Evaristo de Vicente

Obituario de Evaristo de Vicente escrito por Javier Arnal.

El Mundo (Castellón) Evaristo de Vicente (PDF)

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Evaristo de Vicente falleció el pasado 3 de febrero. Un hombre excepcional, que deja una huella imborrable tras una vida generosa de trabajo y servicio a los demás. Estoy seguro que sonreiría al decir que, en su vida, se ha hecho realidad lo que dijo el Fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá, de que el trato con las personas es como las cerezas, que detrás de una vienen más. Es una imagen de Evaristo que me parece muy apropiada, pues nació en Caudiel, famoso por sus cerezas. Entraba en relación con una persona, y se situaba en su mundo familiar o profesional, buscando siempre cómo ayudar, en lo material y en lo espiritual. Era accesible y abierto. No existía en su vocabulario el «no puedo» o «no tengo tiempo». Las cerezas en su vida iban multiplicándose por pensar en los demás. Con gran sencillez y naturalidad, con un señorío especial, irradiaba paz y serenidad a quien le trataba, le consultaba, le solicitaba ayuda, de toda edad y condición. Espero que se le dedique una calle en la ciudad.

Su amplia vida profesional, como delegado de Hacienda en Castellón y en las décadas finales de su vida como presidente de Colorificio Cerámico Bonet, estuvo teñida de un exquisito sentido de la justicia y del hondo humanismo en la vida empresarial y, en general, social. Promovió foros de reflexión, impulsó iniciativas de formación para los jóvenes en Castellón como el Club Moreres -ya con más de 50 años de actividad- y siete hijos con los que siempre se volcó. Bien podía decir que su descanso era cambiar de ocupación: las cerezas se fueron multiplicando en su vida.

Presidió el patronato de la concatedral de Santa María, aglutinando apoyos económicos de instituciones públicas y siguiendo la finalización de las obras con una dedicación admirable que de todos es conocida, pero que él hacía con gusto y pretendía relativizar. En buena parte gracias a él se consagró la concatedral en 1999, «la última catedral del siglo XX», como alguien afirmó.

Pertenecía al Opus Dei desde la década de los 50. Su vida no se entiende sin esa raíz sobrenatural de un fervoroso católico, que encontró en el Opus Dei el camino para consolidar y acrecentar su vida de entrega y servicio. Su naturalidad le llevaba a hablar de las cuestiones cotidianas y de Dios con la misma sencillez, ofreciendo siempre un prisma espiritual. Ése era el secreto de Evaristo: un conjunto de virtudes humanas y sobrenaturales que explican su vida, con su misa diaria y una honda devoción a la Virgen de Lledó. ¡Gracias, Evaristo, de parte de miles de personas!

Javier Arnal

El Mundo