“San Josemaría me ayudó a tomar mi matrimonio en serio”

John Perrottet tiene 46 años y está casado con Anne. Tienen 12 hijos y viven en Sidney (Australia). Una familia tan grande, dice, da trabajo y es un reto que provoca apuros, pero resulta también muy gratificante. Su generosidad en la transmisión de la vida la aprendió en las enseñanzas de san Josemaría. Testimonio extraído del folleto ‘La alegría de los hijos de Dios’.

John Perrottet, señora e hijos.

“Una simple observación, en la que muchos no piensan, es que una de las claves para el éxito en el matrimonio es escoger la pareja adecuada. Las enseñanzas de Josemaría Escrivá me llevaron a tomar esta responsabilidad muy en serio. Viviendo en Warrane College cuando era estudiante, pude relacionarme con un buen grupo de personas y estoy muy contento de decir que, gracias a la ayuda de San José, encontré una maravillosa esposa, Anne. Tenemos ahora doce hijos entre las edades de 21 y 3. Este es mi mayor tesoro en la tierra y nunca habría pensado que sería posible, si no fuera por san Josemaría. Es resultado de sus enseñanzas sobre la vocación matrimonial y la generosidad con nuestro Señor en la transmisión de la vida.

Con una familia tan grande siempre hay retos, especialmente con tantos niños tan cercanos en edad. En estos tiempos, la gente tiene que ver que tener una familia grande da bastante trabajo, pero que es también inmensamente gratificante y puede ser muy divertido.

Enseñar a los niños a ser generosos es difícil, pero en una familia numerosa se convierte en una necesidad. Uno de los regalos que hemos recibido en este sentido es que uno de nuestros hijos es también del Opus Dei. Espero que su ejemplo lleve a alguno más de sus hermanos y hermanas a entregar su vida a Dios. Nos daría una gran alegría que recibieran ese don del celibato que impulsa a entregar el cuerpo y el alma al Señor, a ofrecerle el corazón indiviso, sin la mediación del amor terreno.

El ejemplo de la constante visión sobrenatural de san Josemaría ha sido muy importante para nosotros en momentos de prueba. Económicamente ha habido muchos, pero el Señor sabe hasta dónde apretar para que no perdamos nuestra confianza en Él.

Quizá nuestro mayor reto haya sido la pérdida de uno de nuestros hijos. Poco después de saber que Anne estaba esperando, descubrimos que Joseph tenía una condición congénita que hacía imposible la supervivencia. Con mucha gracia de Dios, pudimos ofrecerle nuestro bebé a Jesús el mismo día que nació. El Señor nos dio gran serenidad en este tiempo y finalmente el regalo de tener un hijo en el Cielo”.