Tras los tiempos de sangre: Josemaría Escrivá en el Chile de Pinochet

Una aclaración necesaria: el Fundador del Opus Dei declinó la invitación de la Junta Militar y nunca estuvo con el General. Tampoco dio conferencias, ni ruedas de prensa: sólo reuniones de catequesis en las que hablaba de Dios. Lo relata el doctor Cantero, que acompañó a San Josemaría en su viaje a Chile y otros países, como médico personal.

Conocí al Fundador del Opus Dei en 1960 con ocasión de su investidura como Doctor Honoris Causa de la Universidad de Zaragoza, ciudad en la que yo estaba especializándome en Dermatología, al tiempo que trabajaba en el Hospital y dirigía el Colegio Mayor Universitario Miraflores. No sospechaba entonces que tendría la fortuna –mejor dicho, la gracia de Dios- de poder acompañarle en sus viajes de catequesis por América varios años después, en 1974 y 1975.

San Josemaría ya conocía el continente americano, porque había peregrinado a la Basílica de Guadalupe en 1970. Y fue en México precisamente donde comenzaron sus encuentros de catequesis con cientos de personas que deseaban verle y escucharle.

Su segundo viaje tuvo lugar desde el 22 de mayo hasta el 31 de agosto de 1974, y tuve la dicha de estar presente en la mayoría de las numerosas reuniones de catequesis que tuvo en Brasil, Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Venezuela. Se conservan numerosas grabaciones filmadas de esos encuentros, que, a pesar del número elevado de personas que acudían, tenían siempre un sabor familiar y cercano.

André Frossard, el conocido periodista francés, vio una grabación de esos encuentros y supo captar certeramente la atmósfera que se respiraba.

Como células fotoeléctricas

"Lo que más me sorprendió –decía Frossard– fue la alegría de los que estaban allí, alrededor de aquel hombre, que parecía un padre de familia con muchos hijos, a los que no tenía la posibilidad de ver con frecuencia y que aprovechaba esa reunión para ocuparse de los pequeños problemas de cada uno... Las preguntas que le hacían tenían menos importancia que el espíritu con el que se las formulaban. Esto me permitió constatar que Mons Escrivá tenía un don particular para adivinar en el interior de los seres mediante el Amor: ese amor que sentía visiblemente por ellos brillaba al concretarse en los casos personales, de tal forma que las respuestas que les iba dando aludían, llegaban, visiblemente a sus pequeños problemas...".

Hoy estos vídeos se han difundido por numerosos canales de Internet y miles de personas pueden conocer aquellas preguntas y respuestas inolvidables, en las que san Josemaría responde a tantas interrogantes de la vida cotidiana.

También estuve a su lado en su tercer y último viaje a América, que tuvo lugar el mismo año de su fallecimiento, desde el 4 al 25 de febrero de 1975. Como en viajes anteriores, aquellas estancias tenían un hondo sentido catequético. En cada ciudad visitaba siempre al Pastor de la diócesis, así como al Nuncio apostólico de Su Santidad. También era habitual la visita a un convento o monasterio de monjas de clausura. Estuvo, primero en Venezuela y luego en Guatemala, hasta que una leve enfermedad respiratoria hizo que los médicos le recomendásemos que regresara a Europa.

En aquellos días, como en el viaje anterior de 1974, fui testigo directo de su entrega a los demás y le vi en varias ocasiones levantarse muy fatigado de la cama, con febrícula, para hablar de Dios a las personas que acudían para escucharle. En total fueron 122 días de catequesis por tierras americanas.

No daba conferencias, ni participaba en actos públicos, ni concedía ruedas de prensa: eran encuentros cálidos y distendidos, familiares, en los que hablaba con un lenguaje cercano y animante, siempre cordial, de la necesidad de tratar y conocer a Dios, de mejorar en la vida cristiana, de santificar el trabajo, el matrimonio y la vida cotidiana.

En defensa de la libertad. Ante la falsedad de la frase: "yo os digo que esa sangre es necesaria"

El momento político en el que se encontraban algunos de esos países era muy delicado. Por eso, al terminar aquellos encuentros, san Josemaría pedía siempre que se rezara por los gobernantes, fueran del color político que fueran, subrayando que su viaje tenía una finalidad exclusivamente sacerdotal, espiritual, apostólica.

Por esa misma razón no aceptó las invitaciones que le hicieron diferentes Jefes de Estado o de gobierno. Recuerdo, por ejemplo, que los miembros de la Junta militar chilena deseaban invitarle a una recepción oficial. Yo recibí personalmente a la persona que le trajo la invitación: un Capitán de navío, asesor de la Junta de gobierno. Fue recibido por D. Álvaro del Portillo que declinó con mucha amabilidad aquella invitación.

Al día siguiente, san Josemaría envió una carta a la Junta Militar en la que expresaba su decisión de no entrevistarse con ninguno de los miembros de la Junta, ni con ninguno de los ministros del gobierno, porque su estancia en ese país tenía una única finalidad, apostólica y pastoral.

Y lo mismo hizo con políticos de signos ideológicos diversos, como el general Guillermo Rodríguez Lara, durante su estancia en Quito o con el Presidente de Guatemala. Se confirmaba con esto que era un sacerdote con los brazos abiertos a todos: los de la derecha, los de la izquierda, los del centro. Sólo le interesaba la salvación de las almas.

¡Yo no soy de derechas ni de izquierdas! ¡Soy un sacerdote de Jesucristo!

Recuerdo una anécdota menor, pero expresiva. En 1972 le acompañé a la clínica de imagen radiológica del Dr. Viriato Sales, en Madrid, para que se hiciera una radiografía de tórax. Al colocarle sobre la pantalla de RX, el radiólogo le pidió que se situase un poco más a la derecha, "porque usted, Padre –le dijo– será un sacerdote de derechas".

San Josemaría reaccionó inmediatamente y le dijo rotundidad: "¡Yo no soy de derechas ni de izquierdas! ¡Soy un sacerdote de Jesucristo!".

Eso no significa que su discurso fuera "espiritualista" o que alentara al desentendimiento de las cuestiones temporales. Al contrario: recordaba que la vocación bautismal debía llevar a cada uno, con su personal libertad y responsabilidad, a un compromiso para transformar la sociedad, colaborando codo con codo con los demás y respetando las legítimas opciones políticas e ideológicas de cada uno.

Pero su misión como sacerdote –recalcaba– no era "hacer política", sino llevar las almas a Dios. Y así lo entendieron siempre las personas que le escuchaban, que procedían de ámbitos sociales, culturales y políticos muy diferentes.


San Josemaría en Chile (1974): texto de “El Fundador del Opus Dei", biografía escrita por Andrés Vázquez de Prada

Publicado originalmente en el año 2005

Doctor Alejandro Cantero