¡Todos a fregar!

Francisco del Pozo, con la sonrisa permanente, me cuenta con entusiasmo su labor diaria en el Banco de Alimentos de Cantabria, con el que colabora desde su comienzo en 1994 y dirige desde 1997. Su dedicación parcial se convirtió en completa desde que se jubiló como maestro especializado en discapacidad, hace ahora nueve años.

Juan, Paco y José Luis.

Pero hagamos un poco de historia, Paco, ¿Por qué dedicas y has dedicado tanto tiempo y esfuerzo a esta tarea social del Banco de Alimentos de Cantabria?

Dos hechos de mi vida han influido en ello: Nací en 1938 en un pequeño pueblo cercano a Logroño: Villar de Torre, así que sufrí “en mi propia carne” la escasez de la posguerra. El segundo guarda relación con el Opus Dei. Después de terminar en Logroño la carrera de Magisterio, marché a Pamplona para realizar la especialidad en un tema que me gusta y al que ha dedicado toda mi vida laboral: la enseñanza especial. En esa ciudad conocí a varios miembros del Opus Dei y comencé a frecuentar un centro de la Obra. Allí, entre otras actividades formativas, acudíamos con otros estudiantes a visitar familias con pocos recursos para llevarles cariño, compañía y comida algo extraordinaria comparada con la que comían habitualmente.

¿En qué año llegaste a Santander?

En 1964. Me trasladé contratado por la “Fundación Obra San Martín”. Enseguida entré en contacto con algunos fieles de la Obra que se desplazaban los fines de semana a Santander desde Bilbao, ya que no había todavía aquí un centro estable. Se alojaban en un piso alquilado de la calle Lealtad. Como yo vivía en una pensión barata, me dieron la llave de ese piso para que pudiese estudiar en él y preparar mejor las oposiciones (ya que entonces cubría interinamente la plaza). Unos meses más tarde pedí la admisión y me convertí en el primer supernumerario de Santander.

'Nací en 1938 en un pequeño pueblo cercano a Logroño: Villar de Torre, así que sufrí “en mi propia carne” la escasez de la posguerra'

La labor que hacéis en los Bancos de Alimentos es cada vez más conocida, ya que los medios (prensa, radio, TV, y las redes sociales) hablan con frecuencia de estos, pero pocas veces hablan de sus comienzos: ¿me puedes contar algo de ellos?

En 1994 nos reunimos un grupo de amigos con la ilusión de poner en marcha una iniciativa que se acababa de iniciar en algunas ciudades españolas: los Bancos de Alimentos. Roberto, supernumerario como yo, fue el presidente y tuvo la generosidad de prestar su despacho profesional como oficina del incipiente BAC y también su teléfono.

'En 1994 nos reunimos un grupo de amigos con la ilusión de poner en marcha una iniciativa que se acababa de iniciar en algunas ciudades españolas: los Bancos de Alimentos'.

Te voy a contar una anécdota simpática: Por aquellas fechas asistí a una comida de aragoneses -mi mujer, Mª Ángeles, lo es- y salió en la conversación la necesidad que teníamos de un local-almacén para el entonces incipiente Banco de Alimentos, y mi compañera de mesa me dice: “Mi marido tiene uno que no utiliza, quizá os lo quiera prestar”. Al día siguiente teníamos las llaves para usar gratuitamente  un amplio local (que sigue siendo el que tenemos en la actualidad pero ya es propiedad del BAC, gracias al apoyo de una Fundación de Cantabria). Pero el local estaba sucísimo, así que nos pusimos, mujeres y hombres, ¡todos a fregar!

Paco, no te pregunto muchas cifras porque están en las memorias que editáis anualmente, pero ¿me puedes dar algún dato de vuestra labor en 2011?

Sí, con mucho gusto: En 2011 hemos repartido, en Cantabria casi 700.000 kg, que han llegado a 22.000 personas.

El primer camión que llegó trajo…¡agua de Asturias! Y el segundo... ¡aceitunas de Sevilla!

Volviendo a lo anecdótico ¿Cuales fueron los primeros alimentos que os llegaron?

El primer camión que llegó trajo…¡agua de Asturias! Y el segundo... ¡aceitunas de Sevilla! Otra anécdota de los comienzos fue que llegó un camión de 22 metros y el permiso que teníamos del Ayuntamiento era solo para 10 metros; se acercó el guardia, tenso y distante, diciendo que ese camión tenía que marcharse y el voluntario que estaba conmigo le espetó: “A ver, ¡identifíquese usted también!” con lo que puso las cosas todavía peor y hubo que descargarlo en el asilo de las Hermanitas de los Pobres: que es una de las colectividades que reciben alimentos del Banco, junto a muchos otros: centros de mayores, de deficientes, de drogadictos, de marginados y hasta de comedores escolares de bajo presupuesto.

¿Todos los que colaboran son voluntarios?

Sí, desde el principio ha funcionado sólo con voluntarios: durante los primeros años  la mayoría eran estudiantes, después objetores, más tarde prejubilados y jubilados y ahora son muchos de ellos inmigrantes. Los voluntarios sin recursos reciben algunos alimentos del Banco. También trabajan personas que han delinquido y cumplen sentencia de “trabajos en beneficio de la comunidad”. Hay una secretaria profesional cuyo sueldo corre a cargo de la Fundación que antes cité.

En 2011 hemos repartido, en Cantabria casi 700.000 kg, que han llegado a 22.000 personas.

En la actualidad colaboran una veintena de voluntarios. ¿Intentas ayudarles, además de los alimentos si los precisan, dándoles formación humana y cristiana?

Desde luego que sí. Intento formar en virtudes humanas a todos los voluntarios. Incluso los que quisieron recibieron durante una temporada charlas de formación humana y cristiana en la sede del Banco, que nos gustaría reanudar, aunque el trajín no facilita “parar” un rato…Y luego les ayudo a hacer las envíos bien presentados, para que los receptores lo valoren como un regalo, no como una limosna.