Opus Dei, no sin Logroño

José Antonio González Garnica escribe esta Carta al director, con motivo del centenario de la vocación de san Josemaría, hace ahora 100 años, que se ha celebrado Logroño.

La Rioja Opus Dei, no sin Logroño (PDF)

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Esta es la historia de un muchacho que, a los quince años quería ser arquitecto, y acabó siendo sacerdote. Dios le cambió los planes. La historia de un sacerdote que no quería fundar nada y acabó fundando el Opus Dei. Dios le volvió a cambiar los planes: San Josemaría Escrivá de Balaguer.

Y todo empezó en Logroño. He titulado el artículo “Opus Dei: no sin Logroño”, porque a esta ciudad le cabe el honor de haber sido, de ser, la urbe junto a Madrid y Roma, que más ha influido en la vida de Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador de la Obra.

En Logroño, Dios le desveló su vocación sacerdotal; en esta ciudad, comenzó la formación para aquello que iba a constituir, a lo largo de su trayectoria vital, su auténtica pasión: el servicio a Dios y a las almas, a través de su sacerdocio; en la capital de La Rioja –palpó– el amor de Dios, que, al llamarle a sus filas como sacerdote, le concedió, a cambio, una petición que Escrivá le hacía con empeño desde hacía tiempo: que le naciera un hermano, para llenar el hueco que él dejaría en el hogar; en ella, en fin, falleció su mejor amigo, la persona que más había modelado su forma de ser, su padre.

Si me preguntaran por cuál es la lección que podemos sacar de lo sucedido, en estas mismas fechas hace justo 100 años, y aplicárnoslo a nuestra existencia cotidiana, diría, sin dudarlo: que sea Dios quien gobierne nuestras vidas. Él sabe mejor que nadie para lo que mejor servimos.

Escrivá pudo ser, seguro, un gran arquitecto; gracias al cambio de planes que provocó en el joven estudiante logroñés, Dios ha conseguido más fruto, un fruto más precioso que las casas o rascacielos que podría haber diseñado: el fruto de las almas a las que Escrivá ayudó a acercarle, y sigue acercándole.

En un lugar tan riojano como Logroño, la frase de San Josemaría, «las almas, como el buen vino, mejoran con el tiempo », tendrá en ti, apreciado lector, una resonancia especial: déjate gobernar por Dios.