Sor Carmen Esqueta, enfermera

Sor Carmen Esqueta Cabello es religiosa Mercedaria de la Caridad. Conoce mucho al Dr. Nevado, porque le ayudó muchos años en el quirófano. "Puedo decir que me enseñó todo lo que sé", afirma. También vio muy de cerca cómo la enfermedad del Dr. Nevado llegaba a impedirle trabajar.

Sor Carmen Esqueta

"Viví en Almendralejo desde el año 1962 hasta el año 1967, aproximadamente", nos explica. "Regresé en 1988 hasta que, en 1992, me fui a América, donde permanecí 16 meses. Entre 1962 y 1967 estuve en el Hospital de "Nuestra Señora del Pilar".

¿Fue entonces cuando conoció al Dr. Nevado?

"Sí, en este hospital trabajó en aquellos años el Dr. Manuel Nevado Rey. Recuerdo que, en 1962, acababa de terminar la especialidad en Medicina; era soltero todavía y vivía en el mismo hospital. En aquella época comencé a ayudarle en el quirófano. Mucho le debo al Dr. Nevado en mi vida profesional, ya que puedo decir que él me enseñó casi todo lo que sé: hacer radiografías, anestesiar, y cuanto se necesita para atender un quirófano".

¿Qué recuerdo tiene del Dr. Nevado?

"El Dr. Nevado fue haciéndose, en aquellos años, como médico: el excelente médico que ha llegado a ser. Era un hombre extraordinariamente trabajador, que preparaba muy bien cada operación que iba a hacer, y se volcaba con las enfermeras. Hacíamos toda clase de operaciones: estómagos, próstatas, columnas... Hacíamos mucha traumatología, especialidad en la que entonces se requerían operaciones que se hacían bajo Rayos X. Bajo estos rayos trabajaban las manos del Dr. Nevado, durante mucho tiempo, y bajo una fuerte intensidad, ya que ponía mucho empeño en que las operaciones quedasen muy bien y quería comprobar hasta el último detalle".

¿Pudo ver los efectos de la afección que padecía el Dr. Nevado?

"Muchos años estuve trabajando con el Dr. Nevado. Primero, entre el año 62 y 67, en el Hospital de "Nuestra Señora del Pilar", de Almendralejo, tal como he dicho; y después, cuando regresé a Almendralejo en 1988, tuve ocasión de volver a ayudarle en el Hospital de Zafra. Yo observé que los Rayos X habían ido afectándole las manos: ambas manos. Y me di cuenta, primero, de que perdía sensibilidad: es sabido que los cirujanos trabajan con una tensión nerviosa muy alta y que cualquier contratiempo les impacienta. Yo me di cuenta de que había perdido sensibilidad en los dedos porque me rechazaba algunos instrumentos".

¿Qué otros detalles recuerda?

"Más tarde fueron apareciéndole otros síntomas: eczemas y, en la fase final de la afectación de sus manos, le vi importantes úlceras que le afectaban principalmente a los tres dedos centrales de las manos. Llegó a tener, incluso, las uñas deformadas; eran como picos de loro".

¿Sabía Vd. de qué se trataba?

"Yo sabía que esta afección era, sin duda, una radiodermitis y que no tenía posible cura; sólo podían atenuarse las molestias que le causaban con algún suavizante, como la vaselina".

¿Qué sucedió después?

"Llegó el momento en que le resultaba insufrible lavarse las manos con buenos detergentes y frotando con cepillos, como hacen los cirujanos antes de las operaciones. Además, los cirujanos suelen ponerse los guantes de goma con talco en su interior. El Dr. Nevado, en esta etapa a la que me estoy refiriendo, no toleraba tampoco el talco. Se colocaba unos guantes esterilizados de lino y, sobre ellos, los de goma".

Esto le afectó en el trabajo...

"Poco a poco tuvo que irse dedicando a una cirugía menor. Dejó absolutamente la traumatología y toda clase de operaciones bajo Rayos X. Lo único que hacía era reducir fracturas menos importantes y colocar yesos; hasta que tuvo que dejar la cirugía totalmente".

¿Le ha vuelto a ver después de esos años?

"A mi regreso de América, he pasado un tiempo en Almendralejo, antes de mi reciente traslado a Andalucía, pero no he tenido ocasión de saludar personalmente al Dr. Nevado. Solamente he hablado con él por teléfono. Era difícil verle por su mucho trabajo y porque estaba preparando la boda de su segundo hijo. He sentido realmente mucho no poderle saludar porque le debo mucho en mi trabajo y le tengo una sincera admiración, pues considero que es uno de los mejores cirujanos que he encontrado, extraordinariamente inteligente y muy generoso con los enfermos. Durante los años en que trabajé con él nunca se quejaba de cansancio y le podíamos llamar a cualquier hora del día o de la noche".

¿Qué impresión le ha producido saber que ha vuelto a operar con normalidad?

"A pesar de no haberle visto recientemente, he tenido la gran alegría de saber que volvía a operar, aunque obviamente, sin someterse a nuevas radiaciones. Me ha sorprendido, evidentemente, el que pudiese otra vez regresar a la cirugía con la grave radiodermitis que tenía en las manos y que todos sabemos que es una afección incurable. Me han dicho que ha podido volver al pleno ejercicio de la medicina porque actualmente sus manos están absolutamente sanas, aunque, como he dicho, no he podido comprobarlo".

¿Sabe Vd. cómo se ha curado?

"También me han dicho que la única explicación que puede encontrarse a esta curación extraordinaria es la oración de petición que el mismo Dr. Nevado hizo, hace unos meses, encomendándose a la intercesión del Beato Josemaría Escrivá".

Jaén, 5 de octubre de 1993