Quinto día con San Josemaría

Para preparar la fiesta del próximo 26 de junio, aniversario de la marcha al cielo de San Josemaría, publicamos cada día algunos fragmentos del libro "15 días con Josemaría Escrivá" de D. Guillaume Derville, editado por Ciudad Nueva.

La Samaritana Amar la voluntad de Dios

Una mujer va a sacar el agua al pozo de Jacob, el pozo de Sicar, su pueblo, como lo hacen sus compañeras, tarea esencial y habitual. A pleno sol, hace calor. Aquel día encuentra un hombre sentado cerca del pozo; ese hombre tiene sed, está solo y cansado. Le pide de beber y ella se extraña, ya que es judío y ella samaritana. Le habla de una manera sorprendente, dice que puede dar un agua viva; ella le contesta que no tiene con qué sacar agua y que no puede ser superior a Jacob. Él habla de un agua que calma la sed para siempre, como una fuente que brota hasta la vida eterna. Ella le cree y, con la espontaneidad de una mujer práctica, sin pensarlo demasiado, pide de esa agua. Se inicia así un diálogo íntimo sobre su vida, una vida poco honorable. Ella ve que él lo sabe todo, que lee en su alma. Tiene sed, está cansado, es un hombre. ¿Será el Mesías?

El diálogo prosigue sobre la cuestión que divide a judíos y samaritanos. Los primeros dicen que es en Jerusalén donde hay que adorar a Dios y desprecian a los segundos. Jesús pasa por alto la controversia; ante la samaritana no da importancia al tamaño del templo: lo importante es adorar a Dios en espíritu y en verdad; el lugar es secundario. En todos los sitios el hombre debe construir un templo a su Dios.

¿Cómo es posible eso? Estamos llamados a convertirnos en templos espirituales, a construir una morada para Dios en nosotros. Somos esas piedras vivas con las que el Señor quiere construir su casa. Para la inmensa mayoría de los cristianos esa obra es, generalmente, el trabajo ordinario. Josemaría recurrirá a menudo a la imagen de las catedrales. Amaba llevar allí a los estudiantes, subir a una torre para que contemplaran de cerca la crestería, un auténtico encaje de piedra, fruto de una labor paciente, costosa. En esas charlas les hacía notar que aquella maravilla no se veía desde abajo. Y, para materializar lo que con repetida frecuencia les había explicado, les comentaba: ¡esto es el trabajo de Dios, la obra de Dios!: acabar la tarea personal con perfección, con belleza, con el primor de estas delicadas blondas de piedra. Comprendían, ante esa realidad que entraba por los ojos, que todo eso era oración, un diálogo hermoso con el Señor. [...] ¿Entiendes ahora cómo puede acercar al Señor la vocación profesional? Haz tú lo mismo que aquellos canteros, y tu trabajo será también «operatio Dei», una labor humana con entrañas y perfiles divinos (Amigos de Dios 65).

Ante todo, hemos de amar la Santa Misa que debe ser el centro de nuestro día. Si vivimos bien la Misa, ¿cómo no continuar luego el resto de la jornada con el pensamiento en el Señor, con la comezón de no apartarnos de su presencia, para trabajar como Él trabajaba y amar como Él amaba? (Es Cristo que pasa 154).

Agradecemos a la editorial Ciudad Nueva que nos haya permitido reproducir algunos párrafos del libro “15 días con Josemaría Escrivá”, escrito por D. Guillaume Derville.