volviéramos a recitar un Credo y rezáramos una oración a San Josemaría (entonces Beato), pidiendo por la Iglesia.

Don Álvaro tenía deseo de volver por la tarde al lago de Genesaret y poder hacer un buen rato de oración en barca, en medio del lago. Tratamos de buscar al final de la mañana a alguien que nos pudiera alquilar una barca. Fue una búsqueda larga y no conseguimos encontrar lo que queríamos. Durante este rato de búsqueda se descargó la batería del coche y tuvimos que esperar bastante tiempo, hasta que una persona que pasaba nos cargó la batería. La vuelta a Nazaret fue a las 14,30. Y tuvimos que renunciar a la barca. Volvimos por la tarde a la costa del lago, en Tabgha. Y allí, en la orilla, sentados sobre un tronco de pino, hicimos un rato de oración (de 17,40 a 18,10), leyendo textos del Evangelio relativos a hechos de Jesucristo en el lago de Genesaret.

Volvimos al final de la tarde a Nazareth, al hotel “San Gabriel”.

El día siguiente, 17 de marzo, jueves, salimos de Nazareth a las 9 de la mañana y fuimos a Caná de Galilea, a visitar la iglesia de las Bodas, donde leímos y meditamos el relato correspondiente del Evangelio de San Juan. Seguimos para el Monte Tabor, donde celebramos la Santa Misa a las 10,15, en la capilla de Moisés del Santuario. Antes, ya en el coche, habíamos leído y meditado los textos evangélicos de la Transfiguración del Señor. Al bajar del Monte quiso don Álvaro que recogiéramos algunas flores campestres de aquel lugar, para llevarlas a Roma.

Seguimos para Jerusalem por la carretera del valle del Jordán. Antes de pasar por Jericó leímos los textos del Evangelio de la curación del ciego (el “Domine, ut videam! Que tanto repitió San Josemaría desde que notó la llamada del Señor) y el del encuentro con Zaqueo. Precisamente nos paramos a la entrada de Jericó junto a un sicomoro que allí había. Seguimos hacia Jerusalem y desde el coche divisamos el monte de las tentaciones. Llegamos a la Ciudad Santa y por la tarde Don Álvaro quiso que fuéramos a visitar y hacer oración en la Basílica del Santo Sepulcro. Don Álvaro, conmovido de emoción, se arrodilló y colocó su frente sobre la piedra del Santo Sepulcro. Fue un rato de prolongado silencio, absorto el Siervo de Dios en el Misterio de la Muerte y Resurrección del Señor. Pasó a visitar el lugar del Calvario y, a pesar de sus años y dificultades físicas, se arrodilló y echó adelante su cabeza para besar y poner las manos en el agujero que la tradición considera como el lugar donde estuvo clavada la Cruz de Jesucristo.

Después de este largo e intenso rato de silenciosa contemplación, el Siervo de Dios fue a visitar los dos centros del Opus Dei en Jerusalem. Primero fue a ver a sus hijas y a entregarles unos regalos que les llevaba para la casa y estuvo contándoles sus visitas a los Santos Lugares y hechos de la labor apostólica en varios países. Quería manifestarles su afecto paterno a quienes habían ido a trabajar en Tierra Santa en circunstancias, como se sabe, bien difíciles. Después fue al centro de sus hijos. Era una

pequeña casa alquilada, provisional. Tuvo un buen rato de tertulia con ellos. Quiso, nada más llegar, llamar por teléfono a Aníbal Díaz, para preguntarle por su salud y agradecerle los detalles de afecto filial que le había manifestado desde su llegada a Tierra Santa. Aníbal volvía a la Clínica Universitaria de Navarra el día 20, para ser tratado médicamente. Don Álvaro conocía bien la gravedad de su estado. Por la noche, desde el Hotel Hyatt, donde nos alojábamos porque en nuestra casa no había sitio, don Álvaro llamó por teléfono a Roma, para hablar con su Vicario Mons. Francisco Vives.

Deseo recordar aquí que este día 17 de marzo, don Álvaro escribió varias postales, para mandar un recuerdo desde Tierra Santa a sus hijas e hijos de Roma y a personas de la Santa Sede. Ese mismo día y el siguiente echamos al correo las cartas. Mi sorpresa fue que al día siguiente de llegar a Roma, cuando ya el Señor había llamado a don Álvaro a la vida eterna, me di cuenta de que se me había quedado en la cartera, sin echar al correo, una de las postales que escribió el 17: justo la que dirigía a Mons. Stanislaw Dziwisz, para que le hiciera llegar al Santo Padre su constante recuerdo y oraciones desde Jerusalén. La leí y que me quedé conmovido: don Álvaro pedía a don Stanislaw que hiciera llegar al Papa el deseo de ser (lo decía en plural) fideles usque ad mortem. No resistí a fotocopiar el texto, antes de hacer llegar enseguida la postal a don Stanislaw. Fueron éstas las últimas palabras que don Álvaro dirigió al Papa.

El viernes 18 de marzo, volvimos con don Álvaro al Santo Sepulcro, para hacer un buen rato de oración y celebrar la Misa en el altar de la Magdalena. De nuevo don Álvaro se arrodilló ante el sepulcro del Señor y en el lugar de la Crucifixión y visitó detenidamente la Basílica.

Después fuimos a visitar el “Dominus flevit”. Allí se le acercó un muchacho joven, español, de Valencia, que le pidió a don Álvaro su bendición y le dijo que le gustaría hacerse una foto con él, porque tenía un hermano del Opus Dei y le alegraría mucho tener ese recuerdo. Enseguida se prestó a la foto, habló con el muchacho (el apellido era Clarell) y le dio su bendición. En el coche, y rezando el Rosario, recorrimos el Monte de los Olivos. Pasamos por el Hotel donde nos alojábamos y de allí nos dirigimos al American Colony, donde almorzamos con todos los Numerarios del Opus Dei que vivían en Jerusalem. Por la tarde fuimos al Huerto de los Olivos e hicimos media hora de oración en la Basílica de la Agonía, ante la piedra por la que don Álvaro, después de besarla, quiso pasar su cruz y su rosario. De allí salimos para el Centro de las mujeres del Opus Dei y don Álvaro estuvo un rato de tertulia con sus hijas. Camino de la sede del Centro, don Alberto enseñó a don Álvaro una tumba del tiempo de Jesucristo muy restaurada y que da una idea de cómo sería el sepulcro de Jesús. Después de estar un rato con sus hijas, fuimos al Centro de los hombres, donde el Siervo de Dios quiso estar otro rato con sus hijos, que le contaron anécdotas de su trabajo en Tierra Santa. Don Alberto nos llevó al Hotel. Allí, en la habitación de don Álvaro, siguiendo los textos que había escrito el Fundador del Opus Dei, precisamente para leerlos en la vigilia de San José, pedimos al Señor, por la intercesión de San José, por todas las personas que podría el Señor llamar a su Obra ese año. Don Álvaro nos comentó que se unía a todas las oraciones que se estuvieran haciendo ese día en todo el mundo, pidiendo al Señor vocaciones fieles para servir a la Iglesia.

El sábado 19 de marzo, solemnidad de San José, patrono del Opus Dei, fuimos con don Álvaro por la mañana a Belén. Ya en el coche comenzamos nuestra oración leyendo los textos evangélicos sobre el Nacimiento del Señor. Llegamos al “Campo de los pastores”, donde continuamos nuestra oración y, cuando terminamos, visitamos las grutas y salimos para la Basílica de la Natividad, donde don Álvaro concelebró e uno de los altares de la gruta e hizo la homilía. Había mucha gente en aquel estrecho lugar. Entre los asistentes estaban Aníbal y Laura y otros fieles de la Prelatura, como el Sr. Puhl, español, que tiene un hijo también de la Obra. Después de la Misa don Álvaro se arrodilló para besar la estrella que señala el lugar del Nacimiento de Jesucristo. Volvimos a Jerusalem, pasando por el Muro de las lamentaciones. Por la tarde, a las 4, volvió don Álvaro a Belén, para tener, tener en el “Hotel Paradiso” una tertulia con u n centenar de personas muy variadas (palestinos católicos, algunos hebreos y ortodoxos, seminaristas alemanes que estaban visitando los Santos Lugares con un sacerdote del Opus Dei, diplomáticos, etc.). A las 6 de la tarde, en Jerusalem, el Siervo de Dios visitó al Patriarca Sabbah. Después fue a estar otro rato con sus hijas, llevándoles de regalo una caja de bombones. Cenó con sus hijos, para celebrar la fiesta de San José. A la vuelta al Hotel, don Álvaro estaba cansado y con algunas dificultades respiratorias. Lo examinó el Dr. Araquistain.

El domingo 20 fuimos con don Álvaro a Betania. Ya en el coche comenzamos a leer y meditar los textos del Evangelio referentes al trato de Jesús con Lázaro, Marta y María. Vemos desde fuera la tumba de Lázaro y entramos en la iglesia de la casa de los hermanos para hacer media hora de oración. A continuación don Álvaro fue a celebrar la Santa Misa en el oratorio del centro de las mujeres del Opus Dei y les hace la homilía. Tuve la ocasión de ayudarle en esta Misa. Después el Vicario don Alberto fue enseñando a don Álvaro algunas casas o terrenos que podrían servir como sede de centros, que ahora estaban en sedes provisorias, muy pequeñas. Uno de los terrenos estaba en Ain Karim. Y a Ain Karim volvimos por la tarde, para hacer un rato de oración en la iglesia de la Visitación y pasamos por delante de la iglesia de San Juan Bautista. Al volver a Jerusalem, don Álvaro tuvo, en el centro de las mujeres de la Obra, una tertulia para chicas, en las que participaron varias hebreas. Después fue al centro de varones y estuvo un rato con sus hijos. Indudablemente notamos que don Álvaro estaba cansado y, a la vez, enormemente contento de estar en Tierra Santa.

El lunes 21 fuimos con don Álvaro a visitar la iglesia de Santa Ana e hicimos un rato de oración en la cripta de la Natividad de la Virgen. Nos acercamos después a la piscina de Bethesda, donde leemos el texto del Evangelio de San Juan (cap. V) de la curación del paralítico.

Desde allí el Siervo de Dios fue a predicar y a celebrar la Santa Misa en el oratorio del centro de varones del Opus Dei. A las 12 visitó al Nuncio Apostólico.

Por la tarde , con don Álvaro, hicimos un rato de oración en la iglesia de la Flagelación, leyendo texto evangélicos del juicio del Señor ante Pilato, flagelación, Ecce homo, condena de Jesús. Visitamos el Litóstroto, el arco del Ecce homo, la Vía Dolorosa. Después vamos a la iglesia de San Pedro in Gallicantu donde leemos los textos de las negaciones de Pedro.

Más tarde, don Álvaro tiene una tertulia, en el centro del Opus Dei, a la que asisten varios jóvenes palestinos católicos y un grupo de chicos norteamericanos que van a participar la próxima Semana Santa, en Roma, al encuentro de universitarios que se organiza todos los años (Univ). Luego don Álvaro se acerca al centro de las mujeres del Opus Dei, para estar un rato con sus hijas.

El martes 22 de marzo, por la mañana, don Álvaro se encuentra bastante cansado. Lo notamos cuando salimos del Hotel y él mismo lo dice al Dr. Araquistain. Vamos al Monte Sión, leyendo en el coche los textos evangélicos de la última Cena del Señor. Hacemos un rato de oración en la Basílica de la Dormición. Antes de salir, don Alvar quiso que compráramos unos iconos pequeños, para llevarlos a Roma de recuerdo a sus hijas e hijos. Luego vamos a visitar el Cenáculo, donde don Álvaro se arrodilla y reza con gran recogimiento. Luego pasamos a la iglesia que está cerca del Cenáculo, donde don Álvaro celebra la que será su última Misa. Concelebramos con él Mons. Echevarría, los dos sacerdotes de la Prelatura que residen en Jerusalem y yo. Asisten personas del Opus Dei. Al llegar el momento de la homilía, don Álvaro –muy cansado- le pide a Mons. Echevarría que haga él la homilía. Después el Siervo de Dios va al centro de las mujeres y al de los hombres. Quiere almorzar ese último día en Jerusalem con todos sus hijos que están allí y lo hacemos en el American Colony. Le aconsejamos a don Álvaro, terminada la comida, que descanse un rato, antes de salir para el Aeropuerto, porque se le nota muy cansado.

En el aeropuerto de Tel Aviv encuentra a hijas e hijos suyos. Está también el Embajador de Venezuela ante Israel, que desea acompañar a don Álvaro hasta el avión. Pasamos por muchos interrogatorios antes de salir. Don Álvaro saluda al piloto y al copiloto y el avión (el mismo en el que fuimos a Tierra Santa) despega a las 17,15.

Durante el viaje hacemos un rato de oración y rezamos la tercera parte del Rosario. Don Álvaro habla un buen rato con el copiloto, interesándose por él con mucho afecto. Nos comenta su emoción de esta visita a los Santos Lugares, y siempre trae a la memoria que San Josemaría no pudo llegar a tener aquí en la tierra esta alegría. Y una vez y otra agradecía al Señor haber tenido esta ocasión de visitar y rezar en la Tierra Santa.

A la llegada al aeropuerto de Ciampino, a las 21,15, estaban esperando al Siervo de Dios algunos matrimonios de supernumerarios del Opus Dei, que vivían cerca del aeropuerto, con sus hijos. Deseaban que el Siervo de Dios bendijera a sus familias. Me acuerdo que ofrecieron a don Álvaro unas flores y una bandeja de huevos frescos. Después de saludar y bendecir a estas hijas e hijos suyos, volvimos enseguida para casa. Don Álvaro estaba cansado por las horas del viaje, pero sereno. Al llegar a la sede de Bruno Buozzi saludó a los miembros del Consejo General y pasó a saludar un momento también a la Asesoría Central. Se concluía así el viaje a Tierra Santa del que comentó don Álvaro en el avión, cuando volvíamos: Estoy contentísimo de haber hecho este viaje; lo considero una caricia del Señor.

Mons. Joaquín Alonso