SER DEL MUNDO Y LLAMADA A LA SANTIDAD

“La santificación del trabajo. El trabajo en la historia de la espiritualidad”. Libro escrito por el teólogo José Luis Illanes. Décima Edición revisada y actualizada.

Pero dejemos ya los prolegómenos y abordemos la exposición del espíritu del Opus Dei, de acuerdo con la metodología genética recién indicada. Preguntémonos, pues: ¿cómo se inicia la predicación del Fundador de la Obra?, ¿a quiénes se dirige? Ya lo hemos dicho: a cristianos corrientes ocupados en las tareas normales de los hombres, en el trabajo profesional, en los afanes sociales o universitarios, en las incidencias de la vida de familia... El ser del mundo no es -recordémoslo de nuevo- un objetivo, una finalidad, sino un presupuesto. No hay en la espiritualidad del Opus Dei nada que hable de alejamiento del mundo, de separación del mundo: es una espiritualidad que mira derechamente al cristiano que vive en las estructuras temporales, cuya ocupación es el trabajo profesional, cuya existencia transcurre en el marco normal del vivir del común de los hombres; una espiritualidad que mira a ese cristiano precisamente para hacerle descubrir el sentido divino de la realidad que le circunda y en la que está inmerso. A eso aspiro siempre, en efecto, la acción sacerdotal del Beato Josemaría: a provocar en sus oyentes, precisamente mientras se encontraban insertos en las más diversas tareas y ocupaciones seculares, la conciencia de lo que implica ser cristiano, la conciencia de que Dios llama, de que Dios espera una respuesta, y una respuesta que, en su caso, había de ser dada a través de esas realidades que integraban, y debían continuar integrando, su vida

„Lo que a ti te maravilla a mí me parece razonable. -¿Que te ha ido a buscar Dios en el ejercicio de tu profesión? -Así buscó a los primeros: a Pedro, a Andrés, a Juan y a Santiago, junto a las redes; a Mateo, sentado en el banco de los recaudadores... Y, ¡asómbrate!, a Pablo, en su afán de acabar con la semilla de los cristianos“, se afirma en Camino ( 3). Y ahí te ha ido a buscar, podríamos añadir completando ese punto de Camino con otros textos del Beato Josemaría, para darte a conocer el verdadero valor de ese mundo en el que vivías. Desde los inicios de su apostolado, el Fundador de la Obra proclamó, en efecto, que „todos los caminos de la tierra pueden ser ocasión de un encuentro con Cristo“ (4). „Con el comienzo de la Obra en 1928 -podía comentar, con plena verdad, años más tarde, en una entrevista de prensa-, mi predicación ha sido que la santidad no es cosa para privilegiados, sino que pueden ser divinos todos los caminos de la tierra, todos los estados, todas las profesiones, todas las tareas honestas“ (5).

Al hablar de vocación, de llamada, de ese momento en el que el hombre reconoce el querer de Dios para con él, el Beato Josemaría, sin desconocer las características de invitación e impulso que tal realidad supone, ha subrayado especialmente lo que implica de luminosidad de luz. Probablemente, entre otras cosas, porque desde una perspectiva secular, ese rasgo es determinante: vocación, en este caso, no es llamada a dejar el lugar en que se está, sino invitación a vivir de forma nueva la existencia, que ya se posee, y ello como consecuencia de una luz que permite advertir en esa existencia dimensiones divinas que antes permanecían ocultas (6). La vocación, afirma en una de sus Cartas , „es una visión nueva de la vida. Es como si se encendiera una luz dentro de nosotros“ (7). „La vocación -reitera en una homilía- enciende una luz que nos hace reconocer el sentido de nuestra existencia. Es convencerse, con el resplandor de la fe, del porqué de nuestra realidad terrena. Nuestra vida, la presente, la pasada y la que vendrá, cobra un relieve nuevo, una profundidad que antes no sospechábamos. Todos los sucesos y acontecimientos ocupan ahora su verdadero sitio: entendemos a dónde quiere conducirnos el Señor, y nos sentimos como arrollados por ese encargo que se nos confía. Dios nos saca de las tinieblas de nuestra ignorancia, de nuestro caminar incierto entre las incidencias de la historia, y nos llama con voz fuerte, como un día lo hizo con Pedro y con Andrés: Venite post me, et faciam vos fieri piscatores hominum (Mt 4,19), seguidme y yo os haré pescadores de hombres, cualquiera que sea el puesto que en el mundo ocupemos“ (8).

Esa luz divina trae consigo, si es acogida por el corazón humano, un fuerte cambio interior: una conversión de la mente y de la voluntad centrándolas en Dios. Pero, en el laico, en el seglar, en el cristiano corriente, todo eso tiene lugar allá donde esa persona estaba, sin abandonar la propia profesión u oficio, sin separarse del propio vivir ordinario, antes, al contrario, sintiéndose más radicalmente ligado a él como consecuencia de las riquezas nuevas que la luz vocacional ha revelado.

Toda una amplia gama de textos del Fundador del Opus Dei glosa esa realidad. Varios se remontan a los años iniciales de su predicación, cuando debía corregir la tendencia, dominante en diversos ambientes, a identificar vocación con vocación religiosa y, por tanto, con invitación a apartarse del mundo. Asi ocurre, por ejemplo, en todos aquellos textos en los que, haciéndose eco de unas palabras paulinas que cada uno, hermanos, permanezca ante Dios en el estado en que fue llamado“ (9)-, previene contra lo que llama „la locura de salirse de su sitio“. „No sacamos a nadie de su sitio -afirmaba, por ejemplo, en una de sus Instrucciones ( 10)-. Cada uno de vosotros continúa en el lugar y en la posición social que en el mundo le corresponde. Y, desde allí, sin la locura de cambiar de ambiente, ¡a cuántos daréis luz y energía!.... sin perder vuestra energía y vuestra luz: por la fe y por la gracia de Jesucristo, in qua stamus et gloriamur in spe gloriae filiorum Dei , en la que nos sentimos firmes esperando la gloria de los hijos de Dios (Rm 5,2)“ (11). Y en una de las Cartas : „Sin sacar a nadie de su sitio, hemos venido a dignificar todas las ocupaciones humanas“ (12). De ahí que en Camino añada: „Alégrate, si ves que otros trabajan en buenos apostolados. -Y pide, para ellos, gracia de Dios abundante y correspondencia a esa gracia. Después, tú, a tu camino: persuádete de que no tienes otro“ (13).

En esa línea se sitúan también aquellos textos en los que, frente a novelerías ilusorias e irreales, invita a centrarse en la vida corriente. „Misionero. -Sueñas con ser misionero. Tienes vibraciones a lo Xavier: y quieres conquistar para Cristo un imperio. -¿El Japón, China, la India, Rusia.... los pueblos fríos del norte de Europa, o América, o África, o Australia? -Fomenta esos incendios en tu corazón, esas hambres de almas. Pero no me olvides que eres más misionero „obedeciendo“. Lejos geográficamente de esos campos de apostolado, trabajas „aquí“ y „allí“: ¿no sientes -¡como Xavier!- el brazo cansado después de administrar a tantos el bautismo?“ (14); „Me hablas de morir „heroicamente“. -¿No crees que es más „heroico“ morir inadvertido en una buena cama, como un burgués... pero de mal de Amor?“ (15).

En ocasiones, esa llamada a lo real, a lo concreto, a lo que libera de ensueños vanos e ilusorios, se expresa mediante una expresión castiza, fruto de un juego de palabras no exento de ironía: „ mística ojalatera “, mística del ojalá, del posponer esfuerzos haciendo depender toda decision y todo empeño de un eventual futuro por cuyo advenimiento no se lucha, ya que, en el fondo del alma, se piensa que nunca tendrá lugar. „Dejaos -exclamaba en una homilía-, pues, de sueños, de falsos idealismos, de fantasías, de eso que suelo llamar mística ojalatera -¡ojalá me hubiera casado, ojalá no tuviera esta profesión, ojalá tuviera más salud, ojalá fuera joven, ojalá fuera viejo!...-, y ateneos, en cambio, sobriamente, a la realidad más material e inmediata, que es donde está el Señor: „mirad mis manos y mis pies“, dijo Jesús resucitado: „soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo“ (Lc 24,39)“ (16).

La expresión „mística ojalatera“ tiene, en verdad, doble filo: de una parte, denuncia escapismos y evasiones que llevan a eludir los auténticos requerimientos de la vocación cristiana; de otra, afirma que esa vocación cristiana puede vivirse en medio del mundo y, en consecuencia, compromete. Recuperamos así el hilo del discurso, dando un paso más que subraya el alcance de las palabras del Fundador del Opus Dei. Si su predicación presupone el ser en el mundo y del mundo de aquellos a quienes se dirige, lo hace para dibujar con plenitud, ante cada uno de ellos, el panorama de las promesas y exigencias propias del mensaje evangélico. Los cristianos corrientes, viviendo en el mundo, siendo del mundo, amando al mundo, han de saberse a la vez elegidos por Dios, llamados a formar parte de la familia de los santos, sacados no del mundo, pero sí del pecado, según las palabras de Cristo en su oración sacerdotal: „no pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal“ (17).

„Sed hombres y mujeres del mundo, pero no seáis hombres o mujeres mundanos“, afirmaba el Beato Josemaría con frase que sintetiza lo que aspiramos a decir (18). De hecho, en su predicación oral y escrita se reflejan, y con enorme fuerza, todas y cada una de las perspectivas y exigencias características del ideal que proclama el Evangelio: la vida sacramental como fuente de la existencia cristiana; la confianza en la omnipotencia de la gracia que sana la debilidad de la criatura; la llamada a la humildad; la conciencia de la centralidad de la Cruz; la invitación a una entrega sin condiciones -“Jesús no se satisface ‘compartiendo’: lo quiere todo“ (19)-; la importancia de la oración entendida como diálogo íntimo y constante con Dios, etc., etc.

Y, dando a todo lo anterior su sentido último, la afirmación de la absoluta perfección divina, bien supremo ante lo que todo resulta pequeño y al que debe tender por entero el corazón: „¡Qué poco es una vida para ofrecerla a Dios!...“(20). „Considera lo más hermoso y grande de la tierra .... lo que place al entendimiento y a las otras potencias .... y lo que es recreo de la carne y de los sentidos... Y el mundo, y los otros mundos, que brillan en la noche: el Universo entero. -Y eso, junto con todas las locuras del corazón satisfechas.... nada vale, es nada y menos que nada, al lado de ¡este Dios mío! -¡tuyo!-, tesoro infinito, margarita preciosísima, humillado, hecho esclavo, anonadado con forma de siervo en el portal donde quiso nacer, en el taller de José, en la Pasión y en la muerte ignominiosa... y en la locura de Amor de la Sagrada Eucaristía“ (21).

Dios es, y el Beato Josemaría no dejó nunca de recordarlo, el fin último del ser humano -el único, si tomamos la palabra fin en su sentido más profundo-, al que deben dirigirse y encaminarse todas las acciones. „Si la vida no tuviera por fin dar gloria a Dios, sería despreciable, más aún: aborrecible“, leemos en Camino ( 22). Y en la misma obra, a continuación: „Da ‘toda’ la gloria a Dios, -’Exprime’ con tu voluntad, ayudado por la gracia, cada una de tus acciones, para que en ellas no quede nada que huela a humana soberbia, a complacencia de tu ‘yo’“ (23). O también, con palabras que nos sitúan en los antípodas de todo naturalismo, „Si pierdes el sentido sobrenatural de tu vida, tu caridad será filantropía; tu pureza, decencia, tu mortificación, simpleza; tu disciplina, látigo, y todas tus obras, estériles“ (24).

En plena coherencia con ese amplio y vibrante panorama sobrenatural, la predicación del Fundador del Opus Dei se corona con la afirmación de que todo cristiano, y por tanto también el seglar, el laico, ha de aspirar no a una santidad limitada, adaptada a su situacion, sino, al contrario, a una santidad plena, excelsa, heroica: „Tienes obligación de santificarte. -Tú también. -¿Quién piensa que esta es labor exclusiva de sacerdotes y religiosos? A todos, sin excepción, dijo el Señor: Sed perfectos, como mi Padre Celestial es perfecto“„ (25). Todo cristiano, también el que trabaja en las ocupaciones seculares, el que vive en lo que se ha dado en denominar mundo de lo profano, debe sentirse urgido por Dios, llamado a la plenitud de la caridad, hasta exclamar, en la intimidad de su oración: „Señor: que tenga peso y medida en todo... menos en el Amor“ (26).

Todo ello, reiterémoslo, siendo y sabiéndose plenamente del mundo, sin apartarse de las tareas terrenas, antes al contrario dándose plenamente a ellas. Ser del mundo y ser cristiano, ser del mundo y estar llamado a la plena intimidad con Dios, no son realidades antitéticas, sino susceptibles de fundirse en unidad. Los miembros del Opus Dei, podía así afirmar su Fundador, están llamados a vivir „la vida corriente, la misma vida que sus compañeros de ambiente y de profesión. Pero en el trabajo ordinario hemos de manifestar siempre la caridad ordenada, el deseo y la realidad de hacer perfecta por amor nuestra tarea; la convivencia con todos, para llevarlos opportune et importune (2 Tm 4,2), con la ayuda del Señor y con garbo humano, a la vida cristiana, y aun a la perfección cristiana en el mundo; el desprendimiento de las cosas de la tierra, la pobreza personal amada y vivida. Hemos de tener presente la importancia santificante y santificadora del trabajo y sentir la necesidad de comprender a todos para servir a todos, sabiéndonos hijos del Padre Nuestro que está en los cielos, y uniendo -de un modo que acaba por ser connatural- la vida contemplativa con la activa: porque así lo exige el espíritu de la Obra y así lo facilita la gracia de Dios a quienes generosamente le sirven en esta divina llamada“ (27).

En suma, el miembro del Opus Dei, cristiano corriente entre cristianos corrientes, no está llamado a una santidad mediocre, empobrecida -valga la frase, verdadero monstruo teológico, para expresar de manera gráfica lo que venimos diciendo-, sino -como todo cristiano- a la única santidad existente: la que deriva de la identificación con Cristo. Proclamarlo, testificarlo con las obras, es precisamente la razón de ser del Opus Dei. „Queremos -decía el Beato Josemaría en una de sus Cartas - la santidad, la perfección cristiana que está al alcance de todos: somos gente del mundo, gente de la calle, cristianos corrientes, que ya es suficiente título: agnosce, o christiane, dignitatem tuam ; conoce, oh cristiano, tu dignidad“ (28). „No hay -afirmaba en otro momento, en una homilía- cristianos de segunda categoría, obligados a poner en práctica solo una versión rebajada del Evangelio: todos hemos recibido el mismo Bautismo y, si bien existe una amplia diversidad de carismas y de situaciones humanas, uno mismo es el Espíritu que distribuye los dones divinos, una misma la fe, una misma la esperanza, una misma la caridad (Cfr. 1 Co 12,4-6, y 13,1-13)“ (29).

Textos ambos que son el eco de otro especialmente expresivo: „No es nunca la santidad cosa mediocre, y no nos ha llamado el Señor para hacer más fácil, menos heroico, el caminar hacia Él. Nos ha llamado para que recordemos a todos, que en cualquier estado y condición, en medio de los afanes nobles de la tierra, pueden ser santos: que la santidad es cosa asequible. Y a la vez, para que proclamemos que la meta es bien alta: „sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto“ (Mt 5,48)“ (30). Asequible, pues, pero exigente y, por tanto, enaltecedora. Porque, como formula la paradoja que se lee en Camino , „es más asequible ser santo que sabio, pero es más fácil ser sabio que santo“ (31)

Notas

3 Camino , n. 799.

4 Carta 24-III-1930, n. 2.

5 Conversaciones , n. 26

6 Sobre este tema puede verse lo que hemos escrito en la voz Vocación en la Gran Enciclopedia Rialp, t. 23, pp. 658-662 (recogido después en J. L. ILLANES, Mundo y santidad , Madrid 1984, pp. 97-120), así como F. OCÁRIZ, Vocación a la santidad en Cristo y en la Iglesia , en F. OCÁRIZ, Naturaleza, gracia y gloria , Pamplona 2000, pp. 224-239, y, del mismo autor, La vocación al Opus Dei como vocación en la Iglesia , en R RODRÍGUEZ, F. OCARIZ y J. L. ILLANES, El Opus Dei en la Iglesia . Introducción eclesiológica a la vida y apostolado del Opus Dei, Madrid 1993, pp. 135-198

7 Carta 9-I-1932, n. 9.

8 Es Cristo que pasa , n. 45; ver también nn. 1 y 31-33. 9 1 Co 7,24.

10 Instrucción 1-IV-1934, n. 23.

11 Ver también Camino , nn. 832 y 837 ( Consideraciones espirituales , pp. 78 y 79).

12 Carta 31-V-1954, n. 18.

13 Camino , n. 965. Aunque sea obvio, tal vez no resulte inútil señalar que sea el texto paulino, sean los del Beato Josemaría, han de ser leídos en clave teológica. En otras palabras, cuando se habla de no salir de su sitio, de permanecer en la vocación en la que Dios llamó, no se hace con la intención de excluir los cambios que son producto del desarrollo profesional, social, etcétera, sino con la de afirmar que la vocación cristiana no implica, de por sí, cambio alguno, ya que invita a santificar la situación humana en que se vive, sea esta estable o cambiante según lo que el dinamismo histórico haga posible o traiga consigo. Sobre este punto, ver P. RODRIGUEZ, Sobre la espiritualidad del trabajo , en „ Nuestro Tiempo “, 35 (1971), p. 379.

14 Camino , n. 315.

15 Ibíd., n. 743.

16 Conversaciones , n. 116. Ver también: Camino , nn. 776 ( Consideraciones espirituales , p. 72) y 822 (Consideraciones, n. 88), y Amigos de Dios , n. 8: en este último texto acude a una comparación usual en sus labios: la de Tartarín de Tarascón, que soñaba con encontrar leones en los pasillos de su casa y, naturalmente, no los hallaba, quedándose así con las manos vacías.

17 Jn 17,15

18 Camino , n. 939 ( Consideraciones espirituales , p. 97). „La vocación cristiana no nos saca de nuestro sitio, pero exige que abandonemos todo lo que estorba al querer de Dios“ ( Es Cristo que pasa , n. 33). „El cristiano ha de encontrarse siempre dispuesto a santificar la sociedad desde dentro, estando plenamente en el mundo, pero no siendo del mundo, en lo que tiene -no por característica real, sino por defecto voluntario, por el pecado- de negación de Dios, de oposición a su amable Voluntad salvífica“ ( Es Cristo que pasa , n. 125).

19 Camino , n. 155; ver Es Cristo que pasa , n. 58.

20 Camino , n. 420 ( Consideraciones espirituales , p. 43).

21 Ibid. n. 432 ( Consideraciones espirituales , p. 45).

22 Ibid., n. 783 ( Consideraciones espirituales , p. 73).

23 Ibíd., n. 784 ( Consideraciones espirituales , p. 74),

24 Ibid., n. 280 ( Consideraciones espirituales , p. 44).

25 Ibíd., n. 291.

26 Ibid., n. 427 ( Consideraciones espirituales , p. 44).

27. Carta 24-III-1930, n. 10. La Santa Sede, en uno de los decretos de aprobación otorgados al Opus Dei, Decreto Primum inter , del 16-VI-1950, se hizo eco de esas afirmaciones dejando constancia de que sus miembros „ejercen, con el mayor empeño, todas las profesiones civiles honradas; y, por profanas que sean, procuran siempre santificarlas mediante una pureza de intención constantemente renovada, con el afán de crecer en vida interior, con una abnegación continua y alegre, con el sacrificio de un trabajo duro y tenaz que debe ser perfecto en todas sus dimensiones“ („Omnes civiles honestas professiones maxima sollertia exercent: et quamivis profanae sint, socii, saepius renovata intentione, fervido interioris vitae cultu, continua atque hilari sui abnegatione, paenitentia duri tenacisque laboris qui sub omni respectu perfectus evadat, eas sanctificare iugiter satagunt“).

28 19-III-1954, n. 32; la cita latina es de San León Magno, Sermon de Nativitatis Christi , 21, 3 (PL 54, 192).

29 Es Cristo que pasa , n. 134; Ver tambén Amigos de Dios , nn. 2-3.

30 Carta 24-III-1930, n. 19.

31 Camino , n. 282 (Consideraciones espiritidales, p. 31 )

Jose Luis Illanes